Asistimos probablemente a una gran burbuja del denominado emprendimiento. Son miles los proyectos que van en buscan de financiación dando vueltas por foros, incubadoras, plataformas… Y a su vez son cientos o miles de millones dando vueltas en sentido contrario: buscando el nuevo Facebook o la nueva Apple.
En si, esto no es malo. Ni bueno. Por una parte, como acertadamente recuerda habitualmente Daniel Lacalle, de la burbuja de las tecnológicas del 2000 quedaron las infraestructuras necesarias para que en la década posterior aquello que iba a ser disruptivo, tuviese un crecimiento más sostenido y sosegado para poder llegar a este punto donde el mundo digital es una realidad. Por contra, se creó la falsa sensación que el dinero provenía de un maná inacabable y que crecimientos futuros justificaban los despilfarros presentes.
Probablemente ahora volvamos a cometer algunos de los errores que se cometieron entonces y volvamos a tener un exceso de dinero invirtiendo en humo. Paralelamente, y es de lo que les quiero hablar, los mercados de empresas en expansión se han secado. El dinero se ha esfumado.
En el sector hacemos referencia a los mercados maduros como el Alternex en Francia o el AIM en Gran Bretaña, para compararlos con la inmadurez de un MAB nacido con posterioridad a estos. Pero la verdad, es que cuando rascas un poco, el panorama tampoco está para echar cohetes. El descenso de empresas cotizadas en estos mercados los tienen en cifras bastante alejadas de sus momentos de esplendor. El AIM actualmente cuenta con 1066 empresas, 600 menos que en el 2007 punto álgido de sus 20 años de historia.
Algo similar podríamos decir del Alternex Francés donde actualmente cotizan unas 200 compañías lejos de sus máximos de años atrás. Un análisis rápido es que esto es debido a que la crisis del 2007 ha destruido parte del tejido industrial. Cierto, pero precisamente por el mismo
motivo el efecto debería haber sido todo el contrario: más empresas de pequeño tamaño buscando financiación privada para acometer crecimiento con el que abrir mercados, diversificar y coger un tamaño suficientemente grande para intentar evitar el cierre del negocio. No me extenderé en ello, por que hace pocos días publiqué una entrada respecto a la importancia del tamaño del tejido empresarial, simplemente en la siguiente infografía queda bastante patente lo que significa ser pequeño/grande/mediano:
Fuente: Circulo de Empresarios
Claramente un tejido industrial muy atomizado es, entre otras muchas cosas, muy poco competitivo y además está claramente ligado al ciclo del crédito bancario, que obviamente, no tiene porqué estar ligado al ciclo vital de crecimiento de las compañías.
La suerte es que hay vida fuera del oligopolio bancario. Hay actualmente muchas formulas que pueden favorecer a pequeñas compañías con créditos para-bancarios. Plataformas de CrowdFunding, CrowdLending… Sociedades de capital riesgo, fondos especializados… en
definitiva muchas alternativas. Pero con eso no se acaba de corregir el factor tamaño. Pueden, es indudable, mejorar la tesorería o financiar una inversión, pero ¿sirven para adquirir una compañía o una línea de negocio? Difícilmente.
Esto si que lo puede hacer un mercado de acciones. Y en lo que atañe a nuestro país: el MAB. Por suerte cada vez encuentras a empresarios más receptivos a la hora de analizar la posibilidad de incorporar su compañía a un mercado cotizado. Es evidente que va en paralelo a la toma de la dirección por parte de generaciones cultivadas en escuelas de negocios o simplemente en un entorno más propicio para ello. Y no nos engañemos muchos empresarios empiezan a quererte escuchar dada su experiencia con la financiación bancaria de los últimos años. De la necesidad, virtud.
Cotizar en un mercado supone una profesionalización de la compañía y una trasparencia informativa (si, ya se que existió Gowex, pero las cárceles están llenas de presos a pesar de haber millones de leyes regulatorias) tanto en el desarrollo del negocio como en los estados financieros. Pero eso, en contra de ser un handicap es una ventaja competitiva a la hora de hacer una adquisición o una fusión con otra compañía: se cuanto valgo y puede estimar cuanto valdré en el futuro. Tras eso, negociar con otra compañía para su adquisición (o fusión), es cuestión de voluntad de sumar sinergias para que del resultado nazca una empresa de más tamaño, con más valor y con mejores capacidades financieras. Y de la empresa compradora no sale un euro de caja. Y el “comprado” puede maximizar su venta a futuro si el objetivo que había al adquirir su empresa se cumple y el resultante es una empresa cotizada con crecimiento de valor.
Lamentablemente como les decía al principio actualmente hay cientos de millones de euros buscando la “app” de moda o la tecnología del futuro pero por desgracia hay muy poco haciéndolo para que muchas de esas cientos de miles de pequeñas compañías se animen a salir al mercado de acciones y con ello mejoren su futuro.
Tengan un buen día.