Moody’s cierra el círculo: el fin del crédito perfecto para Estados Unidos
El pasado viernes 16 de mayo de 2025, Moody’s rompió con más de un siglo de historia: bajó la calificación crediticia de Estados Unidos de “Aaa” a “Aa1”. Un solo escalón, sí… pero simbólicamente es un terremoto. El país sale del exclusivo club de la triple A, y eso nunca es buena señal.
La pregunta es: ¿por qué ahora? ¿Qué nos está diciendo esta rebaja sobre el presente fiscal de la mayor economía del mundo?
Una deuda que no afloja
El argumento de Moody’s no esconde misterios: la trayectoria fiscal de Estados Unidos está cada vez más cerca de una curva peligrosa. La deuda federal ya supera los 36 billones de dólares (sí, trillions en inglés), y sigue en ascenso.
Ya en 2023, Moody’s había lanzado un primer aviso al cambiar su perspectiva de “estable” a “negativa”. Ahora ese aviso se ha materializado. Entre los puntos críticos que destaca la agencia:
Deuda pública en niveles muy altos (casi el 100% del PIB) y proyectada a llegar al 134% en 2035 si no se actúa.
Déficits fiscales crónicos: podrían alcanzar el 9% del PIB en la próxima década, por el peso de los gastos obligatorios (pensiones, salud) e ingresos estancados.
Coste creciente de la deuda: con tipos de interés más altos, el pago de intereses ya representa el 18% de los ingresos federales, y podría llegar al 30% en 2035.
Bloqueo político: la incapacidad del Congreso y la Casa Blanca para llegar a acuerdos fiscales mina la credibilidad del país.
¿Y ahora qué?
Curiosamente, junto con la rebaja, Moody’s ha pasado su perspectiva de “negativa” a “estable”. ¿Significa que no habrá más recortes en el corto plazo? Por ahora, sí. El motivo: Estados Unidos sigue siendo un país con fortalezas estructurales difíciles de igualar, como:
Una economía enorme y diversificada
El dólar como moneda de reserva global
Instituciones sólidas como la Reserva Federal
Estas bases sostienen su solvencia, pero ya no alcanzan para mantener la nota máxima.
Fin de una era: USA se queda sin triple A
Con este movimiento, por primera vez en décadas, ninguna de las tres grandes agencias de calificación otorga a Estados Unidos la ansiada triple A. Un cambio de ciclo.
S&P fue la primera en 2011, en plena crisis del techo de deuda bajo Obama
Fitch se sumó en 2023, señalando el aumento de deuda tras la pandemia y la polarización política
Y ahora, Moody’s cierra el círculo, tras mantener la máxima nota desde 1919
Lo que realmente significa esta rebaja
Más allá del simbolismo, esta decisión deja al desnudo una verdad incómoda: la primera economía del mundo ya no cumple los estándares más exigentes de solvencia. No por falta de músculo económico, sino por falta de voluntad política para encarar reformas fiscales serias. El mensaje de Moody’s es directo: si Estados Unidos no toma medidas, el deterioro seguirá. La confianza sigue ahí, pero ya no es incondicional.
Aunque cada agencia usa su propia forma de etiquetar las cosas, el mensaje es el mismo: Estados Unidos ya no está en lo más alto. Moody’s lo ha dejado en “Aa1”, que viene a ser lo mismo que un “AA+” según la escala de S&P y Fitch, que ya habían dado el paso en 2011 y 2023, respectivamente.
Elaboración propia
¿Qué significa de verdad perder la triple A?
Vale, “AA+” (o “Aa1”, según Moody’s) sigue siendo una calificación de altísima calidad. Pero no es lo mismo. Ya no representa ese estatus de “riesgo cero”, ese pedestal que ocupaban solo unos pocos elegidos. Es un matiz técnico, sí… pero con implicaciones simbólicas y prácticas muy reales.
Con esta rebaja, Estados Unidos queda fuera del club más exclusivo del crédito soberano: el de los países con nota máxima en las tres grandes agencias. Un grupo cada vez más pequeño, donde resisten países como Alemania, Canadá, Australia o Singapur, con una solvencia aún intachable.
USA, en cambio, cae un peldaño, pero el gesto no pasa desapercibido. Además, esta decisión de Moody’s alinea su visión con la de S&P y Fitch, lo que podría activar revisiones automáticas en ciertos fondos institucionales que exigen la nota máxima en los tres medidores. No es un terremoto, pero sí un movimiento tectónico silencioso en los engranajes del sistema financiero.
Reacción de los mercados: con nervios, pero sin pánico
La respuesta llegó rápido. En las horas posteriores al anuncio:
Los bonos del Tesoro bajaron de precio y sus rendimientos subieron
El S&P 500 retrocedió ligeramente en el after-hours (–0,6%)
El dólar se debilitó frente a otras divisas
Las bolsas europeas y asiáticas abrieron a la baja el lunes siguiente, arrastradas por una mayor aversión al riesgo
Aun así, todo fue bastante contenido. Nada que ver con el caos que se podría haber esperado hace años. ¿La razón? Muchos inversores ya anticipaban la rebaja. El deterioro fiscal de Estados Unidos no es ninguna sorpresa, y el mercado ya se había ido preparando.
Wall Street: esto no es pánico, pero sí una alerta seria
Desde el mundo financiero, el mensaje fue claro: no estamos ante una crisis, pero sí ante una señal de alarma.
“Esto refuerza la evidencia de que Estados Unidos tiene demasiada deuda.”
— Darrell Duffie, Stanford
Duffie, que además fue parte del directorio de Moody’s, lo dijo sin rodeos: si no se corrige el rumbo, podríamos ver algo más serio… como una crisis en el mercado de bonos que encarezca mucho más el financiamiento del gobierno.
Otros analistas coincidieron en el mismo punto: el Congreso tiene que mover ficha.
Si los mercados no castigan con claridad al Tesoro —es decir, si las tasas no suben de forma abrupta—, en Washington es probable que banalicen la rebaja. Pero los llamados “vigilantes de los bonos” (esos inversores que no le quitan el ojo a la disciplina fiscal) van a estar mirando cada movimiento.
En Washington: más polarización, menos soluciones
Como era de esperar, la rebaja ha sido leña para el fuego en el debate político estadounidense.
Desde el entorno Trump, la reacción fue, como siempre, defensiva.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, intentó quitarle hierro al asunto, llamando al informe de Moody’s un “indicador rezagado” y asegurando que los mercados siguen confiando en los bonos de Estados Unidos.
La Casa Blanca incluso fue más allá, lanzando ataques personales contra Mark Zandi, economista jefe de Moody’s Analytics, acusándolo de tener sesgo político. (Pequeño detalle: Moody’s Analytics y Moody’s Investors Service son entidades distintas, pero eso se pierde fácilmente en la bronca mediática.)
Del lado demócrata, el mensaje fue distinto: la rebaja se interpretó como una llamada de atención necesaria. El senador Chuck Schumer aprovechó para cargar contra los recortes fiscales de la era Trump y pedir un cambio de rumbo fiscal: “Deben dejar de agravar el déficit.”
En resumen: la misma polarización política que ayudó a provocar esta situación es la que ahora impide una respuesta seria. Y eso, en sí mismo, es parte del problema.
¿Y ahora qué? Posibles impactos económicos
A corto plazo, esta rebaja podría traducirse en un ligero aumento del coste de financiación para el Tesoro. Algunos inversores podrían exigir una prima de riesgo adicional por la menor calificación, lo que encarecería los nuevos tramos de deuda.
Pero, por ahora, el impacto inmediato parece contenido. Las subidas de tipos han sido suaves, más influidas por la política monetaria de la Fed y las expectativas de inflación que por el downgrade en sí.
Hay que recordar que, en 2011, cuando S&P quitó la triple A, pasó algo curioso: los bonos del Tesoro subieron de precio. ¿Por qué? Porque, en momentos de incertidumbre, muchos inversores aún los ven como un refugio seguro.
La confianza estructural en la deuda estadounidense sigue ahí. Ahora bien, con las tres grandes agencias marcando ya una mella en la calidad crediticia, hay un matiz importante: algunos inversores institucionales —como fondos de pensiones, aseguradoras o bancos centrales— podrían estar obligados por normativa interna a mantener activos AAA.
Y eso podría forzarlos a reducir exposición a deuda estadounidense, presionando al alza los tipos… aunque sea en los márgenes.
¿Qué pasa con el dólar tras la rebaja?
En el mercado de divisas, el anuncio de Moody’s añadió una pequeña dosis de incertidumbre sobre el futuro del dólar.
Se vio una ligera depreciación de la moneda justo después del anuncio, reflejo de un ajuste en la percepción de riesgo país.
Pero no hubo pánico. El dólar sigue respaldado por fundamentos sólidos:
Una economía fuerte y profunda
Su rol central en el comercio y las finanzas globales
Y, sobre todo, la falta de alternativas reales con la misma liquidez y profundidad de mercado
Sí, algunos inversores podrían diversificar marginalmente hacia activos como el oro, el franco suizo o el yen. Pero el estatus del dólar como moneda de reserva mundial no está en juego a corto plazo.
Incluso Moody’s lo dejó claro en su propio informe: el papel del dólar y la solidez del mercado financiero estadounidense siguen siendo fortalezas clave. Y eso le da al gobierno una gran capacidad de financiación, a pesar del recorte de nota.
¿Y la bolsa? ¿Y la confianza?
En Wall Street, la reacción fue rápida, aunque sin estridencias. Las acciones estadounidenses corrigieron ligeramente y se notó un ambiente de mayor cautela entre los inversores.
El sector financiero —especialmente bancos y aseguradoras, que tienen mucha exposición a bonos del Tesoro— fue el más sensible. No tanto por una crisis inminente, sino por la posible erosión en la percepción de calidad de sus balances.
Aun así, la mayoría de analistas coincide en que el impacto directo en bolsa será limitado.
¿Por qué? Porque esta rebaja ya se descontaba en buena parte, y los mercados han aprendido a convivir con sustos crediticios. Lo que realmente puede mover el mercado no es la nota de Moody’s, sino si esto fuerza un cambio de actitud en Washington.
El verdadero riesgo está más adelante
Más allá de la reacción inmediata, lo que de verdad preocupa es el deterioro estructural.
Una nota más baja implica mayores costes financieros a futuro. Vale, pasar de AAA a AA+ apenas suma unos puntos básicos en la prima de riesgo, pero el problema está en la tendencia de fondo: la deuda crece más rápido que la economía, y si no se corrige, puede convertirse en una carga difícil de sostener.
Moody’s lanza una advertencia seria: si los déficits actuales se mantienen, los pagos de intereses podrían tragarse hasta un tercio del presupuesto federal en solo diez años.
Eso dejaría menos margen fiscal para cosas como infraestructura, educación o defensa, y forzaría ajustes más duros más adelante.
Y no solo eso: cuanto más alto es el nivel de deuda, más vulnerable es Estados Unidos a una subida de tipos.
Si la Fed mantiene tasas elevadas para controlar la inflación, o si los mercados exigen más rentabilidad por el riesgo, el coste de la deuda podría dispararse, alimentando un círculo vicioso de déficit y endeudamiento.
¿Y si el mundo empieza a mirar hacia otro lado?
Hay otro riesgo que va más allá de la economía doméstica: el papel internacional del dólar y de los bonos del Tesoro. Estos activos son el pilar central del sistema financiero global. Si los inversores internacionales empiezan a cuestionar su seguridad, podríamos ver un reajuste profundo en la arquitectura financiera internacional.
Algunos bancos centrales, como los de China y Japón, ya han empezado a diversificar sus reservas y a reducir ligeramente su exposición a deuda estadounidense.
De momento, es un movimiento discreto, pero si los indicadores fiscales siguen deteriorándose, esa tendencia podría acelerarse. No es un cambio inmediato, ni fácil. Pero es un factor que no conviene ignorar.
¿Puede Estados Unidos perder su liderazgo financiero?
La pregunta incomoda, pero ya está sobre la mesa. Una rebaja de rating no es solo una cuestión simbólica. También puede debilitar la influencia económica de Estados Unidos.
Afecta su capacidad de endeudarse en futuras crisis, su peso en negociaciones internacionales, e incluso encarece el costo de capital para sus empresas.
Y si la famosa “tasa libre de riesgo” (los rendimientos del Tesoro) sube de forma estructural, eso se traslada al día a día: hipotecas, préstamos estudiantiles, tarjetas de crédito… Todo se encarece.
Además, con menos margen fiscal, el país tiene menos capacidad de reacción ante futuras recesiones. Una economía con menos colchón, más expuesta a shocks.
¿Entonces… qué tan grave es?
Muchos economistas coinciden: Estados Unidos sigue teniendo cartas únicas.
La demanda global de activos en dólares sigue alta, y el país conserva lo que algunos llaman el “privilegio exorbitante”: puede endeudarse en su propia moneda y a bajo coste. Eso no lo tiene cualquiera.
Pero esa confianza no es infinita.
La propia Moody’s lo dijo claro: la calificación es estable “hasta nuevo aviso”.
Si no hay un plan creíble para estabilizar la deuda, podrían venir nuevas rebajas en los próximos años. Y ahí sí, el impacto sería más profundo. Y más difícil de revertir.
Mirando atrás: otras rebajas, otras lecciones
La decisión de Moody’s en 2025 es histórica, sí. Pero no nos toma del todo por sorpresa.
Hay precedentes clave que ayudan a entender cómo hemos llegado hasta aquí.
📉 S&P 2011: el primer golpe simbólico
Hasta agosto de 2011, Estados Unidos mantenía la triple A unánime. Todo cambió con una crisis política por el techo de deuda que dejó al país al borde del impago.
En ese contexto, Standard & Poor’s recortó la nota a AA+, citando no solo la deuda, sino la disfunción política en el Congreso.
Fue un shock global: las bolsas se desplomaron, el oro tocó máximos históricos… y curiosamente, los bonos del Tesoro aguantaron bien. Seguían siendo vistos como un refugio seguro.
A nivel político, hubo reacción: se aprobó la Budget Control Act, que impuso topes de gasto (el famoso sequester). Pero la polarización no desapareció. Y S&P nunca devolvió la triple A.
📉 Fitch 2023: la gobernanza en entredicho
Doce años después, en agosto de 2023, le tocó a Fitch. También bajó la nota a AA+, esta vez en plena repetición del drama del techo de deuda.
No hubo impago, pero Fitch miró más allá del corto plazo: la explosión de deuda post-pandemia, la erosión institucional (mencionaron incluso el asalto al Capitolio en 2021) y la amenaza constante de impago técnico.
La reacción de los mercados fue más contenida que en 2011, pero no pasó desapercibida. La Casa Blanca —con Joe Biden al mando— rechazó la decisión, tachándola de arbitraria.
Tampoco hubo grandes reformas después. Pero el mensaje quedó: la gobernabilidad fiscal de Estados Unidos ya no se da por sentada.
📉 Moody’s 2025: el cierre del círculo
Y ahora llega Moody’s, que durante más de un siglo mantuvo la triple A. Con esta decisión, las tres grandes agencias coinciden por primera vez: Estados Unidos ya no merece la nota máxima. El gesto es simbólico y confirmatorio. Y aunque llega después de S&P y Fitch, marca un antes y un después en la percepción internacional.
¿Lo curioso? Estados Unidos nunca ha dejado de pagar sus bonos. Su reputación como deudor sólido sigue ahí, aunque algo más gastada. Las tasas han subido, sí, pero más por la lucha contra la inflación que por dudas sobre su solvencia.
Hasta ahora, el país ha sabido absorber los golpes reputacionales y seguir financiándose.
¿Qué nos dicen estos episodios?
Las rebajas de 2011 y 2023 no provocaron una crisis, pero sí fueron advertencias claras.
En 2011 hubo cierto ajuste fiscal, pero duró poco. En 2023, el debate se reactivó, pero no pasó de ahí: mucho ruido y pocas reformas.
La rebaja de 2025, en cambio, llega en un momento más frágil: con una deuda récord, unos intereses que pesan como nunca y una polarización política que sigue bloqueando soluciones de fondo.
Quizás esta acumulación de señales termine por aumentar la presión pública.
Tal vez vuelvan a sonar ideas como la comisión Simpson-Bowles, aquel intento bipartidista de 2011 que murió antes de nacer. Pero la grieta ideológica sigue ahí:
¿Recortar gasto social o subir impuestos? Esa sigue siendo la gran pregunta sin respuesta.
En resumen
La rebaja de Moody’s es una más en una década de advertencias sobre la salud fiscal de Estados Unidos.
Cada episodio ha ido erosionando la confianza, pero también ha mostrado la resiliencia del sistema: la economía estadounidense sigue de pie, gracias a un estatus especial que ningún otro país tiene.
Ese privilegio, sin embargo, no es infinito.
La señal está sobre la mesa.
Ahora la cuestión es si Washington la escuchará a tiempo.
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USA pierde su calificación máxima de deuda, consecuencias.
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