A menudo, en la vida y en el tráding, nuestro vano y pretencioso intento de querer tener y llevar la razón, por encima de todo y de todos, nos puede conducir a situaciones perjudiciales y negativas para nuestros intereses y los de los que nos rodean, e incluso si nos obstinamos en nuestra postura errónea, nuestro empecinamiento puede conducirnos a catástrofes mayores, entre las que lamentablemente pueden incluirse la ruina moral, y económica.
Cuánto daño hace el maldito ego en nuestra mente y en nuestra cuenta!!!
¿Por qué nos creemos mejores por pretender llevar la razón en contra de la opinión o de la interpretación diferente de los demás? ¿Realmente nos aporta algún bien ese supuesto sentimiento de superioridad, de conocerlo todo, de anticiparnos a todo y mantenernos firmes en una postura supuestamente inamovible? Supongo que nos hemos ido criando así, en un absurdo sentimiento de competitividad con los demás, en una competición de unos contra otros, en la que disfrutamos con un premio doble: la autoadulación por tener la razón y porque las cosas finalmente sean como nosotros queremos que sean, y el falso placer de la victoria por la humillación que supone el que la otra persona no esté en posesión de la verdad, y nosotros sí.
En la vida, nos empeñamos en perder tiempo y dañar sentimientos ajenos cuando nos enfrascamos en absurdas polémicas con personas a las que incluso queremos, y sobre temas a menudo banales e intranscendentes, y en conversaciones en las que de nuevo queremos que reine nuestra única opinión, despreciando el planteamiento e incluso los sentimientos de los demás.
En el tráding, nos alineamos en un bando o en otro, nos encariñamos ridículamente de un índice o par de divisas y creemos conocerlos tan a fondo que nos autoconvencemos inútilmente de los derroteros que van a tomar. Conozco buenos tráders y buenas personas que mantienen a capa y espada, por encima de la realidad y del saldo de sus cuentas, que tal mercado ya no puede bajar más, porque seguro que tiene que subir, ya que según él siempre lo ha hecho y es lo que tiene que hacer. Otros, vaticinan sin lugar a dudas que el mismo índice es bajista a todas luces, que hay que mantenerse cortos por encima de lo que pase, y ambos se atreven incluso a pronosticar niveles, soportes y resistencias que en su mente inflada de ego, han trazado con una tiza imborrable e inamovible... ¿A qué se debe esa inflexibilidad, esa firmeza en las posturas cuando la realidad del día a día, de las franjas horarias en las que cada uno se mueve, nos están diciendo a gritos que no todo es tan inamovible ni tan rígido? No sería mejor dejar que sea el mercado y el precio quien tenga razón y no nosotros?
Por supuesto que yo también he sido el primero que me acuso de cometer semejante maldito pecado, y he mantenido dolorosamente posiciones abiertas en corto o en largo, porque pensaba que es lo que tocaba, viendo como se me aceleraba el pulso y disminuía mi cuenta al tiempo que el precio no hacía más que subir o bajar, y al final, mi absurda pretensión de querer tener razón me devolvía de un golpe en forma de cruel stop a la verdadera realidad a mí y a mi molesto y dañino ego.
Ya no quiero tener razón
Sigo aprendiendo día a día, pero sé que ya no quiero tener razón y me da igual que los demás la tengan o no. Si quiero abrazar la consistencia y no soltarla nunca, debo obedecer al precio, dejar que sea el quien con sus movimientos verdes o rojos mande siempre, que sea él quien tenga la razón, y yo, disciplinada y obedientemente, seguir sus pasos y acompasar mis entradas y salidas a lo que el mercado me mande...
Siéntate y sin importarte tener o no razón, piensa humildemente qué está haciendo el precio en el preciso instante en el que estás delante de las pantallas: si tocan largos, largos, si cortos, ponte bajista...y así hasta conseguir tu objetivo....Ni alcista ni bajista. Yo no soy quien tiene razón, ni quiero tenerla. Solamente quiero aprender a ser escrupulosamente obediente, a aceptar que si me equivoco tengo que darme la vuelta inmediatamente y cerrar mis posiciones y a obligarme a entrar si mi sistema da una señal, sin titubear ni divagar sobre si es lo que yo pienso o no. No pensar ni querer ser el más listo: bajar la cabeza, ver lo que está pasando y actuar. Y operar y (sobre) vivir para contarlo y disfrutarlo...