LAS CUARENTONAS (O MÁS)
24-04-10
Las cuarentonas (o más) son la secreta miel de una colmena oculta.
Sólo los más sabios (o los más pacientes) llegan a probar esa miel.
Los demás, que se jodan. No saben lo que se pierden.
Hoy, en tomando en una terraza un aperitivo y en esperando a que nuestro hijo saliera del gimnasio, hemos asistido al inesperado espectáculo de unas tres cuarentonas con sus tontos maridos.
Los maridos de las cuarentonas, por definición, son bobos. Siempre hay excepciones, claro. Por ejemplo, nosotros. Esperamos que también algunos de ustedes.
De la misma manera que las chicas adolescentes aparecen más maduras, más hechas como personas, comparadas con sus compañeros de la misma edad, así las cuarentonas parecen más jóvenes, más inteligentes, más bellas, que sus normalmente barrigudos maridos.
No sabemos si es porque la mujer cuarentona, burguesa y con tiempo y dinero para ir a un Spa o a la peluquería o a su clase de pádel o a la manicura/pedicura, se cuida más que el hombre cuarentón. O es por una rara genética.
Pero es obvio, o a lo mejor son nuestros ojos de cuarentón, que la mujer, a no ser que sea una malvada y una arpía (A partir de cierta edad, uno tiene la cara que se merece, dijo Wilde), alcanza la plenitud de su belleza y su atractivo cuando es cuarentona (o más).
Antes de los cuarenta, la mujer es tan sólo un proyecto de mujer, un esbozo insinuado de lo que podría llegar a ser.
Antes de sus cuarenta años, acostarse con una mujer es una forma de pederastia, una violación.
La cuarentona ya es normalmente madre, uno de los secretos de su belleza.
Las mujeres, siempre muy autocríticas consigo mismas, se lamentan de la hechura y el rigor y el temple de sus carnes, después de haber tenido hijos y haber alcanzado la cuarentonía.
Piensan ellas: Se me cae todo: las tetas, la barriga, el culo y hasta las rodillas, por mucho que vaya al gimnasio.
Las equivocadas ellas, se comparan con mujeres mucho más jóvenes, y desesperan ante el espejo mañanero, donde desde luego no hay foto shop. Error en la comparación.
Aquél creativo inventor que inventara un espejo de baño con foto shop incluido y automático, ganaría una fortuna. Una buena idea para un invento. Que inventen ellos!
Después de leer la prensa de papel del día (El Mundo y el ABC, dos diarios de ultraderecha, como dirían algunos iluminados/sectarios/izquierdados), hemos paladeado en la terraza solada y soleada nuestro vino crianza, acompañado con dos jureles pequeños que nos han puesto de tapita nuestros ya conocidos y educados camareros, uno rumano y el otro de Ecuador o por ahí, que la Geografía nunca ha sido nuestro fuerte, coño.
Hemos observado las tres parejas de tardíos (late) cuarentones.
Mientras que sus insulsos maridos nos parecían un coche viejo y desconchado, sus respectivas mujeres nos parecían unos coches clásicos relucidos y como nuevos, así como un Aston Martin de 1962, por decir algo, que no entendemos mucho de coches.
Estaban solas las parejas, sin niños pequeños que te dan el coñazo en el aperitivo, porque les supusimos hijos adolescentes y con planes alternativos e independientes para una mañana de domingo.
Ellas, las tres, aparecían joviales, bien vestidas, pulcras, incluso aéreas. Probablemente las tres tendrían las tetas caídas, pero eso ni se veía y además no importaba.
Ellos, los tres, aparecían serios, mal vestidos, sin afeitar, y desde luego muy terrestres, nada aéreos, en todo caso airados y no aireados. Probablemente los tres tendrían la barriga caída, de tanta cerveza y Telepizza para ver el fútbol. Pero eso sí que se veía y además importa, ya que un hombre barrigudo no es un hombre, es un orangután (los orangutanes son muy barrigudos y desde luego peludos y pelotudos).
La cuarentona es la mujer en su plenitud. Con habilidad, cuidado y genética, puede extender esa plenitud y atractivo mucho más allá de los cuarenta.
Adoramos a las cuarentonas. Nada aprecia más una mujer cuarentona que uno se fije en el atractivo que sólo la edad y la experiencia otorgan, y que uno obvie e ignore las imperfecciones naturales de acuerdo con un falso y artificial y comercial canon de belleza.
Saludos, cuarentonas (o más): el mundo es por fin vuestro.