Antes de empezar, me gustaría hacer una breve descripción sobre lo que entendemos por asesor financiero: Un asesor financiero es aquel profesional (regulado por la CNMV) que, analizando las necesidades del cliente y su perfil de riesgo, le recomienda la opción de inversión más eficiente u óptima, velando en todo momento por los intereses de sus clientes y siendo objetivo con las recomendaciones ofrecidas.
Partiendo de la definición anterior, uno de los pilares esenciales sobre los que se construye la base del asesoramiento financiero es la objetividad de las recomendaciones propuestas. Esto implica que toda aquella corporación cuyo objeto social sea prestar servicios de asesoramiento/gestión, tendrá que ser objetiva y velar en todo momento por los intereses últimos de su cliente. ¿Es siempre así?
La banca privada, cuyo pilar “debería” también ser “objetivad en las recomendaciones y velar en todo momento por el interés último de su cliente”, resulta que no siempre es así. Hoy en día, con tipos de interés al 0% y sin perspectivas de alzas por parte del BCE hasta el próximo verano del 2019, el margen de beneficio para la banca es prácticamente nulo. La remuneración de las cuentas es casi cero y las comisiones cobradas cada vez mayores, con lo cual, una de las alternativas para captar capitales es el endoso y/o venta de productos financieros tales como fondos de inversión (eso sí, fabricación casera de la propia entidad), mediante el elogio de las propiedades fiscales que entrañan (esto sí que es cierto) y la gestión interna profesionalizada.
Es aquí donde el honrado asesor financiero da valor añadido a su oficio. No solo basta con recomendar al cliente aquel conjunto de activos que sea el más ideal para su perfil y necesidades, sino también el de preocuparse, entender y analizar minuciosamente que hay detrás de dichos activos y la gestión interna del propio vehículo. La presión ejercida de la “gran banca” sobre sus trabajadores para el cumplimento de los objetivos de capital hace que este paso tan fundamental quede en el olvido, recomendándose fondos que, aunque estén en concordancia con el perfil de riesgo y necesidades del cliente, no son óptimos al dejar la gestión interna mucho que desear por haber sido creados expresamente para la mera captación de capitales.
A continuación, se muestra un ejemplo de la creación de este tipo de producto financiero (fondo de inversión) que año tras año ve crecer su patrimonio (mayor captación de capital) y los inversores (partícipes), en la inmensa mayoría de los mismos, no saben lo que le han vendido al estar siendo embaucados por el enigmático mantra de “el mercado al largo plazo es rentable, y la renta fija es fija”.
Fondo de Inversión: Caixabank Renta Estándar Fidelidad
ISIN: ES0137907012
[Todos los datos mostrados a continuación se encuentran recogidos y de acceso público en CNMV y Morningstar]
Periodo Analizado: 3 años
- Rentabilidad a 3 años anualizada: + 0,10%
- Total Expenses Ratio: +0,32%
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Patrimonio en 3 años (capital colocado de clientes): 597,520 millones de euros
- Síntesis: Durante los últimos 3 años, la banca se ha embolsado 597 millones de euros, ofreciendo a los clientes una rentabilidad anualizada del 0,10% y cobrándoles por comisiones un 0,32%. (juzgue usted mismo quién acaba ganando)
Periodo Analizado: Trimestres 2017
- Rentabilidades Trimestrales (2017):
- Total Expense Ratio (2017):
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Patrimonio 2017 (capital colocado de clientes): 189,30 millones de euros
- Síntesis: Durante el 2017, la banca se ha embolsado 189 millones de euros, ofreciendo a los clientes una rentabilidad negativa y cobrándoles por comisiones de entre el 0,08% y 0,16%. (juzgue usted mismo quién acaba ganando)
Ahora bien, el lector podría pensar que la rentabilidad negativa encuentra su razón de ser en una gestión por parte del gestor un tanto desacertada. Pero ¿es cierto este razonamiento?
Como se puede observar en la imagen 1, la cartera no ha sufrido ninguna rotación, por lo que el gestor no ha llevado a cabo ninguna gestión por completo. Tan solo se creó y se adquirieron unos activos, punto final. Entonces, ¿Qué selección de activos se hizo para conformar una cartera que mínimo procurara proporcionar una rentabilidad que cubra los costes?
Imagen 1: Índice de Rotación de la Cartera
La selección por la que optaron fue de dos únicos activos, véase imagen 2.
- 1 Bono del Tesoro Público (España)
- 1 Título del Fondo para la Financiación de los Pagos a Proveedores
Imagen 2: Inversiones Financieras
En conclusión y como ha quedado constatado, la “gran banca”, cuya objetividad en las recomendaciones y colocación de productos financieros debería de primar, vemos que no se cumple. La labor del “buen asesor” financiero que acompaña, aconseja y vela por el interés de su cliente en todo momento, otorga su valía mediante los análisis y revisiones de sus recomendaciones, tratando al cliente como un hijo al cual se le recomienda tomar una decisión, sabiendo y advirtiéndole del posible devenir de la misma.
Análisis Realizado por:
Francisco Javier Ureña
Director de Análisis If EAFI