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¿De qué van a trabajar nuestros hijos?

Pareciera que nuestra sociedad desarrollada estuviera jugueteando en la arena junto a la orilla del mar, totalmente ajena al tsunami que se nos está echando encima. Esa gran ola que arrasará todo cuanto conocemos no es otra que el cambio disruptivo que están ya generando las nuevas tecnologías, y muy especialmente los avances en inteligencia artificial (AI). Los cambios en la sociedad que vimos durante la revolución industrial o la implementación global de internet fueron un juego de niños en comparación con lo que se nos viene encima. La capacidad tecnológica y de adaptación personal con formación constante, son ya lo que fue la alfabetización de nuestros padres y abuelos. Sin esas capacidades y formación, nuestra vejez, y lo que es más grave, la vida de nuestros hijos, está condenada a una marginación comparable a la de los analfabetos de antaño.

El último estudio de la OCDE (Skills Outlook 2019) es demoledor. En él se advierte que el porcentaje de población en España con capacidad de adaptación laboral ante el avance tecnológico y digitalización de las tareas es de sólo el 23%. Esas cifras incluyen a personas de edades comprendidas entre los 16 y los 65 años, por lo que si pensamos más allá de la edad de (pre)jubilación, el escenario es aún más terrorífico. Más de 3/4 partes de nuestra sociedad quedarán marginadas laboralmente ante los avances tecnológicos que se están ya implementando en los puestos de trabajo. Las cifras mejoran ligeramente en países con sistemas educativos y sociales más avanzados, como Noruega, Suecia, Finlandia, Nueva Zelanda, etc. Pero imaginaos las cifras que pudieran salir de sociedades menos avanzadas como las de África o las de Asia o Sudamérica profundas. La extinción de puestos de trabajo analógicos está ya siendo y será arrolladora.

Pero eso es solo la punta del iceberg, puesto que la inteligencia artificial (AI) supone un avance disruptivo tan trascendente como posiblemente lo fue el dominio del fuego por los primeros homínidos. La revolución del AI eliminará no sólo los restos de puestos de trabajo analógicos que queden en los rincones menos desarrollador del planeta sino buena parte también de los digitales. Hasta nuestra generación, la sociedad y la economía mundial ha sabido sobreponerse, adaptarse y aprovechar los avances tecnológicos a pesar de los temores iniciales. Recordemos las protestas sindicales ante la revolución industrial, cuando las máquinas empezaron a sustituír a trabajadores, que debieron readaptarse a otras tareas laborales. Otro ejemplo sería la fotografía digital, que acabó de la noche a la mañana con gigantes como Kodak y sus carretes de revelado. O los contenidos en streaming como Netflix, HBO, Prime Video, etc. que están obligando a reinventarse o morir al mismísimo imperio de Hollywood. Lo mismo ocurrirá en breve con otros cambios disruptivos como la movilidad en vehículos autopilotados, que acabará con millones de puestos de trabajo, y un sinfín de cambios inminentes que harán irreconocible nuestra sociedad cuando nuestros hijos pretendan integrarse al mundo laboral. Es cierto que la civilización ha venido asimilando suficientemente estos avances y se han creado más puestos de trabajo de los que se han destruído, puesto que las economías han crecido incluso a mayor ritmo que la población. Pero la velocidad de los avances tecnológicos está siendo exponencial, y especialmente la inteligencia artificial arrollará a la sociedad sin tener tiempo suficiente para reaccionar y readaptarse como lo ha hecho en el pasado.

No hay antídoto para el tsunami que llega. Seguimos jugueteando distraídamente en la arena, pensando en si nuestros hijos deben aprender inglés, chino o alemán, mientras acceden a la universidad de la esquina para licenciarse en una materia para la que ilusoriamente pensamos que no les faltará el trabajo. Lamentablemente no será así. Los especialistas advierten que nuestros hijos deberán adaptarse para trabajar en profesiones que hoy todavía no existen ni podemos intuír, y que nada menos que el 75% de las profesiones actuales dejarán de existir. La pregunta del millón es qué podemos hacer para estar lo mejor preparados posible para esos cambios radicales. Pero la respuesta sincera es que los avances disruptivos de la AI son tan brutales e inminentes, que aparentemente no hay donde resguardarse. El tsunami lo tenemos ya encima, y lo único que podemos hacer es dejar de juguetear distraídamente en la orilla y afrontarlo de pie para tratar de sobrevivir laboral y socialmente.

Para ello debemos formar a nuestros hijos en universidades punteras y en materias cuya salida laboral no sea carne de cañón ante el despliegue global de la inteligencia artificial. Poco más podemos hacer. Profesiones como las de profesorado, médicos o manufacturas sustituíbles por impresiones 3D, por poner sólo unos ejemplos, tendrán que adaptarse radicalmente a nuevas reglas de juego de la AI si pretenden sobrevivir. Otras como las que conllevan tecleados, atención telefónica, etc. probablemente se extingan sin remedio ante asistentes virtuales, de los que Alexa, Siri, etc son sólo sus primitivas y toscas versiones. Como dice el speaker del video que os enlazamos al final de este artículo, serían lo que llamamos "narrow AI".

La prestigiosísima Universidad norteamericana MIT ha creado un proyecto, nada menos que de 1.000 millones de dólares, para formar a estudiantes multidisciplinares de modo que adopten y compatibilicen su formación de cualquier grado, aunque no sea tecnológico, con la inteligencia artificial, muy presente en todas sus carreras. Ya lo dijo Gay de Liébana en su conferencia el pasado mes en Barcelona, los padres deben hacer todo lo posible para dar la mejor formación y titulación a sus hijos ante el mundo global al que se van a enfrentar. Eso es lo que hizo él con su propio hijo, que hoy vive y trabaja en Los Angeles, al que le envió a estudiar a una universidad norteamericana. Por cierto, aquí podréis leer los costes y posibilidades de becas para estudiantes españoles en universidades de USA, y veréis que no hace falta tener unas notas brillantes ni ser rico para enviar a tus hijos al mejor sistema de formación universitaria del planeta. Otra de las virtudes -clave en el escenario actual- del sistema universitario en USA es la flexibilidad para transferir y convalidar créditos de una carrera a otra sin perder cursos ni dinero. De hecho, hay tantas facilidades para reorientar tus estudios a lo largo de los años de universidad, que el 70% de los estudiantes terminan graduados en carreras distintas a las que iniciaron, tomando decisiones y adaptando a sus preferencias el programa de estudios cada cuatrimestre. Esta flexibilidad, junto con el vanguardismo tecnológico que reina en las universidades norteamericanas, será una característica vital para que el proceso formativo de nuestros hijos tenga mayor facilidad de adaptación a los cambios que se producirán también durante sus años universitarios.

En definitiva, la revolución de las máquinas ya está aquí, y nuestros hijos van a tener que lidiar en un mundo cambiante y muy distinto al que conocemos. Para ello deberán formarse y adaptarse durante toda su vida, puesto que las tareas profesionales que realicen serán tan efímeras como las costumbres de la sociedad en la que vivirán. Deben evitar profesiones que se van a extinguir, y a la vez formarse constantemente para adaptarse a las nuevas profesiones que surgirán de la nada a una velocidad de vértigo y que ni siquiera podemos imaginar hoy. Nosotros también lo viviremos, aunque probablemente nos afecte algo menos puesto que estaremos ya cerca de la jubilación o ya plenamente dedicados a una vida contemplativa pero abrumadora. 

Para acabar os dejamos con este interesantísimo speech de 8 minutos que realizó el pasado año Michael Harrison, graduado en Física Teórica por el MIT y con un Máster en Arquitectura de Sistemas Aerospaciales por la USC. La inteligencia artificial no solo pone en riesgo muchas de las profesiones presentes a sus niveles de narrow AI y strong AI, sino también la propia civilización cuando alcance el nivel de super-strong AI. Pero eso con suerte no lo verán nuestros hijos... aunque sí nuestros nietos.

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