EL IDEAL ROMÁNTICO Y EL IDEAL SEXUAL
16-01-12
Las mujeres dan sexo para obtener cariño. Los hombres dan cariño para obtener sexo, dijo alguien. Pues eso.
La mal llamada guerra de sexos, milenaria y hasta millonaria en años de evolución, se origina en la elección de distintos ideales por los dos distintos géneros: la mujer, imagina el ideal romántico; el hombre, el ideal sexual.
No es una elección racional, sino hormonal: las mujeres, y aunque nunca lleguen a ser madres, tienen encastrado en su ADN el deseo de reproducción. También hacen otras cosas, como comprarse bolsos caros inútiles, pero eso ahora no cuenta y no viene al caso.
Los hombres tienen subordinado (y secuestrado) su libre albedrío también por las hormonas, muy otras: esas que les hacen ser peludos y que les crezca la barba, y que les impelen ver películas de acción y tiros y jugar a videojuegos violentos, y no cortarse las uñas de los pies por ejemplo, meterse el dedo en la nariz, roncar, rascarse un poco los peludos güevos y hasta aromatizar el aire, con gran placer propio, con aéreas pero invisibles flatulencias.
La diferencia entre una mujer y un hombre se podría resumir en esto: mientras las mujeres se compran un bolso, el hombre se tira (o se coge) un pedo. También se tira otras, entretanto.
Bendita diversidad, entre hombres y mujeres! Si no, sería muy aburrido.
Nos fascinan las parejas bien avenidas. Nos enternecen ver por la calle esos matrimonios ya sesentones (o más) cogidos de la mano y hasta abrazados y sonrientes, orgullosos el uno del otro, como si no existiera nada ni nadie más.
Son parejas que han hecho un imposible evolutivo, una excepción científica, un caso muy raro entre un millón: superadas las diferencias genéticas y hormonales, hombre y mujer a base de amor, han sabido aunar sus dos ideales tan dispares: el ideal sexual y el ideal romántico.
Es verdad que con la convivencia y la rutina todo ideal se desacraliza: el romántico y el sexual.
La mujer se acostumbra a aceptar al padre de sus hijos, tal y como es: un ser cada vez menos sexual, y cada vez más abuela sin serlo y sin nietos.
La mujer, después de haber criado a sus hijos y con el complejo del nido vacío, es una abuela, y aunque nunca llegue a tener nietos.
El hombre, después de haber no criado a sus hijos, es un gilipollas, como siempre lo fue. Y punto.
La Naturaleza y la evolución han dotado a las mujeres de dos dones, que a su vez pueden ser su salvación o su perdición: sus extraordinarias sensibilidad y empatía. De estos dos dones proviene el ideal romántico: la sensibilidad que hace que su cabeza y su corazón funcionen a un ritmo impensable para el más racional hombre; y la empatía, que le ha sido otorgada con la función primordial de criar y cuidar a las crías, y en anticipando la Naturaleza la inconstancia y desidia del padre en su función de educación y protección.
El hombre, en el fondo, es un ser subsidiario a la mujer. No sólo la mujer pare el hombre, y la figura de la madre siempre estará muy presente en él (de ahí las relaciones tan complejas entre suegra/nuera, no así tanto entre suegro/yerno, que son capaces hasta irse de putas juntos, conocemos casos).
Además, la mujer tiene la llave del sexo, llave que a veces pierde o simplemente tira al fondo del mar.
Salvo excepciones de ninfomaníacas, que dicen que existen como las gallegas meigas, pero que nunca hemos visto, la mujer une su sexualidad a su sensibilidad. Y construye su ideal romántico, que, claro, casi nunca aparece. Y cuando aparece pero con ciertas excepciones o defectos de origen o fábrica, la mujer comete el error de creer que ella sola puede cambiar las costumbres de su hombre, cuando ni siquiera millones de años de evolución han podido.
Si no puede Darwin, van a poder cambiarnos las mujeres. Anda ya.
El ideal romántico femenino y el ideal sexual masculino, o por qué las mujeres y los hombres nos peleamos y nos divorciamos tanto.
Con lo fácil que sería que la mujer se dejara follar y punto.