NOVECENTO O POR QUÉ EL SOCIALISMO NOS HIZO MEJORES
11-07-11
Ya no nos acordamos, pero nosotros fuimos socialistas.
En una acalorada tarde de sábado del mes de Julio en esta meseta extrema que es Madrid, uno puede realizar inesperados viajes en el tiempo, y todo gracias a una gran película de cine.
Nos referimos a Novecento, que narra la Italia rural y terrateniente desde 1900, a 1945, cuando finaliza la II Guerra Mundial.
Película pasmosa en su perfección, porque nada falla: el guión, los personajes, los actores, la fotografía, la música, el montaje, el vestuario. Una obra maestra estrenada en 1977 y que no sólo ha envejecido muy bien, sino que aumenta todavía su leyenda, al menos para nuestro gusto.
Hay obras de arte tan sugerentes, tan perfectas, que encadenan a varias generaciones a la observación de una realidad que hasta entonces desconocían. Un solo plano secuencia de Novecento explica más (y mejor) que miles libros de Historia.
El primer descubrimiento que nos regala Novecento es observar que la Italia rural de principios del siglo XX era tan parecida a la equiparable Rusia de la misma época, tan bien descrita en las novelas y cuentos de Tolstoi, siempre presente un sufrido y vejado mujik.
La situación de los campesinos de Novecento no puede ser peor: dependientes de un patrón que les explota mediante unas relaciones cuasi medievales, hasta casi con derecho de pernada, su pobreza es máxima, rozando la hambruna cuando por algún meteorito como el viento o el granizo, se arruina toda la cosecha.
Ya no sólo hay hambre y miseria en esos desesperados campesinos, sino que tienen que soportar a un patrón que vive ocioso en su opulencia. Tal contraste hace todavía más penosa la vida de los campesinos, porque es una humillación diaria trabajar para que otros malgasten el dinero en fiestas y lujoso vestuario.
Por esas fechas, el socialismo va calando imparable por toda Europa, poco a poco, como una mancha invisible pero cierta.
El principal valor histórico del socialismo es descubrir una realidad injusta e inaceptable. Abre los ojos de los humillados, y les da una esperanza. Les despierta de su histórica anestesia, de su sufrido limbo, de su coma generacional, porque así lo aceptaron sus padres de sus abuelos, y sus abuelos de sus tatarabuelos. El socialismo es sobre todo una nueva forma de ver la realidad.
Parte del principio el socialismo de que todos somos iguales, y que el hecho de haber tenido la fortuna de recibir una herencia, no debe determinar el destino y la libertad de un hombre.
Porque no hay nada que esclavice más que la pobreza (acaso y sólo, la enfermedad grave y cuando se es dependiente esclavice todavía más). Pero pobreza de verdad: repartir un poco de trigo entre seis personas de una familia, algunos niños pequeños que lloran desconsolados de hambre, y entonces el padre, como único remedio para trascender a esa penosa situación, sólo puede tocar su flauta, porque el menos el aliento con el que la toca, es gratis, es suyo mientras siga vivo y respirando, y nadie le puede escamotear ese aliento, ni siquiera el tiránico patrón.
El socialismo nos hizo mejores porque despertó nuestras conciencias. Y los que nunca fuimos campesinos en la Italia de principios del siglo XX, despertamos horrorizados al observar que existe un mundo paralelo y desconocido del que nadie nunca nos habló.
El socialismo ha sido el más fuerte e influyente hecho en la Historia reciente, sólo por detrás de las maravillas postuladas por el cristianismo (no por Roma). A lo mejor el socialismo es una especie de cristianismo actualizado y laico en alguno de sus postulados.
Consiguió el socialismo que las relaciones entre capital y trabajo, entre patrono y campesino, cambiaran para siempre y de forma definitiva, siendo éstas más justas, más humanas, más solidarias, más cristianas en definitiva.
No hubiera sido por el socialismo y todos seríamos peores personas.
Ya que uno hace lo que aprende, lo que le enseñan los mayores, los patronos seguirían siendo unos déspotas sin escrúpulos, y los campesinos seguirían aceptando con resignación su miserable destino.
Gracias socialismo, por haber hecho un mundo mejor y más justo.