Miquel Roig y Daniel Badía, a quienes no tengo el gusto de conocer más allá de sus escritos en dicha publicación, nos hablan de la bondad de invertir en bonos corporativos. Así, sin más. Y hágalo Ud. a través de fondos de inversión para diversificar convenientemente, dejándolo en manos de expertos (sic): "Con una inversión mínima, permiten una gran diversificación y delegan la gestión a profesionales de la inversión en estos mercados." Otra cita eminente: "Precios tan deprimidos como los actuales, en nuestra opinión, suponen un momento ideal para el gestor para invertir en deuda corporativa, tenga o no grado de inversión", y ¿quién lo dice? Adam Cordery, o sea un gestor (vendedor) de renta fija de Schroders. Unos y otros vienen a decir que poco importa la solvencia ni la capacidad de devolución del emisor si el precio de compra es suficientemente bajo.
Para ello se utiliza en dicho artículo un absurdo ejemplo: La inversión que supuso para los Chicago Bulls el fichaje de Michael Jordan por 35 millones anuales, y lo malo que habría sido dicho fichaje si el precio hubiera sido 100 veces superior (sic). Lo extrapolan a las perjudicadas cotizaciones de la deuda corporativa de hoy en día y el resultado es que es el momento de comprarla. Pero comprar deuda corporativa de baja o dudosa solvencia a bajo precio es en realidad como si los Chicago Bulls ficharan a jugadores profesionales con graves lesiones, que les van a impedir triunfar a un número indeterminado de ellos, por la mitad de lo que cobra Michael Jordan. Y pensar que como cuestan la mitad, igualmente van a ser competitivos y además se van a forrar vendiéndolos como cracks en plenas facultades. Además la Tormenta Perfecta en la que nos estamos adentrando va a agravar dichas lesiones de modo incalculable. Peligroso, ¿verdad?
Para empezar, se ignora totalmente las circunstancias de dicha inversión, y se limitan simplemente a calificarla de buena o mala en función del precio de compra. Pero como hemos dicho muchas veces la relación rentabilidad/riesgo es sólo una de las variables que debemos tener en cuanta antes de calificar una inversión como buen o mala, adecuada o inadecuada para nuestro caso concreto. En el mencionado artículo de Expansión, ni siquiera se tiene en cuenta algo tan elemental como la proporción de la inversión respecto al total de nuestro patrimonio. Simplemente se vomita la consigna en grandes letras: "Los expertos recomiendan ir creando poco a poco una cartera de deuda corporativa". En un alarde de su capacidad de análisis y prudencia se recomienda hacerlo paulatinamente: "Lo recomendable es espaciar las compras en varias semanas o meses (2.000 cada semana o 5.000 cada mes, etcétera). Mickael Benhaim, responsable global de Bonos de Pictet Funds (otro vendedor), afirma que ya ha llegado el momento de empezar a constituir una cartera de deuda corporativa, especialmente en bonos de alto riesgo, aunque aconseja ir entrando poco a poco."
Ahí van otras perlas:
"La clave en este tipo de inversiones consiste en disponer de una cartera lo suficientemente diversificada para que el posible impago de uno de los emisores pueda ser compensado con los intereses y la recuperación del capital invertido en las empresas supervivientes." Lamento corregirles, pero la recuperación del capital invertido en las empresas supervivientes no va a compensar los defaults ni los eventos de crédito que se produzcan en las inversiones que salgan rana, sólo los intereses. Pero entre una amortización normal de la emisión y un impago o default pueden haber (habrán) diversos eventos de crédito que hagan de dichas emisiones un calvario financiero a pesar de que no hagan default.
"La economía caerá, la demanda retrocederá, los impagos de deuda empresarial subirán desde el 2% actual hasta más allá del 15% ¿La buena noticia? Los precios actuales ya tienen en cuenta el peor de los escenarios posibles." Señores, no podemos basar el éxito de una estrategia de inversión en que los defaults o credit events futuros no vayan a superar el 15%. No en un escenario de trampa de liquidez como el actual. Pero es que ni siquiera se menciona el plazo de inversión recomendado, y la deuda corporativa más allá de un par de años puede verse ante dificultades absolutamente imponderables. "El peor de los escenarios posibles" para la mayoría de analistos ha venido siendo superado sistemáticamente por la cruda realidad que los ha ido dejando en evidencia día tras día. ¿Por qué habría que confiar ahora con sus cálculos del "peor escnario posible"?
Ni circunstancias de inversión, ni proporciones de patrimonio, ni de carteras, ni timings de inversión... nada de nada. La Insoportable Levedad del Gestor o del vendedor en su pura esencia.
No tengo ningún ánimo de ofender a los autores del artículo de Expansión, ni siquiera les conozco. Pero no he conseguido en contrar en su texto, ni en las menciones de los gestores/vendedores que incluyen, ni un sólo análisis racional de riesgo, rentabilidad y circunstancias que velen por los intereses de los potenciales inversores. Sólo Consignas y más Consignas.