LAS UÑAS
20-06-11
Las uñas son esas cosas que tenemos en pies y manos. Serán algún resto evolutivo de antiguas garras que nos servían para subir a los árboles, cuando nos atacaba un león, por ejemplo.
Los hombres y las uñas nos llevamos mal, de la misma manera que las dulces mujeres las convierten en un ornamento más de su siempre deseable estructura física.
Las mujeres son deseables incluso si son feas y gordas. Eso también depende del nivel de gin tonics en el cuerpo.
Los ingleses, a lo Oscar Wilde, inventaron acaso la frase más machista y despreciable que hayamos leído: Dios inventó la cerveza para que las mujeres feas también pudieran tener sexo. Madre mía, con la frasecita.
Lo malo es que es verdad. Y por eso las mujeres desconfían siempre de lo que les dice un hombre a las tres de la mañana y repleto de alcohol. Prefieren escucharle a las diez de la mañana y con un café (y sin resaca). Entonces empiezan (sólo empiezan) a creer que lo que dice su pareja es verdad, y no trolas para llevársela a la huerta o al huerto.
Para que luego digan que los españoles/latinos somos machistas. Si te pilla la Leire Pajín diciendo esa frase, te manda un pelotón de la Guardia Civil para que te azote en público, por lo menos.
Los hombres nos llevamos mal con las uñas porque es un coñazo cuidárselas, da pereza.
En cambio, la mujer, siempre más sabia y evolucionada, convierte la necesidad de higiene en una virtud, en un arte.
Con deleite, sea una tercera persona, la pedicura o como se llame, sea ella misma con toda la tranquilidad que ofrece una tarde de domingo, hacen maravillas con sus uñas, sobre todo la de los pies.
Los pies de una mujer son muy sexis, y aunque ellas no lo sepan. A nosotros nos gustan los pies de las mujeres. Joder, es que nos gusta todo, de arriba abajo, del pelo hasta las uñas de los pies.
Lo que más nos sorprende de las mujeres es que se cuidan las uñas de los pies incluso en invierno.
La mayoría de los hombres sólo nos cortamos las uñas de los pies en verano. En invierno jamás nos las cortamos. Para qué, si no se ven? En verano es cuando pueden ser vistas, sea en la playa, en la piscina, o llevando chanclas de dedo, moda masculina que nosotros hemos abrazado porque son comodísimas. El pie está fresquito y encima no te huelen.
Los náuticos Sebago han quedado desfasados para llevarlos con bermudas. Los seguimos llevando con pantalones largos y calcetines de hilo de Escocia, que por muy cómodos y maravillosos que sean los Sebago, es mejor llevarlos con calcetines.
Lo malo de llevar chanclas es que además te tienes que quitar las durezas de los talones. Si no pareces un perroflauta de esos de la Puerta del Sol, vamos un guarro, y ninguna dulce (y apasionada) mujer se te acercaría, por cochino.
Después de varios años de constancia, por fin nos hemos quitado todas las durezas, que creemos que nos salieron en la mili y debido a marchas interminables de cuarenta kilómetros y con esas botas Segarra que te destrozaban los pies. Ni tres pares de calcetines ni pollas. Te salían igual ampollas, y con el tiempo durezas, más duras que la piel de rinoceronte, por lo menos.
Ya escribimos una inolvidable columna titulada La pulcritud. Nuestro argumento fundamental era que las mujeres sólo se enamoran de hombres pulcros (bueno, y que tampoco sean demasiado gilipollas).
Un hombre pulcro ya tiene medio seducida a una mujer.
Por eso es tan importante cortarse bien las uñas de las manos, porque es de lo primero en que se fijan las mujeres cuando te conocen. Una amiga nos ha confesado que también nos miran el culo, pero que como les da algo de vergüenza, lo hacen a hurtadillas. Pues habrá que buscarse un espejo para ver cómo tenemos el nuestro, porque nuestro cuello no gira tanto, y mira que los hemos intentado.
Las uñas, mucho más importante de lo que parecen.
A causa de ellas, una mujer te puede dejar, o peor aún, no permitirá que la conozcas más allá de la primera cita.
A ver si nos enteramos, pardillos: mirad vuestras uñas a ver cómo están.