LA POLÍTICA, PARA QUÉ?
14-10-10
Dicen que Lenin dijo: La libertad, para qué?
Menudo pájaro. Entre él, las teorías de Marx y el terrorismo de Estado de Stalin, arruinaron la vida de varias generaciones de rusos (y otros mucho pueblos), ese pueblo misterioso de espíritu eslavo que sólo se puede comprender un poco leyendo a Tolstoi o Dostoievski.
Dice el diccionario que política es el arte referente al gobierno de los Estados. Y una mierda que la política es un arte. Vamos a intentar demostrar por qué.
Es posible que la idea original de la política fuera en sí misma deseable: el gobierno de los mejores. Entonces, los políticos eran elegidos, si no formalmente, gracias a sus capacidades y virtudes: inteligencia, cultura, formación, capacidad de trabajo y esfuerzo, solidaridad, generosidad y honradez. Podríamos decir que eran hombres virtuosos a la manera clásica, y no a la manera católica, que se mete tanto en la vida privada de las personas hasta que consigue que uno se sienta culpable por no lavarse los dientes una noche. No digamos si eres infiel a tu pareja, por ejemplo. Te vas al infierno directo.
Montaigne fue un claro caso de político virtuoso: rico de familia, siempre fue honrado porque ni se le ocurría (ni lo necesitaba) robar. Además, tenía la formación, la inteligencia y la capacidad para ser el mejor político, y eso que la política en nada le gustaba, porque él tan sólo quería escribir sus Ensayos en su torreón/biblioteca.
Que no se nos malentienda. Los tiempos han cambiado afortunadamente, y hubo una Revolución Francesa, que hizo (de una manera un poco violenta, eso sí) que todos los humanos fuéramos iguales, al menos en teoría.
Ahora cualquiera, y aún de miserable y pobre cuna, puede llegar a ser el más virtuoso político. Todo dependerá no ya de su cuna y las oportunidades que ha tenido, sino de su verdadera naturaleza: si en verdad es una persona generosa, desprendida y solidaria que sólo piensa en el bien común y no en el bien y en el peculio propio.
Hoy en día, al menos en España, es todo lo contrario: sólo los menos inteligentes, los menos formados, los menos cultos, los menos trabajadores, los menos solidarios, los menos generosos y los menos honrados, se dedican a la política como exclusiva forma de vida. Y aquí incluimos a todos los partidos.
En esta afirmación, aseveración y generalización, siempre hay excepciones. Claro que sí, pero muy pocas.
La excusa del político actual para tapar/encubrir todas sus miserias más arriba descritas, es buscarse una ideología, una doctrina, un algo.
De la misma manera que en general un delincuente tiene siempre un motivo/excusa para delinquir (avaricia, celos, envidia), el político también se busca un motivo para justificar su mediocre naturaleza. Algo tiene que hacer el político consigo mismo, porque sabe que fuera de la política se moriría literalmente de hambre, tan incapaz es.
Así el político se ampara en nebulosas y muy generales y no confirmables promesas. Si cuela, le votan. Si no cuela, pues no le votan. Y así elección tras elección.
El político sólo se acuerda del ciudadano en dos ocasiones: cada mes de junio y el IRPF, porque vive del dinero del contribuyente; y cada vez que hay elecciones. Mientras, el ciudadano es una bestia de carga, una mula, que lo único que hace es trabajar y pagar impuesto tras impuesto, hasta que los políticos se llevan el 60% o más de su renta bruta.
Los ciudadanos no necesitamos la política. Para qué? Para que nos engañen año tras año y nos hagan trabajar como burros para financiar una casta política ladrona, vaga y mediocre, y encima luego nos quede una mísera pensión?
Los ciudadanos necesitamos buenos, honrados, apolíticos y bien pagados gestores, como en la empresa privada. Dónde está hoy la excelencia? En la empresa privada, y no como en tiempos de Montaigne, que estaba al servicio de lo público.
Un país es como una familia. Eso lo sabemos todos con la crisis. Los recursos, sean públicos o privados, siempre son limitados. Si uno gasta más de lo que ingresa, a la larga va a tener muchos problemas.
Sólo los buenos gestores y técnicos, sin más ideología que la llevanza de una contabilidad equilibrada en ingresos y gastos; con incluso una sensible reducción de impuestos para que el propio ciudadano dinamizara la economía con su gasto y ahorro; con una muy eficiente utilización de unos recursos públicos limitados; y todo ello basado en los principios del milenario Derecho Natural de la solidaridad e igualdad, principios que no pertenecen en exclusiva a ninguna ideología o doctrina, sólo esos gestores podrían administrar un país como se podría administrar la mejor y más feliz familia.
La política, para qué? Los políticos, para qué?
Qué pena que ya no sean tiempos como los de la Revolución Francesa. Muchos de ellos irían a la Bastilla.