En el período previo al final del año financiero, la moneda japonesa se ha fortalecido ligeramente. El USD/JPY, que hace diez días estaba amenazando el nivel de 84,0, cayó por debajo del 82,0 por un tiempo durante la noche. Parte de la explicación del cambio recae en los flujos de repatriación de ganancias de las empresas japonesas que ocurren con frecuencia en esta época del año. Además, los diferenciales de tipos entre EE.UU. y Japón son más estrechos, ayudados por las recientes declaraciones del presidente de la Fed Bernanke, que rechazó el debate sobre un alza en los tipos antes de lo previsto. Además, el apetito por el riesgo se ha estancado en medio de las crecientes preocupaciones por el menor ritmo de crecimiento registrado en China y algunas partes de Europa.
A pesar de esta mejora y una vez que estos flujos de fin de año finalicen, queda por ver si estas últimas ganancias en el yen son sostenibles. Como demostró la cascada de datos de anoche, la economía de Japón todavía está luchando para adaptarse y sobreponerse a las todavía visibles consecuencias del tsunami del año pasado. En febrero, la producción industrial fue mucho más débil de lo esperado, cayendo un 1,2% (aunque las empresas esperan aumentar la producción este mes y en abril). Tokio sigue estando totalmente determinado a impedir que el yen se fortalezca, los responsables políticos se congratularon en febrero y en la primera mitad de este mes por el descenso constante en la moneda. Al mismo tiempo, las autoridades japonesas han alentando (y en cierta medida obligado) a los residentes e instituciones locales para invertir en el extranjero. Con rentabilidades esencialmente nulas en casa, no es una propuesta extraña.
Por tanto, si los tipos de EE.UU. comenzaran a aumentar de nuevo, los responsables políticos en Japón podría conseguir lo que desean. Su economía desesperadamente lo merece.