Buenos días,
Hoy la verdad que no estoy muy lúcido, no he descansado muy bien, no se si será la pulserita mágica, que me han endosado hace unos días o por que el duermevela constante en el que veo la tele antes de irme a dormir (Confieso que ayer vi GH, uno no es perfecto) , para volver a levantarme… bueno, lo que contaba ayer. Que ya estoy divagando.
No se por que será pero todos sabemos como los niños son adictos a los cuentos antes de irse a la cama, a los que nos ha tocado de cerca la exclavitud de “el último cuento por favor” al que los benjamines de la familia someten a los mayores saben muy bien de que hablo. El caso es que con este sueño que tengo precisamente me ha venido a la mente un viejo cuento chino que de vez en cuando releo, por lo trascendental del mensaje, como el de casi todos los cuentos. No obstante, los chinos son expertos en eso de ir un poco más allá e intentar ver donde no llegan los ojos.
Os dejo con el cuenta cuentos chino, y después hablamos de lo nuestro.
Dos monjes en el imperio Chi, tuvieron que hacer un largo trayecto en el que debería pasar junto al gran lago. Caminaron por días y días hasta que una vez que estuvieron bordeando el lago por un sendero, pudieron ver a lo lejos algo que se agitaba violentamente dentro del agua.
Los monjes corrieron acercándose hasta el lugar de donde venían los gritos. Es una mujer!, exclamo uno de los monjes, con cara de preocupación. Mientras tanto, el otro sin pensárselo dos veces, se tiro al lago rescatando a la mujer de una muerte segura al no saber nada. La sostuvo con sus brazos y la dejó en la orilla.
Horas después mientras los dos mojes seguían con su camino, el monje que no saltó a rescatar a la mujer, no pudiendo contenerse ni un instante más gritó a su compañero. ¿Por qué saltaste a por lo mujer? ¿no recuerdas que nos está prohibido tocar a mujer alguna? El otro sin tan siquiera volver la cabeza le contestó. Yo salve a la mujer y la dejé en la orilla, tú sin embargo todavía la tienes encima.
¿Qué podemos aprender de este cuento? Los monjes tenían una prohibición, tocar a mujer alguna. No obstante por circunstancias excepcionales uno de ellos tuvo que tomar una decisión que podría ir en contra de sus principios. Sin embargo, una vez tomada, no siguió dándole vueltas a lo sucedido, continuó con su camino. ¿Qué paso con el otro monje?, no solo no tomo la decisión, sino que no pudo parar de pensar en lo sucedido.
Sustituye monje por ti mismo y mujer por pérdidas y mira como la historia adquiere otro tinte. ¿Cuál es la prohibición de todo inversor?, tener pérdidas. Sin embargo esto no es más que una mezquina utopía. Todos tenemos pérdidas de una manera más o menos constante. ¿Qué puedes hacer entonces?, gestionar este conocimiento de lo que ya sabes que va a ocurrir. Tener pérdidas.
Así que la pregunta no debería ser si vas o no a tenerlas sino cuándo sucederá esto. De esta manera, será necesario que de vez en cuando bajes al lago a rescatar a tu querida amiga. Pero la lección está clara, una vez realizado esto no sigas dando más vueltas a la situación.
Sin embargo, tenemos la parte mala de la película con el comportamiento del otro monje. No tomar nunca pérdidas, ¿Qué significará esto?, que aunque te creas que por no ejecutarlas no existen, dejando correr una posición perdedora. Esta tarde o temprano, si no es hoy será mañana convertirá tu cuenta en un simple daño colateral de la falta de control de tus pérdidas.
Así, que ya sabes, si no sabes nadar, ves aprendiendo por que hay que tirarse al lago.