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Soy los libros que he leído

Variaciones con coda, de Pedro García Cuartango

 

EN UNA AMIGABLE discusión anteanoche, Pedro J. Ramírez defendió el Twitter con el argumento de que, aunque la limitación de los mensajes a 140 carácteres es un condicionante simplificador, la comunicación entre miles de personas reviste al nuevo medio de un carácter coral.

He reflexionado sobre sus palabras y creo que tiene razón. Carece de sentido confrontar la vindicación de libros que yo hago con su apasionada defensa del Twitter. Son dos cosas distintas y complementarias si uno tuviera tiempo y energía.

Los argumentos de Pedro J. me han llevado a intentar contestar a la pregunta de por qué yo prefiero los libros a cualquier otro medio de comunicación. Diré de entrada que no creo que los escritores tengan superioridad moral sobre los periodistas o los fontaneros ni que los libros sean mejores que internet o Twitter. Creo incluso que he leído demasiados y que me bastaría haber profundizado en un centenar de ellos.

 

 

Lo que a mí me impulsa a leer con avidez es una motivación bien sencilla de entender. No es la búsqueda de una verdad superior ni la necesidad de la introspección espiritual. No es un deseo de apartarme del mundo como el de Montaigne en su torre ni tampoco un afán elitista de erudición. Lo que me mueve es el puro placer de abrir un libro y disfrutar de la magia de las palabras, un goce puramente sensual y una emoción indescriptible de revivir a través de otros lo que uno ya ha vivido o le gustaría vivir.

Leer para mí es un acto de nostalgia que siempre remite al pasado, al reeencuentro de una reminiscencia perdida, de una felicidad secreta e inefable. Yo he sido el Hans Castorp de La montaña mágica y he escrito cartas de amor a Madame Chauchat, he suplantado al intrigante y ambicioso Lucien de Rubempré de Ilusiones Pérdidas, he gozado en La cartuja de Parma con las intrigas de Mosca y Sanseverina y me he reencarnado en el diabólico Stavroguin de Los demonios.

Entre los mejores momentos de mi vida figura la lectura, pero también siento por el fútbol la misma pasión que por las letras, aunque reconozco que, de haber podido elegir, hubiera preferido ser Beckenbauer antes que Thomas Mann. Bien pensado, existen grandes afinidades entre una novela y un partido de fútbol. En ambos hay siempre una historia que contar y tienen un desenlace imprevisible, en el que juega el factor humano. La vida es literaria, el fútbol es vital.

Pero sobre todo hay en la escritura y en el fútbol una apelación al pasado y la nostalgia, a los paraísos perdidos de la infancia, que les convierte en géneros afines. La madalena de Proust es el equivalente al olor de los balones de cuero que acariciaba en la campa de los monaguillos en Miranda.

Esa exaltación que suscitan las últimas páginas de un libro que te atrapa es la que sentí cuando Iniesta marcó el gol ante Holanda o cuando, acompañado por Garci y Buruaga, vi al Mirandés ganar al Guadalajara el pasado domingo en el último minuto. T. S. Eliot lo dijo muy bien: todo tiempo está eternamente presente en un instante.

 

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  1. en respuesta a Boswell
    -
    #15
    7.......s
    26/06/11 19:39

    El mundo, no me disgusta en demasía al menos no tanto como el país, pero tiendo a pensar que la soberanía de un país residenta en el pueblo y la del mundo en todos los hombres, el poder no les será revelado boswell, pues solo a los que aman se les da la oportunidad de conocerlo , y llegado el momento a usarlo, en Pedro hay demasiada ambición como para desencriptar las palabras, con tuiter podrá elegir yformar ejércitos, pero nunca estará en el estado de seguridad para lanzar su desafío, en pocas palabras no tiene los suficientes cojones,, aunque si los apoyos necesarios. Un saludo

  2. en respuesta a Boswell
    -
    #14
    26/06/11 19:21

    Si os fijáis, mis comentarios y columnas siempre tienen un montón de párrafos.

    Los párrafos dan agilidad a la escritura/lectura: una secreta armonía que envuelve y atrae al posible lector.

    A ver cuándo escribo esa columna.

  3. #12
    26/06/11 19:17

    Estética y tipográficamente, observo un grave error en la columna de Pedro J.: sus párrafos son demasiado largos: inducen al aburrimiento y a abandonar la lectura.

    Tenía pendiente una columna que se titula "Parrafar", o cómo el tamaño del párrafo induce y facilita (o dificulta) la lectura.

    No es por nada, Pedro J., pero un recién llegado como yo (y que no vive de escribir) te da lecciones. Tú mismo, como dicen los catalanes.

    P.D. Por cierto, querido navarro Arrapiezo. Nunca abuses de los párrafos largos en tus novelas. Eso sólo se lo pueden permitir Marcel Proust y Juan Benet. Nosotros, no.

  4. en respuesta a herrador
    -
    #11
    26/06/11 19:03

    Hola Herrador.

    Últimamente, nuestras coincidencias son asombrosas. Si fueras mi querida Desvelada (ay, ausentada) te diría que es la magia de la teorías de las cuerdas.

    También he leído el "columnazo" de Pedro J. de hoy. Por cierto, mucha limitación de 125 caracteres, pero se manda los domingos unas columnas de 1.500 palabras o así. No predica con el ejemplo.

    Es imposible no leer de forma "transversal" tantas palabras, a no ser...., a no ser que las escriba un tal James Boswell. Ja, ja.

    Ojo: yo no desprecio Twitter, y aunque en alguna columna lo he denigrado.

    Intuyo que tiene un potencial enorme, sea para comunicarse, sea para buscar trabajo, sea para vender los productos/servicios que tenga uno.

    Yo además no tengo smart phone, sino un Nokia simplón por puntos de Movistar (cabrones!!!, que me engañáis con la facura, Movistar).

    A ver. No lo sé, querido Herrador. He renegado del Twitter y a lo mejor en dos meses me véis colgado de él.

    De momento, no.

    Mi hijo me "quiere" comparar el próximo I Phone o así. Me dice: "Papá: cómo andas con esa mierda de móvil si incluso yo tengo un Phone I (o II o III, no me acuerdo)?".

    Le contesto: "Mira hijo, déjame en paz, que a mí las tecnologías me aburren".

    Enternecedor él, adorable, me contesta: "Papá, si yo te enseño lo que quieras".

    Sí, curioso, Herrador, que Pedro J. se haya referido a tu columna sobre PGC.

    De todas formas, destaco unas palabras de Pedro J. que no me han gustado nada: "....promocionar de forma viral nuestras actividades editoriales...".

    Por muy de acuerdo que yo esté en general con la línea editorial de "El Mundo", me parece fatal eso de "promocionar de forma viral". Como él mismo dice, es proselitismo vulgar, pensamiento único, doctrina, como el Opus.

    Bueno, amigo, Herrador. Me pensaré lo del Twitter cuando....cuando no me de demasiada pereza. Ja,ja.

    Yo soy todo pereza menos para escribir y querer a las mujeres..... sobre todo si llevan sandalias. Ja, ja.

  5. en respuesta a Boswell
    -
    #10
    26/06/11 17:24
    Hola Boswell. Se ve que tu elección del artículo de Pedro G. Cuartango fué bien atinada. Hoy, hasta Pedro J. le dedica su Carta del Director al mismo artículo y a la discusión que lo originó. Tu comentario al citado texto fué brillante. Por eso lo recomendé y no fuí el único. Veo que desvelada, Borodín y Maroci tambien lo han hecho. A todos nos gusta lo bueno, aunque luego discrepemos en lo que cada uno consideramos malo. Acabo de darme de alta en Twitter, siguiendo el consejo de Pedro J. Hasta ahora he sido reacio y decía, como Woody Allen "¿Twitter? Ni idea de qué es eso?" Se lo leí esta misma semana. Pues acabo de hacerme twitero y, para empezar, me he apuntado a seguir al propio Pedro J. y la Mary Cospi. Sin yo buscarlo, nada mas apuntarme a seguidor del peligroso fascista-extremista que es el Director de El Mundo, la página me ofrecía otras opciones, como la de la Cospedal, algunos otros periodistas y hasta la página de la Policia Nacional. Todos unos fascistas de extrema derecha, como opinan los seguidores de Bildu, entre otros, de Pedro J. Y de mi mismo, claro. El caso es que su Carta me ha parecido que encajaba muy bien en este hilo y por eso la pongo a continuación, para que la puedan leer aquellos que no compran ese periodico de extrema derecha que es El Mundo, ni votan a un partido de extrema derecha como es el PP, que no se muy bien por qué, pero se relaciona con el periodico. Como si El Mundo no fuera prácticamnete el único medio que promociona y le dá espacio a Rosa Diez y su UPyD. El caso es que de la Carta me han gustado algunos pasajes, especialmente el que dá la definición de avatar del DRAE como el «descenso o encarnación de un dios». Eso me recuerda que todavía no he puesto mi avatar en twitter que será, como no, el Vulcano de Velazquez que también utilizo aquí y en Facebook. Aunque mi nombre para la página de los trinos (to tweet: trinar, piar, canto de algunos pájaros; de ahí tambien el logo de un gorrión de la red social) tendrá una ligera variante, porque herrador ya estaba registrado. Pongo la Carta ya, sin mas preambulos. Este comentario no cabría ni en 100 tweeets, con eso del límite de 140 caracteres. No se si me voy a acostumbrar, por muchos enlaces que se puedan poner. Ya he dado de alta este blog, como página de referncia, pero ni aún así. Os dejo con Pedro J. ALICE EN TWITTERLAND La del alba sería cuando el 10 de marzo decidí comenzar mi Timeline de Twitter. Ciento y pocos días después, en el momento de la revisión final de esta Carta, he enviado 6.561 mensajes de 140 caracteres -la inmensa mayoría con mis propios dedos-, tengo 39.150 seguidores y perseguidores y aspiro a incrementar esa cifra con muchos de ustedes porque mi propósito de hoy, lo digo sin ambages, es abiertamente proselitista. Nuestro gran Pedro G. Cuartango se hacía eco en su columna del miércoles del pequeño debate que tuvimos durante una cena con amigos intelectuales sobre la presunta antinomia entre la dedicación a Twitter y la lectura. Con la transigencia y flexibilidad propia de nuestro ADN corporativo, admitía haber pasado de una posición desdeñosa, asimilable al «Twitter makes you stupid» del difunto Bill Keller, a admitir mi observación sobre el carácter polifónico de la conversación que mantenemos mediante mensajes cortos y por lo tanto el planteamiento de que la calidad de Twitter depende de la de cada red de tuiteros. Sentadas esas bases, Cuartango concluía que «carece de sentido confrontar la vindicación de los libros que yo hago con su apasionada defensa del Twitter. Son dos cosas distintas y complementarias si uno tuviera tiempo y energía». No me conformo, sin embargo, con ese amable ofrecimiento de armisticio y paso a reanudar las hostilidades alegando que, aunque empecé haciéndolo con un doble propósito instrumental -captar la opinión de la calle y promocionar de forma viral nuestras actividades editoriales-, la verdadera razón por la que cada mañana entro en Twitter es porque se trata de una prolongación de la misma pasión que comparto con Pedro por los libros. Es obvio que Twitter es lectura y escritura. Podemos hablar con toda propiedad de que se ha creado un nuevo género literario que cuenta con Arquíloco, Marcial, Gómez de la Serna o Monterroso entre sus inconscientes precursores. Hay buenos y malos tuiteos como hay buenos y malos poemas o buenos y malos artículos. Desde el punto de vista de su valor social, Twitter es un tablón de anuncios en perpetuo movimiento como el que Montaigne pedía que se colocara en algún lugar de las grandes ciudades. Pero en la dimensión de la experiencia personal Twitter es también el escenario del viaje del héroe, llámese Phileas Fogg o Leopold Bloom, Eneas o Quijano, fulanito o menganita. Por eso no es casual que cada tuitero se identifique mediante un avatar, concepto que, mucho antes de que se hiciera la famosa película de James Cameron, la RAE ya identificaba con el «descenso o encarnación de un dios». De la misma manera que la gama de los trayectos literarios abarca un abanico que va desde la pulp fiction al Ulises pasando por las novelas de caballerías, las de Karl May, Julio Verne, Melville o la saga de El señor de los anillos, cada periplo tuitero aporta texturas diferentes pero todos tienen como denominador común esa bifurcación del yo que -como bien recordaba Pedro al metamorfosearse en distintos personajes literarios- constituye en definitiva la esencia de nuestra relación con los libros. La primera vez que me di cuenta de que en Twitter pasaban cosas inesperadas e incontrolables fue cuando recibí un abucheo coral por haber enviado un mensaje escrito íntegramente con mayúsculas. No entendía nada, hasta que me explicaron que emplear la caja alta equivalía a levantar la voz, es decir a gritar… y quién me había creído yo que era para emplear esos modales nada más llegar. Fue de esa manera como empecé a darme cuenta de que, casi por casualidad, me había caído en el agujero del conejo y al fondo del túnel de los sueños empezaba a vivir aventuras similares a las que le sirvieron a Alicia para descubrir -según el, más que crítico, gurú Harold Bloom- que «la vida es un extraño viaje en el que hay juegos gobernados por muchas reglas, aparentemente arbitrarias, que a menudo no entendemos». Tal arbitrariedad fue quedando patente según fui comprobando que existían los trolls -criaturas malignas tomadas prestadas del imaginario de Tolkien que se infiltran en los Timeline sólo para insultar soezmente- pero nadie era capaz de catalogarlos ni de imponerles un código de conducta. O cuando fue imposible ponerse de acuerdo sobre qué hacer si alguien incita a que te asesinen, como ocurrió con un chico de Zaragoza que terminó retractándose, o suplanta tu personalidad, como le pasó a Pío García-Escudero, en cuyo nombre se emitieron durante horas los más groseros comentarios escatológicos. Con su habitual entusiasmo ante los nuevos problemas legales, @JavierCremades me ha propuesto organizar un debate entre juristas y tuiteros que se llamaría algo así como Tweets and Law. El empeño merece la pena pero dudo de que avancemos mucho ni siquiera en el plano de la autorregulación pues lo que se percibe en las entrañas de esta red social es un ansia roussoniana por aferrarse al estado de naturaleza y poner diques a todo intento civilizador. De ahí que esa bifurcación del yo, esa diversión en el sentido orteguiano y por lo tanto lúdico entre la persona que tuitea y el personaje que encarna su avatar pueda ser modulado a voluntad, de forma que @pedroj_ramirez se relaciona por igual con otros colegas o figuras públicas cuyo margen de desviación respecto a sus ideas conocidas es tan pequeño como el mío, con personas que concurren a la contienda con su nombre real y fotos reales, con quienes mantienen el nombre pero emplean una imagen falsa o ficticia y con quienes permanecen celosamente escondidos bajo un seudónimo y un icono fruto del capricho. Esta asimetría iguala y da pie a todo tipo de fantasías en las que las mesoneras se transforman en princesas, las princesas en mesoneras, los gigantes en molinos y los molinos en gigantes. Twitter es una torrencial sucesión de escaramuzas en las que hay dragones, mazmorras, expediciones de castigo o de rescate y tribunales de honor en medio de un constante entrechocar de las espadas. Las alianzas se hacen y deshacen y cada tuitero puede alardear como Falstaff no sólo de su propio ingenio -«Witty in myself»- sino del inducido en los demás: «The cause that wit is in other men». La magia de Twitter emana de la aparente contradicción entre la anarquía de esa jungla salvaje sin ley ni orden y el rígido aro de los 140 caracteres por el que deben pasar por igual «el noble y el villano», los premios Nobel y los analfabestias. «Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas», escribió Neruda y aún le sobraron 39 caracteres. El momento exacto en que la niña Alicia da paso a la heroína Alicia es precisamente cuando se da cuenta de que debe empequeñecerse para caber en el mundo en el que ha aterrizado. «¡Qué extraño!», exclama tras ingerir el providencial bebedizo. «Siento como si me estuviera plegando como un telescopio». Ese es el juego: va a menguar para aprender a crecer. En eso consiste la síntesis de cualquier argumento en una treintena de palabras. He ahí el césped sobre el que se desarrollan lo que el psicólogo Piaget denomina «las estrategias del ego». Todas las aventuras de Alicia son típicamente tuiteras pues los personajes aparecen, desaparecen y reaparecen a salto de mata extravagantemente estereotipados en sus brevísimos monólogos y ella misma disfruta empleando palabras hermosas que no sabe del todo lo que significan -latitude, longitude- para impresionar a los demás. Pero hay una escena que parece la representación plástica del Twitter mismo: me refiero a la partida de croquet en la que los flamencos se convierten en bastones, los erizos en pelotas y los soldados contorsionistas de la Reina de Corazones forman los angostos arcos, tal vez de 140 milímetros de diámetro, por los que tiene que transcurrir el juego. Es una instalación de quita y pon en la que todo parece suceder plácidamente hasta que de repente alguien se pone a gritar «¡Cortadle la cabeza! ¡Cortadle la cabeza!» e incluso las briznas de hierba se movilizan para improvisar el cadalso y ejecutar la sentencia. Yo lo aprendí el día en que uno de nuestros columnistas más iconoclastas se había pasado sobradamente de frenada y en cuestión de minutos se formó una caravana de antorchas que ríete tú de los caucus de linchadores del Ku Klux Klan. A Twitter hay que llegar no sólo a oír sino también a escuchar. Yo decidí quitar un cadáver de la foto de portada del terremoto de Lorca a instancias de centenares de tuiteros y eso me valió un disgusto con la redacción. Pero también hay que saber mantener la sangre fría para no dejarse arrastrar por esas llamaradas de histeria -los diosecillos tienen sed- que se apagan tan deprisa como se encienden. En esa capacidad de discriminación está la clave. De la sabiduría o el instinto de cada tuitero depende percibir cuándo merece la pena asumir una opinión ajena sólidamente reiterada, cuándo hay que ponerse de brazos en jarras ante una iniciativa infecciosa -«No os tengo miedo, sólo sois un manojo de cartas», les dice Alicia a los que hacen trampas en el croquet- y cuándo hay que recurrir a la solución extrema de bloquear a un troll contumaz, impidiéndole el acceso a tu Timeline. Yo sólo lo he hecho tres o cuatro veces. Reconozco que cuando les cuentas a tus seguidores que has ido a cortarte el pelo, que se te ha caído el iPad en una calle de Londres con pronóstico cercano al siniestro total o que estás en el teatro y a ver si aciertan de qué obra se trata, hay una dimensión frívola y hasta exhibicionista que te acerca a El show de Truman. Pero en estos tres meses y medio mi cuenta en Twitter ha servido para dar muchas noticias, plantear grandes debates, hablar de literatura y filosofía, crear pequeñas citas diarias como el #bonusparatuiteros o los Tuits al Director, impulsar la #quedadapj que reunió a más de un centenar de asiduos en la sede de EL MUNDO, inventar etiquetas premonitorias como #rubalnoquiereprimarias o su divertida secuela #primariasde1solo e incluso para conseguir que la lluvia de vocablos castellanos canalizada como #trespalabrasespañolas fuera Trending Topic, o sea asunto destacado de conversación a nivel mundial el sábado de la semana pasada. Se podrá inquirir, desde la perspectiva de Cuartango, dónde está la profundidad de la experiencia que justifique que yo invite hoy a todos los lectores de EL MUNDO a hacerse tuiteros e incorporarse a este Magical Mistery Tour. La respuesta es doble: el bagaje de las personas cultas y exigentes nos mejorará inmediatamente a los demás; y resulta que la posibilidad de añadir enlaces con textos largos, fotos o imágenes permite que Twitter tenga un fondo de armario, una trastienda todo lo rica que se quiera detrás de los 140 caracteres. He ahí la extensión del telescopio. De hecho ya tengo decidido que cuando en septiembre publique mi próximo libro, un libro distinto a todos los anteriores que no pasará inadvertido -esto es una primicia-, mi Timeline incluirá un club de lectura en el que iremos desgranando capítulo a capítulo sus aportaciones y significado. Esa es también la cuestión de fondo que late tras mi insistencia en tratar de convencer al mayor número posible de tuiteros para que se suscriban a Orbyt: optimizar el uso de la tecnología al servicio de una vivencia intelectual común, compartir materiales de trabajo y debate, consolidar un núcleo de reflexión que impulse un proyecto regeneracionista de la democracia española a través del nuevo modo interactivo de leer los periódicos. Ah, y disfrutar del placer de ir juntos a la ópera o a otros espectáculos. ¡Qué ganas tengo, por cierto, de que alguien contraste la experiencia de usuario de Orbyt con la experiencia de usuario del anti-Orbyt que lanzan ahora los que han preferido restarse con tal de no sumar! Lo dicho. Abran ahora mismo su cuenta, elijan su avatar y empiecen a tuitear. Verán cómo su vida se bifurca, cómo el telescopio se pliega y se despliega. No tienen por qué seguirme. Pero si lo hacen se implicarán aún más en este proyecto periodístico que va ya por su año 22. Les prometo tantas diversiones, naturalmente efímeras, que enseguida tendrán que contestarles a sus amigos lo mismo que Alicia les dijo al Grifo y a la Tortuga Artificial cuando insistían en oír alguna de sus peripecias: «Podría contarles mis aventuras, pero son las que empezaron esta mañana. No vale la pena comenzar por las de ayer porque entonces yo era una persona diferente». Carpe diem.
  6. en respuesta a Borodin
    -
    #9
    26/06/11 11:27

    Hola Borodin.

    Estoy de acuerdo.

    Ya sabes el tradicional adagio: "No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita".

    Por eso la felicidad no existe, es una quimera. Sólo existen "instantes" felices ("Todo tiempo está eternamente presente en un instante"), y el artista se encarga de recrearlos y fijarlos para siempre.

    Bon día.

  7. #8
    26/06/11 01:59

    No.
    No somos lo que leemos ni lo que buscamos ser ni lo que resultamos ser; somos un estado de búsqueda, sólo somos bajo la forma de pretensión de ser.

    “He reinado más de cincuenta años, en victoria o paz. Amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres, aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. En esta situación, he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman catorce. Ni uno más, ni uno menos”.
    Abderramán III

    Bona nit

  8. en respuesta a 7.......s
    -
    #7
    25/06/11 17:32

    Hola 7.......s.

    Estoy de acuerdo. A veces hay que parar, mirarse.

    Pero el tipo de vida que llevamos nos lo impide muchas veces.

    Hemos perdido ese sentido contemplativo de la vida que tenían los antiguos.

    Ahora todo es acción, movimiento.

    Un abrazo.

  9. en respuesta a herrador
    -
    #6
    25/06/11 17:29

    Hola Herrador.

    Yo a veces quiero consultar la hemeroteca de "El Mundo", y no me deja, que tengo que ser abonado de Orbyt. No sé cómo lo logras tú.

    Respecto a las estadísticas y autoría de esta columna, se la damos a PGC.

    Lo de que reescribieran mi columna sobre Leire Pajín y Horcher, no me importó nada, me hizo hasta gracia. Ya se lo dije a Germinio en su día.

    Luego me inventé la columna sobre MDC y nuestra comida en Horcher y puse las cosas en su sitio. Ja, ja.

    Lo que todavía no entiendo con la reacción que suscitan a veces mis columnas es por qué la peña no contesta con una "contra columna".

    A lo mejor algunos no son tan listos como piensan que son (y no me refiero a Germinio, por mucho que discrepemos a veces).

    Calor eh macho? No se puede salir a la calle. No sé cómo lo aguantan los sevillanos y cordobeses.

    Mañana pongo una columna sobre las sandalias. Espero que el personal femenino no se me soliviante. En el fondo, yo les hago un perpetuo elogio. Arrapiezo me va a regañar por ello.

    Muy buena comentarista Karlicones. Espero que se quede mucho tiempo por aquí.

    Gracias de nuevo por la columna de PGC.

    Un abrazo.

  10. en respuesta a Boswell
    -
    #5
    25/06/11 13:38

    Yo no he hecho mas que copiar y pegar, como siempre. El titulo lo saqué de la foto que añadí. Está en Oaxaca, en la casa de un erudito que legó su biblioteca de 50.000 volumenes.

    Creo que deberías editar la columna para que figure tu autoría en vez de la mía. En realidad sí has puesto tu columna, aunque esta vez en forma de comentario.

    Edita y que figure como tuya. No sería la primera que hacemos algo así entre nosotros. Recuerdo que yo coloreé tu columna "La pitopausia" y la ilustré con la foto de un pene en postura de relax. Aquello fué en Expansión, donde me dió por colgar fotos explicitas durante una temporada. A lo mejor por eso cambiaron el formato de los blogs, ja, ja, ja. Las fotos de Satanasha y las de bondaje eran mas de lo que se podía tolerar. Tambien te editarn tu texto sobre Leyre Pajín en Horcher, aunque esa vez fué por un arranque inquisitorial, creo yo. No era suficiente con rebatirlo en los comentarios y hacía falta re-escribirlo para que quedara al gusto de lo politicamente correcto. Ya sabes la obsesión de algunos por re-escribir la Historia y ganar batallas 75 años despues de haberlas librado y perdido.

    Edita amigo. Cambia un punto o una coma y figurarás como autor. Y si hay royalties te los enviarán a tu cuenta ja, ja.

  11. en respuesta a Boswell
    -
    #4
    7.......s
    25/06/11 11:50

    boswell, hay que distinguir entre las realidades que nos ofrecen, y solo adquirir aquellas que lleven implicita la certeza de la vida como motor, hemos discutido sobre estas cuestiones, entendemos que crecer es una realidad en la que se sustenta la vida, pero a veces decrecer es una necesidad para preservarla, ocurre que para esto ultimo no estamos preparados,pues es en la practica realidad impuesta es sinonimo de involucionar, y esto ultimo es falso no crecer es parar, es reflexionar , es elegir el camino...un abrazo....la libertad amigo sancho.....

  12. en respuesta a 7.......s
    -
    #3
    25/06/11 11:25

    Es verdad. La lectura tiene un límite.

    Mira lo que le pasó al ingenioso Hidalgo....Si está casi todo inventado y dicho.

    Un abrazo. Y siento mucho lo de tu hermano. No lo sabía.

  13. #2
    25/06/11 11:19

    Buenos días.

    Herrador:

    Gracias amigo por poner la columna de Cuartango (PGC). Eres infalible.

    Y me gusta el título que has puesto: “Soy los libros que he leído”.

    Dónde está la coda de esta pequeña pero genial música de cámara escrita por PGC? Pues al final, como todas las codas, ja, ja, y en esa impresionante frase de Eliot: “Todo tiempo está eternamente presente en un instante”. Ahí es ná.

    Ya le había yo leído a PGC que no es muy partidario del Twitter ni del Facebook. Aunque hay que respetar los gustos ajenos. Sobre gustos, colores.

    Supongo que hoy no eres nadie sin Twitter. Pues vale, yo tampoco seré nadie (“Nunca llegarás a nada”, que decía el titánico Juan Benet”).

    Javier Marías sigue escribiendo a máquina, y pasa de ordenador. El otro domingo Pérez Reverte se metía un poco con él, qué dónde va a encontrar recambios, si ya no los fabrican.

    Y como dije en otro comentario, Umberto Eco ha dado de baja su correo electrónico, que le distraía para trabajar.

    Como vemos, gustos de todos los colores.

    El secreto de la columna de PGC está en la siguiente frase:

    “Leer para mí es un acto de nostalgia que siempre remite al pasado, al reencuentro de una reminiscencia perdida, de una felicidad secreta e inefable”.

    No se podría expresar mejor.

    No en vano, PGC es un “proustiano” de pura cepa, y así su columna se titula de forma genérica “Tiempo recobrado”.

    Leer es lo mismo que escribir. Así, en esa frase el infinitivo “leer” se puede sustituir por “escribir”, y tendría el mismo sentido.

    Claro que leer o escribir nos divierte. Pero con qué fin?

    Sólo ocio? Sólo trabajo para el que sea profesional? Sólo fin estético?

    Si Enric dibuja o pinta, tiene la necesidad física de hacerlo, como los es comer o beber agua. Así el escritor, o el buen lector.

    El hombre siempre quiere trascender de su momento, y aunque los tiempos le sean en todo propicios.

    Por un lado, fabula e imagina, crea ficción con una inherente idea de futuro, y comparte esas ficciones para regocijo de sus lectores.

    Por otro, recuerda y reflexiona, crea ficción con una idea de pasado, y se congratula que esas no ficciones, puesto que su sustrato esencial es vida vivida, autobiografía, sean conocidas por sus lectores.

    Al fin y al cabo, el primer lector (acaso el más crítico) de un escritor es el propio autor. Y entonces, cuando decide que su obra adquiere una cierta categoría estética interesante o suficiente, la da a conocer, la quiere compartir, porque como dice PGC escribir/leer es una forma de comunicación, como lo puede ser el Twitter.

    Este mismo blog es tan sólo una forma de comunicación, tan válida como un libro, un Twitt o un correo electrónico.

    Todos nos vamos a morir. Y todos vamos a perder a nuestros seres queridos.

    Qué hacer contra esto? Cruzarnos de brazos? Pues no.

    Entonces aparece todo pleno el poder de las palabras, que siempre está ahí, a disposición de todos, pero que sólo algunos, a base de trabajo y estudio (algo de inspiración hay, pero mejor que te pille trabajando, como a Picasso, y no zanganeando con un gin tonic en la mano. Que el asceta prevalezca un poco sobre el esteta), pueden “juntarlas” con cierto sentido.

    Eliot dice que “todo tiempo está permanentemente en un instante”. Exacto.

    La vida, la memoria de ella, no como un flujo heraclitiano perfecto (esas aguas de un río, en el que nunca te podrás bañar en las mismas), una sucesión perfecta de eventos. No.

    La vida como instantes, muchas veces caóticos en su no orden y en su no sucesión. Y aquí es donde interviene la palabra (o cualquier obra de arte, desde un cuadro, una fotografía o una música) como herramienta imprescindible, y acaso la más completa, la más eficaz, para “fijar” eternamente ese instante.

    Ya no es un instante perdido, desaparecido y oculto en ese magma incontrolable que son los recuerdos de toda una vida. Ese instante se ha recuperado, y ha quedado fijado en un soporte material (la obra de Arte) para siempre, sea para el primer disfrute de su autor, que con satisfacción observa cómo ha engañado al todopoderoso Tiempo; sea para esa celebración compartida con otros de su propio logro.

    Es recurrente en sus columnas que PGC hable de ese tiempo perdido y a la vez recobrado.
    Todos nuestros muertos están presentes a través de esos instantes de Eliot. No han muerto del todo. Simplemente han cambiado de estado: antes material, tangible, ahora espiritual, intangible, y los convocamos cuando queramos a través de la “fijación” de instantes que en su día compartimos con ellos.

    Nosotros perviviremos a través de otros, siempre y cuando tan sólo haya uno vivo que quiera recordar esos instantes ya eternos convividos con nosotros.

    El verdadero artista no busca el dinero, la fama, honores y reconocimiento. Es demasiado inteligente (o debería serlo) y comprende que sólo está de paso y que su vida va a ser un suspiro.

    Se afana en buscar esos “instantes”, y lucha para que su obra tenga la suficiente categoría estética como para que pueda ser comprendida y compartida por al menos una “inmensa minoría”, la que dijo JRJ.

    Ya muerto el artista hace tiempo, sus obra, sus “instantes” perduran inmortales (hasta que venga un meteorito, acabe con nuestra especie y lo joda todo).

    Al que le gusten las columnas distintas, fuera del ruido y la furia con los que nos acosa la actualidad de una crisis económica que empieza a tener aspecto de pavorosa e irreversible, al menos por un par de generaciones, les recomiendo las columnas de PGC.

    Pequeñas obras maestras que publica en ese diario fascista que es “El Mundo”. Todo no iba a ser bueno. Ja, ja.

    Agur amigos y buen fin de semana.

    A falta de mar, hoy sí que me meto en la piscina, que ya estoy sudando como un pollo.

    Lo malo es que tendré que ver cómo tengo las uñas. Ja, ja.

  14. #1
    7.......s
    25/06/11 10:26

    Pues si, herrador, somos lo que leemosn y asimilamos, somos actores de nuestras lecturas, y eso tambien tiene su peligro, pues interpretar lo que otros escriben hacen que inebitablemente no vivas la vida que tienes escrita para ti, ya sabeis de que mi hermano esta "malito", asi pues que los compendios de psiquiatria y las enciclopedias completas de psicologia que me leia cuando era un adolescente, forjaron parte de lo que soy, pues no solo me servia para analizar a mi querido gemelo con el que me separan casi dos lustros, sino que me servia de mi conocimiento para analizarme a mi a los demas y las circunstancias, llegue a ser peligroso herrador, pues con corta edad tenia conocimientos que nadie conocia , y empece a jugar con la empatia, la mas poderosas de las armas jamas construida, cuando llegue a dominar el concepto de la sugestion y la autosugestion, cayo en mis manos la colmena, y entonces se abrio ante mi que no era el unico que conocia esas tecnicas, pero con la diferencia que yo no manipulaba con fines egoistas, desde entonces intento no mezclarme con las lecturas , intento no transportarme, intento no ser parte del autor, intento....pero no lo consigo....un abrazo.

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