EL CONSUELO
21-12-09
Dice el diccionario que el consuelo es el descanso y alivio de la pena, molestia o fatiga que aflige y oprime el ánimo.
Pena, molestia o fatiga. La pena siempre es espiritual, emocional, no física. En cambio, la molestia o la fatiga son siempre físicas. La primera pertenece al orden de lo sensible. Las segundas, al orden de lo material.
No hay nada más generoso que el consuelo. De alguna manera, cuando uno consuela a alguien, está perdiendo para sí mismo su propia capacidad de consuelo, y a lo mejor no le queda ninguna para cuando le haga falta. Nunca lo llegará a saber
La empatía es la emoción suprema. Hasta nuestros primos hermanos los chimpancés (pensar que hay cabrones creacionistas que todavía niegan la teoría de la evolución de las especie) la conocen, y alimentan y cuidan a los enfermos, a los heridos y a los viejos. Algo ha ocurrido en nuestra permanente evolución para que muchos de nosotros ni siquiera tengamos el nivel de empatía de los monos.
El progreso. El sagrado e idolatrado progreso. Progreso para qué, si vamos para atrás como esos cangrejos de los documentales, que no sabes si están yendo o viniendo?
Cuando pensamos en la expresión “la condición humana”, siempre nos acordamos de la novela con el mismo título de André Malraux, y el sacrificio último e increíble que hizo su protagonista por un sencillo acto de humanidad, de empatía. No le importó ceder su dosis de veneno a su compañero, cicuta, el que fuera, no lo recordamos, que la había perdido. Prefirió encarar la tortura de un horno crematorio improvisado, la caldera de carbón de una locomotora, a que su descuidado compañero la sufriese, y así pudiera morir de una forma rápida e indolora.
Y cuando observamos las miserias, las maldades de la condición humana, nos consolamos pensando en que hay millones y diarios y anónimos ejemplos como el del protagonista de esa novela. No los podemos ver, pero si lo podemos sentir.
En este mismo momento que escribimos, hay muchas personas que están siendo torturadas y asesinadas. Y hay otras muchas que están recibiendo el consuelo de un ser humano hermano. Con qué nos quedamos, pues?
Necesitamos del horror, del sufrimiento de otros para poder sentir compasión, tal es el estado anestesiado de nuestro espíritu? O por el contrario, deberíamos sentir esa compasión, y ejercitar nuestra mejor capacidad de consuelo sin tener que ser estimulados por una catástrofe natural o un atentado terrorista como el 11 M?
Algo nos pasa. De la misma manera que la memoria selectiva, nuestra fiel e infalible infantería, nos protege de los horrores de la vida pasada, así, lo que podríamos llamar el presente selectivo, nos cierra los ojos, difumina nuestra mirada, narcotiza nuestro corazón, con un chute, una droga que nos adormece y nos incapacita.
El presente selectivo. Como si fuera una expresión feliz de la que estuviéramos orgullosos por su autoría. A la mierda la invención de palabras, que hasta en esa supuesta demostración de talento e ingenio, hay vanidad, la infecta vanidad que todo lo arruina y lo esteriliza.
No sabemos si todos podríamos vivir si esa nueva infantería que es el presente selectivo. Nunca lo habíamos pensado así. Se nos ha ocurrido escribiendo esta columna. Sólo queríamos hablar del consuelo, y los dilatados meandros de nuestro siempre caótico discurrir, nos traen una palabra nueva, pero una idea que suponemos que existe desde que somos hombres.
Seguramente, las personas normales no podríamos. Nosotros ni siquiera queremos viajar a países que no sean desarrollados, ya no sólo por las incomodidades de un viaje que nos no ilusiona, y nos la sopla del todo las comodidades de un hotel de lujo oriental, así a lo hotel Mandarín, sino porque fuera del perímetro de ficticio lujo, se encuentran muchas familias que podrían vivir todo un año con lo que nos cuesta un solo día en unos de esos hoteles. Ya observamos bastantes miserias en un país supuestamente desarrollado como es España, como para ir admirar otras culturas y otros paisajes, eso sí, con unas buenas orejeras para que sólo miremos lo que nos muestra un guía turístico. Qué hipocresía de viajeros modernos. Tan sólo por saciar ese afán infantil de conocer lo distinto, cuando no conocen casi nada su propio país.
Decididamente, nosotros no podríamos vivir sin el presente selectivo. Reconocemos nuestra debilidad y nuestra incapacidad. Es a lo mejor hasta cobardía. Quién sabe.
Pero sí afirmamos algo: preferimos consolar, a no ser consolados. Que no podamos soportar la desgracia de otros, no significa que no lleguemos a soportar la nuestra.
El consuelo: cuando uno es del todo persona, cuando es por fin una persona.