LA TRISTEZA POST COITUM
16-08-10
Nos da pereza consultar nuestro viejo diccionario de latín, que cría telarañas. Es una de nuestras frustraciones, recuperar el poco latín que sabíamos, y mejorarlo. Mola eso de saber leer latín, y así cuando lees a Montaigne, no tienes que recurrir a las traducciones a pie de página de las casi infinitas citas de los clásicos que realiza. Es uno de nuestros buenos propósitos de primeros de años (además de dejar de fumar, comer y beber menos y ser al menos un poquito más fieles a nuestra mujer), estudiar latín. Obviamente, todos los años lo incumplimos.
La expresión tristeza post coitum se la vamos a adjudicar a un teólogo, ni más ni menos que a Santo Tomás. Seguramente nos equivocamos, pero nuestra frágil memoria nos dice que esta expresión fue acuñada por tan aristotélico filósofo.
Siempre nos hemos hecho un lío con San Pablo, San Agustín y Santo Tomás. Entonces por lo visto proliferaban mucho los santos, y era más fácil serlo.
El día que hicieron santo a Escribá de Balaguer, diciendo que había hecho al menos dos milagros (cuando los milagros no existen), perdimos nuestro ya casi escaso respeto por la Iglesia de Roma, y por su vedette principal, el Papa. Nos parece que nos vamos a convertir al luteranismo o así. Lo malo es que Lutero nos cae todavía peor. No digamos el calvinista de Calvino, interruptor del encendido de muchas hogueras.
Bueno, ya nos hemos un poco los anti papistas. Basta, que si no el personal cristiano y creyente se nos mosquea. Si nuestra creyente y practicante madre leyera esto, nos deshereda, o al menos una buena bofetada nos llevábamos. La ventaja es que escribimos (y siempre escribiremos), con seudónimo, y no para hacernos los interesantes, sino porque es más cómodo así.
Las mujeres desconocen la tristeza que nos entra a los hombres después de un coito (vamos a decir coito, porque polvo suena como menos científico y más ordinario y menos romántico).
Ellas piensan que no les queremos después de un coito. Pues no, si les queremos, pero también queremos que nos dejen un rato en paz.
Ellas se ponen más cariñosas, dulces, agradables, agradecidas y contentas que nunca, sobre todo si el coito ha ido bien: la hemos tenido bien dura durante todo el proceso, y hemos aguantado el debido tiempo, como en las pelis porno, que están horas coiteando. Qué pereza. Eso no es sexo, es una gimnasia muy aburrida.
Por lo visto, la principal función fisiológica del macho es coitear, con una o con muchas hembras. Eso depende de cada cultura y de cada uno. Allá cada uno con sus coitos. Así, si nuestra principal tarea es el coito, la naturaleza nos ha regalado un mecanismo natural que se llama período refractario, que es el período que el hombre necesita para recuperarse entre coito y coito.
Es una verdad indudable que con la edad el período refractario del hombre se va a largando. Por eso algunas maduras, pre o post menopáusicas, se los buscan bien jovencitos, porque en el fondo son unas salidas y temen que el arroz (y las ganas de coito) se les termine pasando.
Las mujeres a veces no respetan el sagrado y natural período refractario del hombre. Se creen que nuestra polla es como una grúa de juguete, que la levantas a tu voluntad y apretando un botón. Pues no. Nosotros, que sepamos, no tenemos ningún botón en ningún sitio, y ya somos lo suficientemente mayorcitos como para no conocer bien nuestra anatomía.
La tristeza post coitum es más bien una sensación de vacío (no en vano hemos regalado a la mujer toda nuestra semillas. Y hacer semillas cuesta un güevo -o los dos- y consume mucha energía). Nos sentimos desmadejados, flojos, un poco tristes y con unas irresistibles ganas de dormir una siesta, no importa la hora del día.
Es lógico. La naturaleza es muy sabia, y nos manda el período refractario para que nos recuperemos entre coito y coito.
Lo malo de un buen coito, es que la mujer se acostumbra, y quiere repetirlo enseguida, ya que ella no tiene período refractario, sino todo lo contrario. Se ponen todavía más cachondas y cariñosas.
Señoras: respeten por favor nuestra tristeza post coitum. Les queremos mucho, incluso más que antes del coito, pero por favor: déjennos dormir.
La tristeza post coitum, o cuando el macho necesita descansar. A ver si nos enteramos, señoras, y tengan ustedes un poco de paciencia e indulgencia, que todo lo bueno termina por llegar.