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RASGO DE BUEN HUMOR
¿Y qué? ¿Será posible que nosotros
Tanto amemos la gloria y sus fulgores,
La ciencia y sus placeres,
Que olvidemos por eso los amores,
Y más que los amores, las mujeres?
¿Seremos tan ridículos y necios
Que por no darle celos a la ciencia,
No hablemos de los ojos de Dolores,
De la dulce sonrisa de Clemencia,
Y de aquella que, tierna y seductora,
Aún no hace un cuarto de hora todavía,
Con su boca de aurora,
«No te vayas tan pronto», nos decía.
¿Seremos tan ingratos y tan crueles,
Y tan duros y esquivos con las bellas,
Que no alcemos la copa
Brindando a la salud de todas ellas?
Yo, a lo menos por mí, protesto y juro
Que si al irme trepando en la escalera
Que a la gloria encamina,
La gloria me dijera:
—Sube, que aquí te espera
La que tanto te halaga y te fascina;
Y a la vez una chica me gritara:
—Baje usted, que lo aguardo aquí en la esquina,
Lo juro, lo protesto y lo repito:
Si sucediera semejante historia,
A riesgo de pasar por un bendito,
Primero iba a la esquina que a la gloria.
Porque será muy tonto
Cambiar una corona por un beso;
Mas como yo de sabio no presumo,
Me atengo a lo que soy, de carne y hueso,
Y prefiero los besos y no el humo,
Que al fin, al fin, la gloria no es más que eso.
Por lo demás, señores,
¿Quién será aquel que al ir para la escuela
Con su libro de texto bajo el brazo,
No se olvidó de Lucio o de Robredo
Por seguir, paso a paso,
A alguna que nos hizo con el dedo
Una seña de amor, así... al acaso?
¿O bien, que aprovechando la sordera
De la obesa mamá que la acompaña,
Nos dice: ¡No me sigas!
Porque mamá me pega y me regaña?
¿Y quién no ha consentido
En separarse del objeto amado
Con tal de no mirarlo contundido?
¿Quién será aquél, en fin, que no ha sentido
Latir su corazón enamorado,
Y a quién, más que el café, no ha desvelado
El café de no ser correspondido?
Al aire, pues, señores,
Lancemos nuestros hurras por las bellas,
Por sus gracias, sus chistes, sus amores,
Sus perros y sus gatos y sus flores,
Y cuanto tiene relación con ellas.
Al aire nuestros hurras
De las criaturas por el ser divino,
Por la mitad del hombre,
Por el género humano femenino.
Manuel Acuña
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.