Especialmente en estos tiempos convulsos, uno se pregunta si está en el negocio correcto, o se tendría que plantear buscar nuevos horizontes.
En esta búsqueda, y después de la experiencia de ver la evolución de muchos clientes por mi profesión de abogado, he podido trazar lo que serían los rasgos que debería reunir “el negocio perfecto”.
Los temas relacionados con el negocio inmobiliario tienen ciclos muy fuertes, como hemos visto en los últimos años. Cuando cambia el ciclo, no hay forma de vender ningún activo, y la crisis del negocio puede dar al traste no sólo con la economía personal sino también con la salud y las ilusiones.
Los negocios detallistas, con tiendas físicas, requieren muchas horas de apertura. Además, por muy bien que funcione un comercio, si le sitúan otro cerca, el negocio se va al traste, especialmente, si es un competidor potente.
Los servicios personales como consultores, médicos o abogados, tienen la limitación del tiempo. Uno vende su tiempo (y su experiencia y conocimiento, por supuesto) que al final se convierte en una limitación. Se acaban realizando jornadas extenuantes.
El negocio perfecto, posiblemente no exista, pero estas son algunas de las características que debería reunir:
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El negocio perfecto vende su producto en todo el mundo: no está limitado a una zona ni a un país. De esta manera, cuando unos países están en crisis, podemos mantener nuestras ventas en otros, consiguiendo así estabilidad y equilibrio.
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Los productos no pueden ser fácilmente sustituidos ni copiados. Debe tener barreras de protección que normalmente serán patentes o “copyright”.
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La demanda del producto es “inelástica”: ajustar en el precio unos euros arriba o abajo no es importante para el consumidor, que no puede hacer comparaciones. El consumidor compra igualmente el producto, cueste 25 o 40 euros.
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El negocio perfecto no necesita mucho personal. Las ayudas necesarias se subcontratan con otras empresas o asistentes “virtuales”. Una plantilla mínima da mayor flexibilidad y estabilidad al negocio.
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El negocio perfecto no requiere grandes inversiones ni en instalaciones, ni equipos.
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El negocio perfecto cobra “cash” o incluso, antes de servir, de manera que no es necesario un gran capital circulante.
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Es fácilmente trasladable: para poder vivir en el sitio que deseamos sin que esto nos afecte al negocio.
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El negocio perfecto, satisface tus gustos, aficiones o valores. El trabajo hecho con gusto lleva a la excelencia. Satisface tus necesidades intelectuales. Trabajar se convierte en un placer, más que en una obligación.
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El negocio perfecto, no está sujeto a regulaciones legales que pueden ser un auténtico quebradero de cabeza. Un cambio legal puede dar al traste con el negocio, como ha ocurrido en España con el tema de la energía solar.
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En el negocio perfecto, no vendemos nuestro tiempo, como ocurre con médicos, o asesores. Esto permite que nuestros ingresos sean mayores, y además, que podamos tener tiempo libre para nosotros.
En resumen, estas son las características del negocio perfecto. Es difícil encontrarlo, pero si al menos tenemos estas referencias, podremos comparar con nuestra cruda realidad. ¿Conoces algún negocio perfecto?
Juan Carlos Burguera. www.BurgueraAbogados.com