EL HOMBRE FLORERO
20-08-10
Es un biotipo menos acostumbrado y frecuente que la mujer florero, pero existe el hombre florero.
El gran Henry James escribió dos novelas (Retrato de una dama y La copa dorada) en las que había dos hombres floreros. La verdad es que nos quedamos con el príncipe italiano arruinado que se casa con la multimillonaria heredera norteamericana de La copa dorada. No nos imaginamos nada más elegante que un príncipe italiano arruinado.
Henry James, que nació en NY pero que nosotros hacíamos de Boston (una de la grandes ciudades del mundo, junto a Madrid, Barcelona, París y Londres, que lo malo es que está llena de estreñidos ingleses. No nos extraña, con lo mal que comen. Ni Fat Duck –que ha sustituido a El Bulli como el mejor restaurante del mundo en esos estúpidos rankings- ni leches. En Londres te tienes que ir a comer a un restaurante étnico para comer algo decente. Con lo poco que a nosotros nos gustan las etnias –ya tenemos bastante con soportar la etnia política española-, y comer algo raro y picante como la comida india, con su maldito curry. Despreciamos lo picante en comiendo, pues anestesia nuestro paladar. Hablando de ciudades, Praga nos parece una ciudad de papel y cartón para enamorados. Cuando estás enamorado, todo te parece bien, hasta Praga. Nos quedamos mil veces con la bulliciosa Budapest. Más al Este –ay San Petesburgo-, no hemos ido. A ver si nos enamoramos de nuevo y nos camelamos a alguna desprevenida que nos pague el viaje) es el sumo sacerdote de la prosa en inglés. Tan feliz y acertada frase no es nuestra, sino de un afamado crítico literario, que encima es judío aunque no lleve una de esas pequeñas boinas. Ser crítico literario y judío da como empaque a la cosa.
Al igual que la mujer florero, el hombre florero (también se podría llamar hombre paragüero, por ejemplo) no tiene un duro. Lo más probable es que incluso tenga muchas deudas, debido a vicios como el juego o así, ya que es un hombre esencialmente ocioso (y vicioso), y alguien dijo que el ocio es la madre de todos los vicios. Pobres madres. Cómo se meten con ellas.
El sueño de un hombre florero es dar un buen braguetazo, y vivir de una mujer rica, sin ningún remordimiento ni mala conciencia, y aunque de forma injusta, socialmente está muy mal visto eso de vivir a expensas de una mujer.
La mujer, como animal más evolucionado y superviviente innata a la teórica superioridad física del hombre (ay el maltrato doméstico o como lo llamen. Qué plaga, qué horror. Cuándo se acabará?), controla la vida de un hombre sin que éste lo sepa. Todas las familias son grandes matriarcados, y los hombres servimos para bien poco, como traer dinero a casa. Poco más.
Sólo hay un momento en el que la mujer es débil y está expuesta a los caprichos del hombre: cuando se enamora, y a lo mejor ese amor no es correspondido, o no es correspondido como a la mujer le gustaría. Entonces, la todopoderosa mujer, es un simple juguete en manos del macho, y más le vale que ese macho tenga algo de corazón, porque si no la mujer podría padecer las veleidades y las típicas inconstancias masculinas, y padecerlas durante toda un vida y jamás recuperarse. Eso lo llamamos nosotros las cosas del querer, que nunca nadie ha sido capaz de explicar. Quizás solo Tolstoi, con su enorme Anna Karénina, y Marcel Proust (uno de los libros de su gran novela se titula Las intermitencias del corazón) hayan sido de los pocos en acercarse a dibujar ese misterio que es el amor.
Ya hemos dicho que los hombres florero están muy mal vistos socialmente, no sólo por las mujeres, sino los propios hombres también desprecian al hombre florero.
Pues nosotros vamos a hacer una pequeña reivindicación del hombre florero. Pequeña y breve, porque el tema no nos estimula mucho.
Vivir de una mujer rica tampoco está tan mal. Te conviertes en su mascota, como si fueras un caniche. Anda que no hay caniches que viven de puta madre y reciben todo los mimos y cuidado de su ama.
Es mentira que el hombre florero no tenga un trabajo. Su trabajo es cuidar y acompañar a su ama, y hacerle la vida lo mejor posible, como por ejemplo llevarle las maletas. Si lo hombres de todas formas les tenemos que llevar a las mujeres las maletas, pues que nos paguen por ello.
Lo malo de ser hombre florero es que la mujer exige fidelidad. Qué manía tienen las mujeres con la fidelidad, con lo divertido que es la infidelidad.
La verdad es que los hombres no tenemos madera para ser hombres florero. A lo mejor somos demasiado orgullosos, o simplemente pensamos que si a veces no podemos soportar a nuestras mujeres, como sería si fueran ellas quienes tuvieran la pasta. Un horror.
El hombre florero, o cuando el hombre es un simple caniche en manos de una mujer. Pues va a ser que no.