LAS PATILLAS
22-11-10
A nosotros nos gusta ir contracorriente. Y no porque tengamos vocación de salmones. No.
A propósito de salmones, el domingo vimos un documental del estupendo Eduardo Punset, que hablaba de la necesidad de comer mucho Omega 3 para estimular el cerebro, y así prevenir su envejecimiento. Y decía que no hay ningún otro alimento que contenga más Omega 3 que el salmón fresco. Ni vegetal ni la soja, ahora tan de moda, ni nada de nada. Encima es bastante barato. Preferimos el salmón noruego. No sabemos por qué, ya que todavía confundimos Noruega con Suecia. Será porque hemos visto un anuncio reciente en la tele sobre las bondades del salmón noruego. De los suecos o de por ahí, no hemos visto ningún otro anuncio. Pues que se jodan los suecos, por no hacer marketing o como se diga. Comeremos salmón noruego.
Uno ya tiene una edad que prefiere que le estimulen el cerebro que otra cosa. Da más satisfacciones y menos problemas, y exige menos compromiso, que te estimulen el cerebro. Eso.
Ya les hemos dicho a nuestra mujer y a nuestra madre que queremos comer salmón fresco al menos tres veces por semana. En el fondo, y es uno de nuestros secretos más escondidos, somos muy influenciables, muy permeables a la publicidad si está bien hecha (nos creemos todo, oye, como los niños pequeños) y muy impresionables con los documentales, si estimamos que son buenos, así como de la BBC, NG o de Eduardo Punset, que nos encanta cómo habla, con ese suave y elegante acento catalán y moviendo todo el rato las manos como un pájaro sin alas. Sus alas son sus brazos. Su aéreo vuelo es su fina inteligencia. Apreciamos de verdad a este hombre, con ese estilo casual e intelectual de profesor de universidad de Boston.
Pues sí, nos gusta a veces ir contracorriente y no ser políticamente correctos, aunque a veces nos avergoncemos y sonrojemos luego con las paridas y tonterías que soltamos en alguna de nuestras columnas.
Coño: al menos cabreamos un poco a la peña, llamamos un ratito la atención, y todos felices y contentos, o no. Si alguien nos quiere cabrear, pues que escriba una contra columna. Y así habría una entretenida y nada cruenta guerra de columnas. Sería como una lucha de plumas, en lugar de una peligrosa lucha de espadas, que eso ya lo hicimos de niños y como que se nos ha pasado la edad de jugar con espadas.
Tomás Gómez (TG), el recién elegido candidato socialista a la CA de Madrid, llevaba unas hermosas patillas largas hasta las elecciones primarias. Su asesor de imagen le debió aconsejar que unas clásicas y más discretas patillas cortas le darían una imagen más apropiada para sus posibles votantes.
Ha sido TG cortarse sus patillas, y nosotros empezar a dejárnoslas largas.
Al principio fue un poco por distracción y por pereza. Y así, la patilla derecha siempre nos quedaba más larga cuando nos afeitábamos, error que corregía mensualmente nuestro peluquero.
Será porque a lo mejor queremos cambiar de look, como se dice ahora de forma pedante; será porque nos hemos visto más favorecidos con las patillas más largas; será porque nos hemos fijado en los pijos jóvenes de Madrid, que siempre van con las mejores tías, tienen los mejores coches, y ya hemos dicho que nosotros somos muy influenciables; o será porque nos sale de los cojones.
El caso es que nos vamos a dejar las patillas todavía más largas, y hasta la altura del lóbulo de nuestras grandes (Dumbo) pero correctas orejas, como un amigo pijo y bien informado nos ha dicho que hay que dejárselas.
Obviamente, tenemos el temor a parecernos a unos Curro Jiménez, o unos gitanos tratantes de ganado o de otras cosas más pequeñas e ilegales (y con nuestro sincero cariño hacia ellos. Qué sería del flamenco sin los gitanos!).
Precisamente mañana, ya tenemos hora con nuestro peluquero. Se va a sorprender porque le vamos a pedir lo contrario que siempre le habíamos solicitado: que nos arregle un poco las patillas, pero que no las corte, que la queremos largas, y más largas todavía que las queremos.
Ya veremos nosotros y nuestras nuevas y largas patillas. A ver cómo nos quedan y si nadie que apreciemos nos llama la atención y nos regaña. Lo bueno de dejarse las patillas largas, es que te las puedes cortar en cualquier momento. La operación al revés, es más difícil.
Las patillas largas, o cuando el hombre maduro se convierte en un hombre todavía más gilipollas.
Qué se le va hacer.
Serán cosas de la pitopausia.