Qué hace falta parta ser Ministro... de Industria
En la hora del adios, empieza a verse el trabajo, lo hecho y lo no hecho.
artículo interesante en EL CONFIDENCIAL
http://www.elconfidencial.com/noticias/noticia.asp?id=16684&edicion=30/08/2006
Derribos Montilla
@Carlos Sánchez
Miércoles, 30 de agosto de 2006
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Decía Maquiavelo que el príncipe, por encima de todo, debe ingeniárselas para parecer ‘grande e ilustre en cada uno de sus actos’. Ni lo uno ni otro. Montilla abandona el Ministerio de Industria por la puerta de atrás. Su obra ni ha sido grande ni mucho menos ilustre. Pasará a la Historia como uno de los peores ministros de Industria de la democracia. Sólo comparable a Alberto Oliart, cuya nefasta gestión es casi, casi, imbatible. Incluso peor que aquel ministro de Industria que dijo que la mejor política industrial era la que no existía (¿Aranzadi?). Ni siquiera Anna Birulés –que ya es decir- lo hizo peor en su calidad de ministra de Ciencia y Tecnología, aquel invento que se sacó de la manga Aznar no se sabe muy bien con qué objetivo.
Montilla deja el paseo de la Castellana con el ministerio patas arriba. Manga por hombro. En el área industrial no es que haya cometido errores. Es que simplemente no ha hecho nada. Los seis observatorios industriales puestos en marcha hace más de un año no son más que un diagnóstico de la situación; pero no se puede hablar con propiedad de que este país cuente con una estrategia industrial. Ni buena ni mala. Simplemente, no la tiene.
Del área de Comercio es mejor no hablar. Si no fuera porque España forma parte del euro, hace tiempo que la moneda hubiera sido devaluada. Pedro Solbes tuvo que depreciar la peseta varias veces en los años 90 con menos desequilibrios que los que acredita en estos momentos la economía española.
En cuanto a las telecomunicaciones, qué se puede pensar de un país que presume de ser la octava economía del mundo pero que cuenta con uno de los peores registros entre las naciones desarrolladas sobre penetración de las nuevas tecnologías, tal y como destacan, por cierto, los informes gubernamentales elaborados por Miguel Sebastián. Un país, en definitiva, en el que en términos reales los costes de las telecomunicaciones se encuentran entre los más altos del mundo industrializado.
¿Y en el área de energía? Sólo con haber seguido el drama en mil actos de las opas de Gas Natural y E.ON sobre Endesa, cualquier observador se habrá dado cuenta de que algo falla en este país cuando el titular de Industria se implica de hoz y coz en el proyecto, y cuando hay que ponerle el cascabel al gato (vetando la oferta por razones estratégicas) -como le gustaba decir a Montilla- decide hacer mutis por el foro. En esta área su gestión ha sido tan mala que es muy probable que la eléctrica alemana vaya a quedarse con el 40% del sistema eléctrico español “por la cara” -sin apenas requisitos-si al final, y como todo parece indicar, la Comisión Europea echa para atrás las famosas 19 condiciones aprobadas el 28 de julio por la Comisión Nacional de la Energía.
¿Es Montilla es único culpable de tamaños disparates? Es evidente que no. El anterior Gobierno tiene una importante cuota de responsabilidad en asuntos como el escaso avance de la Sociedad de la Información o la pérdida de competitividad que han generado las elevadas tasas de inflación. Pero dicho esto, lo que no tienen sentido es que Zapatero eligiera como ministro de Industria a alguien que compatibilizó el puesto con el cargo de primer secretario de los socialistas catalanes en unos momentos en los que se discutía con extrema ansiedad –y hasta crueldad- el nuevo Estatut de Cataluña.
De aquellos polvos vienen estos lodos. Montilla -que es una persona con la cabeza bien amueblada- ha tirado por la borda su seny (que no es un atributo exclusivo de los nacidos en Cataluña) en aras de querer ser lo que no es. Un político tramposo y cínico.