DE LA GÜELGA GENERAL
30-09-10
Ayer íbamos a escribir una columna sobre la güelga general, pero enseguida nos aburrimos y desistimos. Aún así, vamos a recuperar una frase de la no columna, un no nasciturus de columna.
Decíamos: La silicona es lo que se ponen los sindicalistas liberados en el culo para que se dejen violar/atropellar por el capital que reciben todos los meses por no trabajar.
Queríamos hacer una columna sobre la güelga y al final casi la hacemos sobre la silicona, esa cosa que no sólo sirve para que los piquetes informativos inutilicen cajeros automáticos y cerraduras de los comercios de probos y humildes comerciantes que malviven con la crisis, sino que además es utilizada por las hembras para tener unas más grandes pero feas y artificiales tetas.
Menuda grima da tocar unas tetas rellenadas de silicona. No se lo recomendamos, la verdad. A uno se le va todo el rollo y lo que desea es salir corriendo a toda prisa. Por no hablar de la polla, que se esconde y se achica como un humano caracol. Señoras, por favor: dejen de gastar dinero en los gilipollas de cirujanos plásticos, no arriesguen su salud y acéptense como son. Si os queremos igual, con silicona o sin ella. Y si están deprimidas y con falta de afecto y estima, pues cómprense ustedes un inútil y centésimo bolso, que siempre es algo socorrido y hasta genera endorfinas.
Ahora resulta que los sindicalistas liberados son los verdaderos capitalistas, porque reciben un capital todos los meses sin trabajar, como los antiguos capitalistas de finales del siglo XIX o así: gordos, ufanos y con un apestoso puro en la boca. Capitalista es aquél que recibe un capital sin trabajar.
Como sospechábamos, la güelga ha sido una mierda pinchada en un palo o no. Lo del palo es lo de menos. Lo importante es lo de la mierda.
La izquierdona va camino de perdición, de disolución. Demasiado tiempo viviendo del cuento, de la verdadera legitimidad moral de la auténtica izquierda: solidaria, generosa, distributiva y hasta transitiva (los verbos transitivos siempre son más importantes, no sabemos por qué).
La izquierdona toma prestada la bandera de la legítima izquierda. Como un travesti, o hasta un transexual, se viste con sus admirables ropajes: aquellos que históricamente han hecho más dignos a los hombres: más justos, más equitativos, más humanos en definitiva, olvidada ya la depredación de la primigenia ley del más fuerte, o el más avaricioso, o el más explotador.
Como un hábil estafador o impostor, la izquierdona suplanta a la izquierda.
No hubiera sido por la izquierda, y este mundo que conocemos, que se degrada día a día con el cambio climático (pobres osos polares!. Siempre que pensamos en el cambio climático nos acordamos de ellos, quizás porque nos recuerden a nuestro polar y dorado perro labrador), hubiera sido muy distinto: más violento, más hostil, menos justo.
La izquierdona, de la que los sindicalistas liberados son sus más catetos, horteras y analfabetos representantes (joder: no hay por dónde cogerlos), ha gobernado España los últimos seis años. Y ya vemos los brillantes resultados: unas tasas de desempleo inconcebibles y que provocan espanto y estupor; un déficit brutal, que casi se lleva por medio a todo un continente y a toda una moneda bien chula y práctica como el euro; y todo un país humillado, asustado y desvertebrado por un mal gobierno y una interesada, tramposa y oportunista gestión.
La güelga general de ayer es síntoma de algo. Su convocatoria y nulo seguimiento en muchos sectores (y en los que lo hubo, fue a base de la violencia, el chantaje y el abuso mafioso de los llamados piquetes informativos), nos da la medida de muchas cosas: el españolito ha descubierto por fin la falacia de una izquierdona que se ha apropiado de las bellas propuestas de la izquierda histórica (hasta el cristianismo, en su Ética, es izquierda), pero no para desarrollarlas, sino como una simple pantalla que amplifica su sed de poder y dinero.
De la misma manera que la izquierdona española ha aprovechado ladinamente ese déficit de libertad y democracia que España ha padecido en comparación con los treinta años de adelanto que nos llevaban los países europeos después de la II Guerra Mundial, así y ahora, y después de otros treinta años, el españolito es más sabio y menos impresionable por los vanos y fatuos ropajes de la izquierdona.
Izquierdona: ya no cuela. Todavía no lo sabéis, pero la güelga general de ayer ha supuesto el principio de vuestro fin: basta ya de intentar aparentar ser de izquierdas, cuando en verdad sois peor que cualquier derecha.
Que os den bien por el culo, con silicona o no.