Apenas queda nada para que Rajoy se convierta en la persona con más poder en España desde que murió Franco. Entre pueblos, provincias y autonomías este señor controlará todo el tinglado socioeconómico del país sin nadie que le haga sombra (franceses y alemanes a parte).
Nos lo pusieron difícil a los españoles el 20N. Teníamos que elegir entre una opción mala y otra aún peor, y ganó la menos mala.
Para ser francos, creo que Mariano no quiso ganar las elecciones de 2008 a sabiendas de lo que se le venía encima. De haberlas ganado habría tenido que meter la tijera por todos lados, hoy estaría crucificado y ya sería un cadáver político. Ahora, sin embargo, llega con una experiencia más real y pausada sobre cómo está el patio. No creo que en el futuro se le recuerde como un gran político pero tampoco como un charlatán mentiroso.
No espero gran cosa de él en materia económica, la verdad. Sus ideas son simplonas y aznarizadas. Creo que en el fondo sueña con hacer renacer el sector inmobiliario y volver a abrir el grifo del crédito. Que una de sus primeras medidas sea recuperar la deducción por la compra de primera vivienda ya nos dice mucho sobre por donde puedan ir los tiros. Y esto, que a muchos les alegrará, es una salvajada que no se le ocurre a nadie de Los Pirineos para arriba, pero esto es España y ya sabéis que aquí todo is different.
Sí que espero, sin embargo, una recuperación ética y cultural del país. La época de las Pajines, las Bibianas y los de la ceja pasará de largo como una etapa oscura de la II Restauración Española. Quedarán atrás también las marchas por Chueca, el libertinaje educativo, las Belenes Esteban y el levantamiento de la heridas de la Guerra Civil.
Pasaremos a una España donde se premie la decencia y el trabajo bien hecho. No se verán beneficiados en esta nueva etapa los parados que no quieran trabajar, los gays, los inmigrantes, los independentistas, los pensionistas, los sindicalistas, las feministas, los funcionarios y los opositores. Muchos de ellos han estado viviendo de papá Estado durante bastantes años y ahora tendrán que volver a aprender a trabajar. La cultura del subvencionismo es inviable y tiene los días contados. El PER habría que cortarlo también y al agricultor que salga con una pancarta a la calle reeducarlo y reinsertarlo en el sistema.
En definitiva, hay que acabar con Hispanistán, aunque no estoy muy seguro de que el nuevo gobierno sepa, quiera y tenga los cojones necesarios para hacerlo. Si esto no se consigue tal vez salgamos del paso, o tal vez no. Lo que está claro es que si no cambiamos el chip, a medio plazo, España implosionará y entonces la jodienda ya no tendrá enmienda.