El deterioro en la actividad económica general está siendo brutal. No hace ni unos días que entramos técnicamente en recesión y el país ya anda totalmente quebrado y deprimido con la que ya está cayendo. Y si bien el último trimestre de 2008 la cosa ya iba muy torcida, no ha sido hasta el pasado mes de enero que se ha producido el gran descalabro. Y no sólo nos referimos a los pésimos datos macroeconómicos que se han dado a conocer los últimos días, sino más bien en el sentimiento que reina a pie de calle. Muchos responsables de PYMES's reconocen que su facturación en el último mes se ha desplomado hasta mínimos históricos, con caídas superiores al 50%-60% respecto al año pasado. Y lo poco que se factura se tiene que hacer con mucho tiento porque la morosidad e insolvencia están al orden del día.
Visto lo visto, el verdadero azote de esta crisis la van a encajar las PYMES. A estas alturas de la fiesta ya nada les ha quedado que llevarse a la boca. Abandonadas a su suerte por su limitada capacidad de chantajear al Gobierno en la obtención de cualquier tipo de prebenda como sí hacen otros sectores como los de la construcción, automóvil o transportistas, su lucha por la supervivencia será atroz. De momento el nerviosismo se ha extendido entre muchas PYMES y las primeras tomas de decisiones de este principio de año han sido del estilo de reducción drástica de costes, congelación salarial y supresión de bonus, no renovación contratos de trabajo y empezar a acometer despidos para cuadrar las cuentas. Los últimos currantes en entrar (en muchos casos los más motivados y productivos pero que son los más baratos de echar), serán los primeros en caer. Vaya, que reciben los de siempre.
En los próximos meses asistiremos a una sangría constante de PYMES que cerrarán (se habla de casi 200.000), pero que no serán noticia en el Telediario porque sus trabajadores ni cortan carreteras, ni paralizan el tráfico en las ciudades o porque los políticos y sindicatos de turno no se hacen la foto a su lado. Colas de trabajadores que con los bolsillos vacíos y sin hacer ruido desfilarán sin parar por las colas de INEM. Un problema de primera magnitud que será una tragedia social de imprevisibles consecuencias cuando en los próximos meses más de 300.000 personas hayan ya consumido todo su desempleo. Si el Gobierno no quiere tener una rebelión social de primera magnitud ya puede ir pensando en sacar un decreto que alargue las prestaciones de paro.
Y todo con ello, la nota humorística de la jornada la puso ayer la patronal madrileña, que con más de 4 millones reales de parados encima de la mesa, saltó a la palestra quejándose que en España despedir resulta caro. Pues menos mal, porque de ser barato ya nos hubieran echado a todos del trabajo.
Y mientras, este mismo Gobierno sigue sin enterarse de nada, poniendo parches y pretendiendo reactivar una economía con la misma receta que nos han llevado a engordar en la última década, que no creciendo: vuelta al endeudamiento, tanto público como privado, más ladrillo y a seguir recibiendo guiris. Ni palabra de cambio de modelo productivo. Hay quién no quiere enterarse que estamos inmersos en una crisis sistémica y que tanto despilfarro de dinero público en planes B de nula eficacia en un momento en que hay dificultad en colocar nuestros bonos en el extranjero es algo que podemos acabar pagando muy caro. De momento, la próxima emisión de bonos a 10 años supondrán un sobrecoste de 770 millones de euros para el erario público . Ojalá tan solo se quede en esto y lo podamos devolver todo en 2019.
