Con los ricos tradicionales (de EE.UU. y Europa) era como si en una eterna partida de Monopoly, tácitamente los ganadores devolvieran cíclicamente los billetes a la banca para que la partida no tuviera fin. Pero de pronto, los ganadores tuenen un nuevo perfil y se cuestionan si van a devolver su riqueza para seguir la partida eternamente o no. La pregunta que no me atrevo a hacerme a mi mismo es qué pasará con nuestra partida si los ricos nuevos deciden romper con la tradición.
Volviendo a la solicitud de aplazamiento del pago de la deuda dubaití, si habéis visto los videos del programa 60 Minutes de la CBS de la primera parte de este artículo, convendréis conmigo en que dicha solicitud no tiene nada que ver con el default argentino y su corralito. Lo de Dubái es otra cosa y hay que darle de comer aparte. Y me reafirmo en lo que dije allá por el mes de Abril (cuando las bolsas habían hecho suelo temporal y todavía no lo sabíamos): "El Estado (EAU) no quebrará, incluso en el caso de que tuviera que rescatar a los bancos de su país. Su déficit público no ha lugar porque jamás estuvo equilibrado a base de impuestos a la sociedad, sino que su riqueza proviene de los ingentes recursos naturales en forma de crudo y gas natural. Por lo tanto, la Sociedad sufrirá pero no arrastrará consigo al Estado, sino más bien al contrario.
No estamos diciendo que la inversión inmobiliaria en Dubai sea una buena manera de blindar nuestro patrimonio, en absoluto. Pero quizá, como inversión especulativa, Dubai tenga un valor añadido en el futuro, cuando los precios hayan caído hasta niveles más razonables. Porque mientras estemos en el tunel de esta crisis, en Dubai se seguirán construyendo todas las estructuras necesarias para que, cuando salgamos de dicho tunel, la ciudad esté en una situación aún más privilegiada respecto al resto."
Una discusión entre nuevos riquísimos no es un default. Pero como no está el horno para bollos, y la banca internacional y las burbujas inmobiliarias se han roto la cara mutuamente en el último par de años, la solicitud del aplazamiento de la deuda para-soberana de Dubái tiene repercusiones que a muchos les hacen recordar los peores momentos de los hermanos Lehman. A pesar de tener una, relativamente, fácil solución petrolera, la situación financiera es tan delicada que podría ser una buena excusa para volver a purgar los mercados temporalmente.
Incluso ahora se baraja la posibilidad de que la deuda se enjuague a base de impuestos (hoy casi inexistentes) de un plumazo. Como comprenderéis, las opciones para un país como ese son muchas y potentísimas. Y eso minimiza más y más el problema de la deuda en sí. Pero como ya hemos dicho antes, otra cosa es la repercusión que se le dé a causa de la inestabilidad financiera existente.
Los Emires estornudan (o se escupen entre ellos como rencorosos niños ricos), y a la banca europea y americana le empeora la pulmonía que arrastra desde hace un par de años. Quién la ha visto y quién la ve. Menos mal que entre todos la cuidamos y le transfundimos la riqueza de nuestros hijos.
A los Emires, especialmente al de Dubái, se les ha parado el juguete de la capital del ocio y la lujuria mundial, pero no se les ha roto. Sólo tienen que ponerle un poco de petróleo para que vuelva a funcionar y a ser la envidia de todo Occidente. Ahora deberán ponerse de acuerdo entre ellos para ver quién le echa el petróleo, cuánto y a cambio de qué.
Si todos los problemas fueran como ese... Occidente ya quisiera llorar con los ojos de los jeques por la factura de sus juguetes. A los desbancados siempre nos quedará Dubái.