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Mezcla de infantilidad con irresponsabilidad. Luis Garicano y Fdez.-Villaverde se despachan con Rajoy.

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Mezcla de infantilidad con irresponsabilidad. Luis Garicano y Fdez.-Villaverde se despachan con Rajoy.
Mezcla de infantilidad con irresponsabilidad. Luis Garicano y Fdez.-Villaverde se despachan con Rajoy.
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Mezcla de infantilidad con irresponsabilidad. Luis Garicano y Fdez.-Villaverde se despachan con Rajoy.

La incierta deriva de Rajoy: de 'popular' a populista.

Jesús Fernández-Villaverde* / Luis Garicano* - 21/12/2010
España se enfrenta a una encrucijada histórica. La crisis económica causada por el fin del boom inmobiliario y las turbulencias financieras han agudizado los problemas que nuestra economía venía arrastrando desde hace décadas, como la baja productividad o la regulación laboral, y han acercado al presente problemas como la sostenibilidad del sistema público de pensiones, que anteriormente parecían más lejanos. En ausencia de reformas profundas, de una regeneración radical de nuestra sociedad, nos enfrentamos de manera inexorable a una década (o más) de estancamiento y de pérdida de bienestar. Lo que es peor, generaciones de jóvenes españoles verán frustradas sus vidas, incapaces de encontrar empleos seguros y de formar familias, con las únicas alternativas de la dependencia cuasi-perpetua de sus padres o de la emigración al exterior.
Ante la necesidad imperativa de llevar a cabo estas profundas reformas, y las enormes dificultades para hacerlo que suponen sindicatos, baronías regionales, etc., nos ha sorprendido la evolución aparentemente inexorable del principal partido de la oposición de popular a populista. Cada día, al leer el periódico, vemos noticias que cuentan como el PP vota en contra de la congelación de las pensiones o de la reducción de sueldo de los funcionarios, no apoya el incremento de la edad de jubilación o tiene una actitud cuando menos equívoca con los desmanes de los controladores aéreos.
Entendemos que la posición a la que se enfrentan los dirigentes populares no es fácil. La crisis económica en España es mucho más seria de lo que habría podido ser por culpa del actual Gobierno, que malgastó los últimos años del boom inmobiliario, que rehusó a aceptar la existencia de la crisis hasta que no le quedo más remedio y que por mucho tiempo pensó que la salida de la misma pasaba por un incremento desbocado del gasto público. Por tanto, muchas de las medidas más dramáticas, como la congelación de las pensiones en el 2011, podrían haberse evitado con otra política y Mariano Rajoy y su equipo ven injusto el tener que asumir parte de la impopularidad que tales medidas acarrean.
Pero cuando uno está al borde del precipicio, como España está en estos momentos, quejarse de que tal situación no es culpa de uno y que por tanto no tiene que hacer nada al respecto es un ejercicio que mezcla infantilismo con irresponsabilidad. Las pitonisas electorales podrán concluir que tal actitud tiene réditos electorales, pero es un camino demasiado peligroso de recorrer para aquellos que dicen estar en política para defender los intereses de España. Además, como muestran los problemas que están sufriendo los LibDems ingleses a cuenta de su cambio de opinión sobre las matrículas universitarias, las promesas hechas a la ligera hoy condicionan las políticas de mañana.

Si solo fuera una conducta en el corto plazo, centrada en temas como la congelación de las pensiones, quizás deberíamos mirar hacia otro lado: la política es lo que tiene y uno ha de ser realista. Sin embargo, muchas de estas conductas denotan un problema mucho más de fondo, mucho más sustancial que el escuchar demasiado a menudo al sociólogo experto en encuestas.
Tomemos el caso del retraso de la edad de jubilación a los 67 años. El sistema público de pensiones español lleva arrastrando desde hace décadas un problema de sostenibilidad implícito causado por el dramático cambio demográfico que estamos experimentando. La necesidad de retrasar la edad de jubilación existe desde la década de los 90 del siglo pasado y por unos motivos u otros nunca se ha afrontado, como todos los organismos internacionales, incluida ayer mismo la OCDE, nos lo recuerdan. La crisis económica únicamente nos está forzando aquí a hacer algo que teníamos que completar de todas maneras. Los errores del Gobierno no son la causa del cambio de la edad de jubilación y frases como la de Tomás de Burgos -“Para hacer la reforma de pensiones que necesita España no hace falta ampliar la edad de jubilación legal. Nosotros apostamos por incentivar que de forma voluntaria se pueda continuar más allá de los 65”- son para nosotros profundamente incomprensibles.
Pero no solo es la posición con respecto a las pensiones la que nos parece incomprensible. Miremos aquellas situaciones donde el PP tiene un poder de decisión más directo. ¿Se entiende la lista de 11 consejeros, todos ellos más o menos políticos, que Cajamadrid propone para el consejo del banco del SIP con Bancaja y otras entidades? ¿Se entiende la demanda contra los administradores del Banco de España en la CCM? ¿Se entiende el nivel de endeudamiento del Ayuntamiento de Madrid o de la Comunidad Valenciana? Todas estas medidas nos hacen temer que la demagogia de las pensiones sea la prueba de una enfermedad mucho más seria que el electoralismo cortoplacista: el populismo, el todo es gratis, el vayamos despreocupadamente por el camino más fácil, el la culpa la tienen los demás, usted no tiene que hacer nada costoso.
Al comenzar el 2011, España necesita más que nunca reformar sus administraciones públicas y su sociedad, romper con las barreras que maniatan al país y que hipotecan el futuro de las generaciones más jóvenes. Esta regeneración no vendrá por reducir el número de coches oficiales o similares medidas de austeridad. Aunque estas son necesarias (y a nosotros nos molesta el despilfarro como al que más), los verdaderos cambios que tenemos que afrontar, desde la educación a las pensiones, de la Sanidad al mercado de trabajo, de la fiscalidad a la política de innovación, son mucho, mucho más sustanciales que medidas decorativas. Solo aquellos que están dispuestos a afrontar estos cambios de verdad y a tener la honestidad de decirlo claramente merecen gobernarnos. España no necesita populismo. España necesita regeneración.

*Jesús Fernández-Villaverde, University of Pennsylvania
*Luis Garicano, London School of Economics

http://www.elconfidencial.com/tribuna/incierta-deriva-rajoy-popular-populista-20101221-6778.html

Un buen toque de atención.

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