La economía española enfila el camino directo de la recesión económica en uno de los peores escenarios posibles: inflación, crisis, déficit de liquidez y de solvencia. Vayamos por partes, la inflación interanual de marzo subió dos décimas, hasta el 4,6%, según el dato adelantado ayer por el INE. Son siete meses seguidos de subidas que han llevado a España a su mayor espiral inflacionista desde 1994. Y no cabe echarle la culpa tan sólo al petróleo, porque la inflación subyacente, la que golpea más duro en las clases bajas, también está desbocada. Resulta obvio que sus consecuencias sobre el poder adquisitivo de las familias será drástica y fulminante. Por poner un ejemplo, la venta de coches este marzo se desplomó un 30%. Por otro lado, del gobernador del Banco de España, ha recortado hasta el 2,5% el crecimiento para este año y posiblemente no sea el último tijerazo del año. Asimismo, en un alarde de sinceridad reconoció que "la banca española es sólida pero no inmune a las turbulencias... y que la situación se puede complicar”. Pues bien, esperemos que estas palabras de reconocimiento de la gravedad de la situación y otras alarmas que a diario se van encendiendo, surtan su efecto y que en breve, los cómplices de la inacción, del que aquí no pasa nada y amantes de la teoría de que los problemas se resuelven aplicando un poco de política monetaria, dejen paso a los auténticos tecnócratas que arreglen, en lo que puedan, el desaguisado de nuestra economía, adoptando de una vez por todas las medidas que tocan cuando un país se encuentra abocado en una flagrante situación de recesión económica