Mucho se habla de la reforma del mercado laboral pero las soluciones no llegan por ningún lado. Propongo cinco medidas:
Uno:
¿Hay algo más hermoso que cenar en un buen restaurante a la luz de las velas? Desafortunadamente, esa mala costumbre que tienen los trabajadores de dormir cada día provoca que los locales hosteleros cierren por la noche. Una mejor organización, junto con una flexibilización de la jornada laboral (al alza), posibilitará el acceso a los servicios de ocio 24 horas al día.
Dos:
Todos sabemos que la ansiedad y la depresión son excusas inventadas por los holgazanes para tomarse unas vacaciones pagadas de vez en cuando. Si lográramos convencer a la Organización Mundial de la Salud de que estos síndromes no constituyen verdaderas enfermedades, evitaríamos largas bajas injustificadas que dañan sobremanera nuestros mercados.
Tres:
La prestación para desempleados e inútiles es una rémora que lastra nuestra economía de forma exacerbada. Ya lo dijo Marx: si alguien vale para respirar, vale para trabajar. Europa no puede permitirse la actual carga de individuos improductivos, por lo que se recomienda poner en marcha el plan de eutanasia obligatoria, desarrollado con éxito por Alemania en la década de los 30 y suspendido al poco por presiones de la comunidad judía.
Cuatro:
Todos sabemos que, en cuanto contratas a una mujer, ésta hace lo posible por quedarse embarazada. Existen medidas para evitar esto como, por ejemplo, conceder al empresario el derecho de aborto obligatorio. Esta medida, apriorísticamente impopular, constituye, de facto, la herramienta más precisa para la plena integración de la mujer al mercado laboral.
Cinco:
Los niños asiáticos, con su esfuerzo y sacrificio, constituyen un ejemplo para todos los europeos. Si rebajáramos la edad mínima para ser sujeto legal activo a los 3 años, nuestra economía experimentaría una mejora sin precedentes, al tiempo que estaríamos educando a las nuevas generaciones en los valores del trabajo y el sacrificio.
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