Retrato de cómo la inversión puede convertirse en ludopatía
"Llegué a soñar con la Bolsa. Mi mundo giraba alrededor de ella". Así resume su historia un adicto bursátil ya rehabilitado que prefiere mantener su anonimato. Todo empezó hace 10 años cuando estaba en la universidad. En su familia había tradición inversora y se marcó un objetivo que se transformó en obsesión: incrementar su patrimonio lo más rápido posible. Quería pegar el pelotazo, pero el resultado final fue bien distinto: quemó 30.000 euros y cayó en una espiral ludópata.
"Te das cuenta de que tienes un problema cuando las cantidades que inviertes no se corresponden a tu nivel de vida. Quería parar, pero no podía. Perdía la noción del día a día para centrarme en hacer operaciones sin sentido", explica este ex inversor. Cuando finalizó la universidad y empezó a trabajar, su adicción continuó. Antes de empezar la jornada laboral ya había repasado los periódicos y webs económicas. La llegada a la oficina coincidía con la apertura del mercado. Daba las primeras órdenes, algunas al contado y otras con derivados. Procuraba cerrar todos los movimientos con el toque de campana.
"El número de operaciones que realizaba dependía de la carga de trabajo que tuviese. No llegué a tener problemas laborales, pero los niveles de ansiedad y el nerviosismo que alcanzaba no eran normales. Es una adicción que afecta a tu rendimiento, a tu estado de ánimo y, por supuesto, a tus relaciones personales".
En los últimos años, coincidiendo con el desarrollo tecnológico que permite invertir de forma anónima en tiempo real en cualquier mercado desde cualquier sitio, ya no es extraño ver a personas con trastornos de ludopatía bursátil en los departamentos de psiquiatría de los hospitales.