LA MOVILIDAD
04-08-10
Nacemos sin movilidad, y morimos inmóviles. La inmovilidad podría sugerir muerte, pero resulta que hay vida sin movilidad.
Como machos alfa de este planeta (la especie humana, la superior, arriba del todo en la cúspide de la famosa cadena alimenticia) que lo estamos aniquilando poco a poco (menos mal que ya existe una fuerte y muy extendida conciencia ecológica, sin tener que ser necesariamente para ello un ecologista profesional y gilipollas, con rastas y fumando porros, y viviendo del cuento de las subvenciones, sin trabajar de verdad, y encima izquierdones), nacemos tan frágiles y prematuros que estamos unos doce meses sin poder caminar.
Tanta leche de especie superior, y un bebé recién nacido en la sabana africana no duraría ni dos telediarios de Matías Prats, al contrario que animales como los ñus o las gacelas, que a los pocos minutos de nacer ya pueden correr, y ponerse fuera del alcance de una leona, por ejemplo, no así de un guepardo, que son muy rápidos, y que era nuestro animal favorito, allá de muy niños cuando nos leímos entera Fauna (manda güevos, unos diez tomos. Ya entonces éramos unos friquis. Quién sabe, a lo mejor eso nos improntó para siempre nuestro irremediable gusto por la lectura, además de otras sagradas aficiones posteriores como la comida, la bebida y las mujeres), la enciclopedia de Salvat dirigida por el memorable Félix Rodríguez de la Fuente, que hacía algunas trampillas en el rodaje (ahora no permitidas por los documentalistas más serios tipo BBC o National Geographic), pero nos da igual.
Vaya. Ya nos estamos yendo por los cerros del Serengueti, divagando y haciendo frases y párrafos largos con muchos paréntesis, a lo Juan Benet. Una prueba de lectura para nuestros ya innumerables y fieles lectores. Coño, que se esfuercen por un día, que uno no va a escribir todos los días corto y claro, como cuando bebemos mucha agua y meamos claro, y así nos reímos del boticario.
Al grano (o a la columna), que se nos ha ido media columna diciendo gilipolleces.
Uno no aprecia su movilidad, hasta que la pierde. Nos levantamos por la mañana sin ayuda, y desayunamos y nos duchamos y paseamos el perro y conducimos y cogemos el metro (lo menos posible. No es de nuestros sitios favoritos, la verdad. Preferimos el taxi, y así charlamos un poco con los taxistas, y tomamos el pulso a la nación y a la bolsa).
Somos móviles, independientes, libres, y ni siquiera pensamos en ello.
Nosotros no sabíamos que el mayor regalo de la naturaleza, no es por ejemplo tener una polla muy grande, y, sobre todo, incansable y muy fiable. No. El mayor don que nos ha dado la naturaleza es la movilidad.
Cuando nuestro padre (ya polvo, más polvo enamorado) perdió su movilidad, descubrimos con horror lo que es no tener movilidad, autonomía, pero dependencia, sufrimiento y humillación. Y depender de otros, en muchos casos ni hijos ni familia, porque hay muchas familias que huyen de los viejos enfermos, y los abandonan a la suerte de un geriátrico, o al cuidado de un pobre inmigrante sin papeles al que pagan una miseria por cuidar noche y día a un enfermo sin movilidad, uno de los trabajos más duros que conocemos.
La inmovilidad de nuestro padre, su dependencia de una silla de ruedas, nos asustó tanto, que nos prometimos cuidar nuestro cuerpo de la mejor manera posible, cosa que hacemos a medias y a rachas, por cierto.
Muchos de los que hoy vemos por la calle (a lo mejor nosotros mismos), seremos algún día inmóviles: nos costará cada día más caminar, hasta que acabemos en una silla de ruedas, y entonces todo nuestro cuerpo se irá atrofiando poco a poco, y no activaremos la benéfica y necesaria circulación sanguínea, e iremos perdiendo la fuerza, y hasta nos haremos menos inmunes por la falta de ejercicio, y, por tanto, falta de apetito, y así un resfriado se convertirá en una aviesa y mortal neumonía.
El simple hecho de caminar, nos da la vida, y no lo sabemos. No es necesario ser un vigoréxico de gimnasio a lo Aznar (menudo bobo. A la vejez viruela). No. Se trata de cuidarnos un poco para que podamos caminar y vivir solos y autónomos, y si es posible hasta el día antes de nuestra segura muerte.
La movilidad o la mejor y más valiosa joya que tenemos, y ni siquiera lo sabemos.
Ay de quien se convierta en inmóvil y viejo . Entonces no necesitará todavía morirse para saber lo que es el cristiano infierno.