Históricamente en las minas de carbón se han utilizado canarios como señal de alarma. Los gases tóxicos como el metano o el monóxido de carbono mataban antes a los animalitos que a los mineros, por esa razón los tenían allí. Si los pajaritos cantaban, ningún problema, los mineros disfrutaban de una calma relativa mientras les oían, sin tener que estar pendientes de si estiraban sus patas o no. Pero si el canario dejaba de cantar, los mineros salían del agujero corriendo.
Bien, se puede hacer una similitud con lo que está sucediendo hoy en día con Grecia (el canario) y la Eurozona (los mineros).
Mientras siga en pie una economía tan deteriorada y endeudada, el resto de los países que comparten la misma moneda, pueden seguir más o menos tranquilos. Pero cuando el canario se desplomó hace ya unas semanas, la reacción de los mineros no fue salir corriendo, sino todo lo contrario. Se quedaron para intentar reanimarlo por todos los medios, aunque el pajarito estaba medio fiambre en su jaula. Entre todos los trabajadores (unos más que otros) se le hizo el boca-pico, se le masajearon las alas y se le ha aplicado un desfibrilador para que su corazón se reanime. También se le ha aseado y apuntalado con unos bastoncitos para que parezca que se aguanta por sí solo. Además, el pajarito ha visto como le regañaban ostensible y públicamente para que en el futuro no vuelva a asustar a los mineros y para hacerle prometer que devolverá los bastoncitos cuando esté mejor. De momento, el canario ha dejado de cantar (y cada vez se le oyen menos gorgoritos a lo largo de los túneles de excavación) pero parece dormido, aunque en una extraña posición, y a los mineros les basta con verle aguantando en su jaula.
Pero algún minero ya pregunta, en la intimidad con sus compañeros, si no sería mejor dejar morir al canario y activar el protocolo de emergencia para evitar el desastre. Pero los compañeros le dicen que siga trabajando y se tranquilice, que si estuvieran a punto de morir por inhalación de gases tóxicos notarían un olor raro. Además, nadie les ha mencionado nunca nada acerca de la existencia de ningún protocolo de emergencia.
Lo cierto es que Grecia, desde que fue independiente, prácticamente ha vivido más años en precaria situación que en una situación, digamos, “normal”. Los defaults griegos han sido más frecuentes en Grecia que en España. Y el que Grecia no inicie una reestructuración da tiempo al resto de países de la eurozona, pues a los mercados no les gusta las sorpresas, y ahora ya empiezan a descontar lo peor.
En mi opinión, el problema de España sí es diferente al de Grecia, al menos en una cosa: la deuda pública actual no es tan preocupante. Lo preocupante es que parece que no se hace nada, y que se esta olvidando el extremo endeudamiento privado, el de las familias españolas. Antes, los españoles nos endeudábamos porque creíamos que nuestros activos subirían sin techo. Ahora estamos preocupados de que nuestras deudas no nos impidan proteger nuestro patrimonio.
"(...)Al fin y al cabo, cuando el Euro/Titanic zarpó en 2002, se trataba de un proyecto novedoso con muchas dudas respecto al éxito que podría tener en los 11 países pioneros. Sería pues razonable pensar que en aquel momento se debió elaborar un plan B, una marcha atrás, al menos por si en algún país miembro el experimento salía rana. Me niego a pensar que el Titanic se fletó sin un protocolo de emergencia que le permitiera evacuar (al menos a los de los camarotes de 1a clase), volver a puerto o incluso a dique seco en caso de emergencia. O sea que en el caso improbable de que se tenga la valentía política de permitir la ruptura de la UEM, al menos a dos velocidades, la hoja de ruta debería estar en algún documento clasificado de la UE. Si no se previó en su momento, aún es menos creíble el proyecto de la unión de la política monetaria de 2002. Seamos valientes y distingamos de una vez la loable y exitosa realidad de la Unión Europea (UE), de la chapucera y temeraria Unión Económica y Monetaria (UEM), sobre todo la monetaria. Porque si la cobardía política nos impide distinguirlas nos haremos, de hecho nos estamos haciendo ya, mucho daño en esta crisis sistémica global. Un daño que se adivina irreparable.(...)"
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