EL CAMBIO CLIMÁTICO
27-03-09
Ahora todo el mundo habla del cambio climático. Yo, que conste, reciclo todo: papel, envases, vidrio, plástico y hasta los preservativos, que los tiro en los contenedores amarillos, después de haberlos usado varias veces, por ahorrar, ya que los suelo poner en la lavadora, en un programa corto, y quedan bastante bien los preservativos.
Por eso yo no soy sospechoso de no cuidar el medio ambiente, todo lo contrario, porque no creo que muchos ecologistas reciclen sus preservativos. Tanto hablar y tanto manifestarse, y al final se las ve la fuerza por la boca, o por el preservativo. No os fiéis de los ecologistas que no reciclan sus preservativos. Es un consejo.
No creo que Al Gore, que va de chulo y de premio Nobel por el cambio climático, recicle sus preservativos. Para empezar, está más gordo y fondón que el juez Garzón, que ya es decir: tanto viaje, tanta conferencia sin cobrar nada y tanto trabajo como tiene, genera bastante estrés, y a veces el estrés engorda. Se lo perdonamos al juez Garzón, porque no sé qué haría España y el mundo sin él. Volveríamos a la época de las cavernas o así. Pero a Al Gore no se lo perdonamos.
Yo no soy científico, afortunadamente, porque los científicos no ligan nada: están todo el día en sus laboratorios, y ni siquiera ligan con otras científicas. Yo creo que ligan con ratones o bichos así. Pues qué divertido. Eso no me gusta a mí: los ratones, al campo. El único ratón que me cae bien es Mickey Mouse, aunque siempre me han gustado más el pato Donald, y, sobre todo, Pluto, porque me gustan mucho los perros. A mí, en general, me gustan más los dibujos animados que las personas: las personas como Al Gore o Garzón, me refiero. No os escandalicéis: alguien dijo que amaba más a un árbol que a las personas, y no ocurrió nada. Yo creo que un perro es más entretenido que un árbol: te ladra, mueve la cola, lo llevas a la veterinaria (las veterinarias sí que me gustan), le haces cosquillas en la barriga (al perro, no a la veterinaria). Yo una vez estuve un buen rato haciendo cosquillas a un árbol que tengo en el jardín, y no hizo nada, ni se movió. Le hablé y le puse música, y nada. Yo creo que eso de que hay que hablarle a los árboles y a las plantas para que crezcan más y estén contentos, es una trola.
Yo pienso en mi hijos, y casi en mis nietos, que todavía no los tengo, cuando reflexiono sobre el cambio climático. Yo hago lo que puedo. Hay dos cosas que no puedo evitar, y me vais a perdonar: mis gases y el humo de los cigarrillos de mi mujer. Ella fuma mucho, y yo, desde pequeño, he tenido muchos gases, da igual lo que coma. Tantos gases tengo que, a veces, cuando estoy en mi tumbona con el perro al lado, y no me puedo aguantar, el cachondo de mi perro se las pira y se va al jardín a tomar el aire. Mi perro es un finolis.
No creo que entre mis gases y el humo de los cigarrillos de mi mujer, seamos nosotros los responsables del cambio climático por las emisiones de Co2. El otro día me llamaron de Kioto, y me pegué un buen susto, la verdad. Falsa alarma: era un videojuego que había encargado mi hijo. Ya me imaginaba yo esposado por el juez Garzón, por culpa de mis gases.
Yo, como vivo en Madrid a unos 650 metros sobre el nivel del mar, no me pienso creer lo del cambio climático hasta que vea el mar desde Madrid. Aunque no soy científico, no soy tan tonto y tan crédulo: todas las mañanas miro el horizonte desde Madrid, y no veo ni rastro del mar, aunque sea la hora de la pleamar, que significa marea alta.
Lo del cambio climático: otra trola, igual que tener que hablar a los árboles y a las plantas.