En mi caso, y supongo que en el de muchos de los que estéis leyendo estas líneas, no me faltaba gente en mi familia que me repetía continuamente aquello de "para ser algo en esta vida, debes estudiar, sacarte una carrera y encontrar un buen trabajo". Hoy, ese dogma se ha convertido a la fuerza en el peor consejo que un niño puede recibir. ¿Cómo hemos llegado aquí?
Un aumento de la población en la clase media ha posibilitado que muchas de las personas que antes dejaban los estudios u optaban por otros caminos hayan dejado de hacerlo y no consideren otra opción. Pero tal cantidad de títulos, siguiendo la conocida ley de la oferta y la demanda, ha hecho caer en picado su valor: hay gente esgrimiendo dos o más títulos para conseguir destacar entre un montón de currículums por un puesto mediocre.
Antes, cuando no habían tantos títulos, su valor era evidente. Era una especie de garantía para conseguir un buen puesto. Un puesto de trabajo era considerado seguro, algo que permitía recibir una cantidad periódicamente con la que sobrevivir. Dentro de lo malo de tener que trabajar para otro (y hacerle rico), el poseer una carrera abría las puertas a una retribución generosa y con ella, en teoría, a una vida cómoda. Aunque para esto último sea necesario un mínimo conocimiento sobre finanzas personales que, por desgracia, no muchos tienen.
Hoy día, resulta mucho más recomendable dedicar el tiempo a conocer el mercado y a perderle el miedo para atreverse a algo que los españoles vemos con cierto pavor hasta el punto de que muchos lo descartan automáticamente: emprender un proyecto personal. Las herramientas disponibles hoy día (online, fuente abierta), las ayudas, etc. lo hacen mucho más fácil de lo que nunca ha sido. Y aún así, apenas hay un minúsculo porcentaje de parados que se aventuran a ello.
Todos queremos la seguridad de un sueldo fijo, aún a costa de pagar el alto precio de un trabajo que no gusta, que es de una pésima calidad y que está muy mal pagado. Esa pretendida seguridad viene del desconocimiento. De no saber cómo funciona el dinero, de no saber como funcionan los mercados, de no saber lo mínimo que se debe saber para perderle el terror que muchos tienen al cambio o a lo desconocido.
Vidas sólo tenemos una. Es una lástima vivirla limitada a cosas que no nos llenan por el simple hecho de seguir lo que hace la mayoría y no plantearse las cosas como realmente son.
La próxima vez que vayas a un centro comercial y entres en una tienda, fíjate en los encargados. No son los propietarios. Los propietarios reciben periódicamente los beneficios que aportan la gente que como tú y yo compramos alguna cosa, pero no le dedican apenas tiempo a su negocio: funciona solo. Esos encargados reciben un sueldo muy ajustado por su tiempo, pero posibilitan que el propietario reciba su dinero por su inversión inicial. Ese propietario, seguramente, estudió una carrera, pero en lugar de trabajar por cuenta ajena, pasó unos años de esfuerzo (seguramente menos de los que le costó la carrera) antes de empezar a contratar gente y conseguir que trabajasen para él. En esos años aprendió mucho más de lo que un trabajador aprenderá nunca sobre el dinero y tomó las decisiones oportunas.
Pocas cosas van a dar más seguridad que ser dueño de tu propio futuro y que no sea otro el que lo decida. Visto así, si eres joven decide en qué grupo quieres estar. Y si tienes hijos, decide en qué grupo quieres que acaben porque vas a ser tú quien más les influya. Y si te quedas en paro, no te limites a buscar como un desesperado quién vaya a contratarte: recuerda que siempre hay más opciones si las quieres ver.