Hace poco recibo llamada telefónica:
-Digame
-¿Sr.Jaumet?
-Sí.
- Le llamo del Banco XXXXXX (donde tienen mi hipoteca). Le ofrecemos un seguro de accidentes para que cobre si está hospitalizado o tiene un accidente.
-Lo siento, pero no me interesa.
-Es que nuestro seguro tal, tal, tal, tal.....
-Estoy cubierto, no me interesa.
-¿es que no se preocupa por lo que le pueda pasar? Nuestro seguro bla, bla, bla....
-Mire, no me interesa, tengo una Correduría de Seguros y yo ya me encargo de cubrir mis necesidades....
-Pero es que nuestro seguro.....bla, bla, bla.....
-Perdone...¿Sabe usted lo que es una Correduría de Seguros?.....
-Pero es que nuestro seguro bla, bla, bla.......
Finalmente colgué.
Lo triste es que recibí esta llamada hace dos o tres días del banco, como he dicho, con el que tengo mi hipoteca, y hace unos meses recibí otra llamada, esa vez desde el banco a través del cual gestino mi trabajo con un diálogo calcado.
La culpa no es de los teleoperadores que nos llaman y contra los que no tengo absolutamente nada (pienso que tienen un trabajo muy duro y poco gratificante), sino de quienes les mandan hacer ese trabajo. Esas personas que me llamaron no tenían la más mínima idea de lo que es un seguro, no creo que supieran del seguro más que lo que debían estar leyendo desde sus pantallas y siguiendo su guión, todo esto me lleva a pensar que la formación ha brillado por su ausencia.
Me sabe muy mal que se produzcan hechos como estos, porque junto con otros que en diferentes entradas iré comentando contribuyen a desprestigiar a mi profesión que tanto me gusta y tanto le debo. Por suerte, la mayoría de la mediación profesional, compuesta por agentes exclusivos, vinculados y corredores de seguros estamos bastante mejor formados y conocemos perfectamente lo que aconsejamos.