Chapulín Colorado
03/09/13 06:05
Ha comentado en el artículo Grabación de la charla sobre el Bitcoin
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Cuando el tedio parecía haber librado batalla ganadora ante los demacrados hematíes que recorren mis vasos sanguíneos abatidos irremisiblemente ya por la arteriosclerosis, en un golpe de fortuna, llega a mis ajados labios el elixir que aparca mi incipiente alzheimer e implosiona mis cataratas para que articule estas líneas con redoblado entusiasmo.
Pues no han llegado a leer mis ojos la misiva dirigida a Maese Llinares a fin de que se ciña en exclusiva al Análisis Técnico y desdeñe todo lo demás. En su propia casa. Sin condón. Usando como única vaselina el buenismo, el buenrollismo y la progresía.
Arguyendo que “sólo pide eso” tiene los arrestos necesarios para reprender al maestro por la incerteza de su base argumental en todo aquello que no le interesa. A fin de cuentas qué interés podría tener no sólo la esclavización de la población sino incluso su deshumanización y la aniquilación de su salud frente a tener repletas las faltriqueras.
Comprendo que deber ser muy cómodo que maese Llinares desarrolle las estrategias y, cuando haya beneficios, los méritos -que no el parné- sean repartidos en coautoría, mientras que los fracasos puedan atribuírsele a él en exclusiva.
Hasta el momento había observado varias tipologías de críticas:
- Las que se han vertebrado sobre inversiones poco afortunadas en función del momento de entrada, como las de la plata o las apuestas cruzadas en los mercados frumentarios.
- Las que aducen afanes mesiánicos a Llinares y la ausencia de crítica en el blog, atribuyendo un furibundo sectarismo a sus incondicionales acólitos.
- Aquellas que se centran en tratar de deslegitimar sus conocimientos sobre materias tales como la salud o la historia puesto que dinamitan sus dogmas inmutables y fuerzan ineluctablemente a un doloroso revisionismo. Debe ser muy duro aceptar para un médico alópata que está friendo sin aceite a un paciente indefenso ante un tratamiento de radioterapia. Aunque todo es relativo, quizá exponerle a la parienta del doctor que no hay guita para pagar la guardería de los niños o la letra de la berlina de ocho cilindros puede ser infinitamente más lacerante.
- Y, las más perversas, las reduccionistas. Estas no es que tengan mala leche, es que son botulismo concentrado. De la guisa “su gran aportación fue la renta fija” intentan minimizar el resto de sus saberes, a la vez que se atribuyen cierta superioridad intelectual al subirse a la atalaya desde donde se acotan las capacidades ajenas y con una sin par capacidad analítico-sintética se le atribuye misericordemente algún éxito parcial.
Como los records se consiguen para ser superados, he aquí la proeza. Ya ni siquiera hay que acrisolar lo que escribe el maestro, cuando se le puede requerir que escriba a la carta. Con dos cojones.
Llegado este punto me veo en la ineludible obligación de expresar que yo no comulgo con ruedas de molino con todo lo expresado por maese Llinares. No creo que nadie pueda tildarme de obsecuente: es más, como expresa Ibn Asad, la búsqueda de la verdad es ingrata, es incómoda, no gusta y supone innumerables renuncias.
Confío que con este comentario me granjee meritoriamente la animadversión de esta comunidad bloguera e, incluso, del cicerone de la misma. Desde mi enfoque, el maestro debe aún perseverar en lo referente a la comprensión de la esencia del dinero.
Su irrupción en el mundo de los metales preciosos ha sido abrupta, sin el tiempo necesario para cimentar un sistema estable sobre el que edificar una estructura sólida.
Bajo mi prisma, a la apreciación del oro y la plata como dinero real se puede llegar desde tres vías:
- Desde el academicismo. Como claro ejemplo tendríamos a Richard Cantillon, padre de la economía política moderna y metalista teórico por antonomasia.
- Desde el empirismo. Un ejemplo de lo anterior sería la augusta abuela de maese Llinares que prefería que su cosecha se la pagaran con duros de plata como eficaz método para superar la inflación.
- Desde el desengaño. Y aquí emplazaría al propio maese. En realidad, como buen ventajista profesional, no le gustan ni el oro ni la plata por sus costes de extracción, transformación, transporte, custodia, márgenes comerciales, impuestos y/o señoreajes. Pero los prefiere a casi todo lo demás, porque es históricamente el dinero que supone una mejor reserva de valor.
Y este camino no ha sido fácil. Ha dado muchos palos de ciego hasta aquilatar el peso específico de los metales preciosos en la historia monetaria y indisociable naturaleza como materia prima y dinero real, sin que aún tenga claro algunos de los conceptos nucleares ya que, amigo Llinares, el dinero es algo más que lo descrito en la güisquipedia -ésta se la debía por el nefando chascarrillo de la infanta de naranja-.
Recuerdo algún pasaje en que proponía las horas de trabajo como dinero. En otro, valoraba una fusión de las divisas euro y dolar atribuyéndole valor intrínseco debido a que cotizaría con deuda de las principales empresas. Incluso, para algunos, hizo un guiño a los bitcoños, aunque supongo que como venganza a los blogueros más reacios a aceptar el dinero real . Evidentemente hemos de disculparle esta serie de cándidos y ruborizantes desaguisados propios de un mozalbete asilvestrado. Digamos en su defensa que hasta el propio Newton tuvo sus desventuras en la Compañía del Mar del Sur.