Jornada de rebote la vivida hoy en los mercados de renta variable; pero ha sido un rebote tímido (comparado con la magnitud de las caídas registradas el pasado viernes y el lunes), y poco convincente (porque ninguno de los principales índices ha conseguido recuperar las zonas más inmediatas de soporte, ahora de resistencia).
Como hemos venido comentando en estas últimas jornadas, los mercados siguen en fase de digestión a corto plazo de la sorpresa que les ha supuesto la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea.
Todavía llevará al menos unos días más que la dinámica de fondo del mercado se vuelva más racional, aunque conviene no perder de vista que un gran inconveniente de esta nueva crisis que ha abierto el Brexit es el elevado nivel de incertidumbre que hoy por hoy rodea a sus futuras consecuencias geopolíticas, económicas y financieras, lo que dificulta en estos momentos poder establecer escenarios a medio y largo mínimamente fiables. Por ahora, el día a día manda y, en este contexto, es aconsejable el mantener por ahora un marcado sesgo de prudencia.
Puesto que esta nueva crisis tiene un importante componente político, las reacciones de las autoridades europeas en próximos días, semanas y meses están llamadas a jugar un papel crucial en la evolución de la misma. Es evidente que el Brexit ha puesto en cuestión a la Unión Europea y es sabido que en otros países como Francia, Holanda, Alemania e Italia, hay una mayoría de población que también quieren tener el mismo derecho que los ingleses a decidir sobre su continuidad en la UE.
Una crisis de este calado, sin precedentes en la Historia, exige cambios. En el caso de la Unión Europea, la disyuntiva es o dar un paso adelante para responder a esta crisis con una Europa más unida y cohesionada o, por el contrario, prepararse para su desintegración con relación a su configuración actual, de una forma más o menos ordenada. Y la realidad es que hoy por hoy no vemos a los países del núcleo duro en torno a Alemania dispuestos a financiar con sus impuestos los déficits públicos de la periferia ni a mutualizar sus deudas.
Por tanto, en estos primerísimos compases de esta crisis y con las dinámicas de fondo que han presidido la evolución de la Unión Europea en los últimos años, nos atrevemos a decir que la Unión Europea camina hacia su desintegración tal y como la conocemos hoy en día. Este proceso de desintegración bien podría concretarse a partir de un determinado momento oficialmente (de facto ya es así) en una Unión Europea a dos velocidades: el grupo de cabeza, liderado por Alemania y sus satélites, verdaderos garantes de la fortaleza y solvencia del euro como divisa única, y los países de la periferia, que quizás no tengan más remedio que acabar aceptando el volver a sus antiguas divisas u otra equivalente, dentro quizás de un sistema de tipo de cambio que conocemos como de “flotación sucia” respecto al euro (un tipo de cambio fijo oficial con unos límites de fluctuación máximo y mínimo respecto al tipo de cambio del euro).
En otras palabras, o la Unión Europea, y en particular la Eurozona, avanza decididamente hacia una unión presupuestaria o la unión monetaria acabará saltando por los aires más pronto o más tarde. La decisión está en manos de países como Holanda, Finlandia, Austria, Luxemburgo… y la misma Alemania que son los que tienen el dinero (España, Portugal, Italia y Grecia ponemos la deuda). ¿Y Francia? Francia es Francia…
Por tanto, en las próximas semanas y meses iremos viendo si los movimientos políticos en Europa van apuntando más hacia la cohesión o la desintegración de la Unión Europea a medio y largo plazo.
Mal empezamos con las declaraciones de hoy del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en las que afirmaba que, aunque haya que introducir algunos cambios, no hay nada esencial que cambiar. Pues eso, tiempo al tiempo…
