La situación, y más en los tiempos que corren, es habitual en muchas empresas: llega un vencimiento y no ha llegado el cobro necesario para cubrirlo. Sabemos que el cobro tiene que llegar, probablemente el mismo día del pago, o un par de días después. Es un cobro seguro. Se trata de aguantar un poco, de pedir un favor al director del banco y que nos deje un par de días la cuenta al descubierto.
A partir de ese momento, empiezan los cálculos. El director financiero/administrativo o contable con gerencia o con los "jefes". Cálculo del importe del descubierto, de los días que puede quedarse, de los intereses de demora, de la comisión por reclamación, de la comisión por descubierto. Suma de importes, calculadora en mano, importe anualizado, TAE, etc.
Finalmente se llega a una cifra. Esa cifra se analiza con el futuro cobro y se llega a la conclusión de que, vale, es caro, pero se puede soportar puesto que el margen de la venta por la que esperamos el cobro es suficiente y, esperemos, va a ser sólo esta vez, o, a lo mucho, una más, hasta que llegue el gran cobro o éstos tengan la periodicidad que debe.
A por ello pues, una semana con la cuenta al descubierto pero situación salvada.
¿Si?, ¿realmente?.
Muchas veces, los encargados de las finanzas o la tesorería de la empresa se meten (nos mentemos) en un mundo de números del cual no somos capaces de salir, ni de mirar más allá. Los números salen, pues adelante.
Sin embargo, tenemos una variable que se nos olvida y que, en los tiempos que corren deberíamos tener en cuenta: nuestra reputación.
¿Qué ocurre cuando no cumplimos un pago?. A partir de ese momento, aunque no las veamos, aunque no sean físicas, se encienden un montón de alarmas. Desde la entidad bancaria a la que hemos dejado al descubierto o al proveedor al que le hemos pedido que retrase su cobro un par de días. Nuestro nivel crediticio ha caído, se ha visto rebajado.
A partir de este momento, aunque de manera sutil, igual nos va a ser más difícil que ese proveedor que nos daba un margen de confianza para cobrar no lo haga, o que vayamos a la entidad financiera y se nos deniegue la renovación de la línea o de la póliza o ese préstamo que tanto necesitamos para salvar un par de meses de bache. Incluso puede que llegue a oídos de nuestros clientes que estamos en apuros, lo que les de una posición negociadora más fuerte ya que sabrán de nuestras necesidades de venta y cobro.
Actualmente, la información se transmite por muchos más canales de los que lo hacía años atrás, de una forma más rápida y llegando a más gente. De ahí que debamos cuidar mucho la imagen que transmitimos al exterior de nosotros, de nuestra situación y de nuestra forma de hacer las cosas.
De no ser así, un día nos encontraremos sin financiación, sin ventas y sin saber por qué ha sido. Y quizá un poco más de previsión o de cálculo nos lo hubiera evitado.
No sé quien dijo aquello de que lo que no se puede cuantificar, no se puede medir. Intente cuantificar el daño a la imagen que le hace un descubierto. Igual se sorprende.
Les dejo con una estupenda presentación que los profesionales de Exponent Consultores han confeccionado sobre reputación on-line. Que la disfruten.