Al hilo de los comentarios suscritos en el último artículo que escribí, en el que hablaba sobre la tecnocracia, caigo en la cuenta de que entre todas las reformas que nos han metido por los ojos desde que comenzó la crisis hay una que se les ha escapado a todos los políticos, y no precisamente por innecesaria. Me refiero, claro está, a la reforma del sistema democrático tal y como lo conocemos.
Realizar pequeños ajustes en el sistema democrático actual no está en la agenda de ningún partido político, a pesar de que durante la crisis se han hecho patentes las grietas del sistema actual. Hoy en día el Estado es débil porque sus instituciones han perdido la confianza de los ciudadanos.
Los escándalos políticos sobre corrupción se han sucedido a lo largo y ancho del país, dejando a nuestro sistema a años de luz de los estándares europeos de transparencia. Del mismo modo, factores como la descentralización territorial o la falta de transparencia sobre el funcionamiento de ayuntamientos y diputaciones provinciales nos impiden mirar hacia delante con credibilidad en el futuro.
La mala organización del sistema se traduce en una mala gestión política que recae básicamente sobre los dos partidos que se alternan en el poder. De esta forma, ambos partidos concentran tal poder que la marcha económica del país depende en gran medida de la relación que estos guardan con instituciones y grandes empresas nacionales, principalmente del sector financiero.
Señalo todo esto porque en la actualidad nuestro sistema financiero se encuentra al borde del colapso, tal y como hemos explicado en varias ocasiones. ¿Y quienes han sido en mayor medida responsables? Las cajas de ahorro, que como sabemos han sido los juguetes de turno de los partidos políticos durante los últimos años.
Si las raíces de nuestro sistema están podridas jamás podremos salir adelante con fuerza y determinación. Por todo esto, considero en mi humilde opinión que hay que reforzar la democracia, pues sobre ella recae el peso de la marcha del país. Las decisiones económicas que se adopten podrán ayudarnos a salir de la crisis antes o después pero no nos impedirán volver a tropezar con la misma piedra más adelante. Sin embargo, la pregunta que muchos nos hacemos es: ¿Por qué a ningún partido político le interesa este cambio?