Obviamente las expectativas no son nada halagüeñas y tan sólo nos queda cruzar apuestas de cuando se sobrepasará la barrera psicológica de los 3 millones de parados; seguramente será al poco de empezar 2009. Lo peor de todo es que tras esta cifra tan abrumadora se esconden los mismos millones de dramas personales. Esta es un película que desgraciadamente ya vimos a comienzos de los 90, ahora tan solo nos queda por preguntarnos como la soportarán especialmente dos tipos de colectivos: aquellas familias muy endeudadas y la población inmigrante a la que el paro azota con dureza (sólo en la construcción han sufrido un incremento del 101,4% de parados en el último año) y que carecen de ayudas familiares para capearla.
Lo más triste de todo es que hay poco que hacer, las cartas ya están echadas y tan sólo nos queda verlas venir, como mucho toca en ir pensando en agilizar e incrementar las dotaciones por subsidios. A ello habría que añadirle otros datos macroeconómicos que se han ido conociendo estos días y que asustan hasta al más optimista: caída de las ventas en el comercio (más del 5% y eso a pesar de que ha sido una temporada de rebajas con descuentos muy generosos), hundimiento de las ventas de automóviles (más del 40%, el segundo más intenso de la historia, tras el de enero del año 1993) y la crisis inmobiliaria, por supuesto (las preventas de pisos se han desplomado un 80%).
En fin, al comienzo de esta legislatura se habló del objetivo del pleno empleo, ahora todo ello suena como una broma macabra; nos encaminamos a un descalabro sin precedentes. Nos hemos pasado más de una década engordando, que no creciendo, y ahora nos llega nuestro San Martín.