V. Acerca del Coronavirus, el fin del mundo y la tercera Guerra Mundial.
El miedo es algo inherente al ser humano, es una emoción primaria que se deriva de una aversión natural al riesgo, y que se encuentra “serigrafiado” en nuestro ADN desde finales del Pleistoceno, aproximadamente hace 230.000 años.
Esquema del Sistema Límbico. Fuente: Wikipedia
Hay tres tipos de respuesta ante ese miedo que, aumenta la presión arterial, la actividad cerebral y la coagulación sanguínea, haciendo fluir la sangre hacia las extremidades inferiores y aumentando la velocidad de bombeo del corazón. Las pupilas se nos dilatan como si ante un Screener de PER 2 nos encontráramos, y la frente se nos arruga a la vez que los labios se nos estiran horizontalmente. Este comportamiento nos da lugar a tres alternativas:
- Huída: Es el sentimiento más común ante un peligro al que nos vemos incapaces de afrontar, como una caída de los mercados. En 2.008 cuando las bolsas se desplomaban un 40%, los inversores vendían en un claro síntoma de huída despavorida hacia una situación de liquidez que les diera mayor seguridad.
- Paralización: En ciertas ocasiones nos encontramos paralizados por el miedo y no sabemos como reaccionar. Si nos encontramos en la Sabana africana ante el Rey de la Selva, puede suponer un problema, no obstante, si se trata de los mercados, y ante una caída de los mismos o una subida del 30% como en 2019 nos quedamos parados, y simplemente no hacemos nada, probablemente será la decisión más inteligente que podamos tomar.
- Enfrentamiento: Es la actuación más racional cuando el miedo es provocado por una amenaza que podemos controlar o por un ser o hecho que podemos dominar. En los mercados, a veces hay situaciones coyunturales como el problema de Bayer con el Glifosato en 2019, o la caída del 20% de los mercados en 2018. En esas ocasiones, afrontar el problema, y adquirir más acciones de las empresas que tenemos y conocemos, suele ser una excelente elección.
A lo largo de la historia se han sucedido numerosas desgracias, Guerras, enfermedades y epidemias que se extienden mundialmente hasta transformarse en Pandemias. El Ser Humano ha sufrido muchos contratiempos, desde los 21 millones de bajas debido a la I Guerra Mundial, a las 60 millones de vidas que se perdieron en la Segunda, pasando por la viruela que dejó 300 millones de muertos, o la Gripe española que en dos años se estima que acabó con el 6% de la población mundial. Diversos estudios estiman que entre 1918 y 1920, el 99% de la población de nuestro país incubó el virus, si bien no fue mortal en todos los casos, si tuvo una relevancia demasiado alta para lo que es habitual. A todas estas desgracias, la humanidad sobrevivió, y en la mayoría de casos salió fortalecida y con una mayor calidad y esperanza de vida.
Ahora mismo se encuentra de rabiosa actualidad el tan temido Coronavirus, y se cierne sobre los mercados un nubarrón gris que amenaza nuestras inversiones y nuestros retornos. Nuestra amígdala vuelve a ponernos en situación de alerta y nuestro cuerpo desea huir para regocijo de los brokers, cuando sabemos que lo más rentable es continuar en el mercado a la espera de que pase la tormenta. Si se fijan en la tabla del MSCI World con las últimas epidemias desde 1970, el retorno del mercado en los 6 meses posteriores a las epidemias fue de media del 8,50%, nada malo, sobretodo si se comparan con los actuales depósitos de la otrora prestigiosa Banca patria. El caso más desfavorable fue el Ébola, en 2014, donde llego a caer el mercado un 13% a los 3 meses, para recuperar un 10% en los siguientes 3. En cualquiera de estas epidemias, al año no solo los mercados ya se han recuperado, sino que en algunas incluso se obtienen retornos por encima de la media histórica. ¿Por lo tanto, qué alternativa hay mejor que estar invertidos en empresas? ¿divisas? ¿oro? ¿el dinero en Colchonbank? Sinceramente, confío mucho más en empresas como Nestlé que en cualquier otro sistema público.
Las alternativas a los mercados, desde mi punto de vista siempre serán peores en el largo plazo, puesto que si las empresas no generan mayor retorno que los intereses bancarios o los bonos, no tendrían sentido, y de hecho aquellas que no lo consiguen, en el largo plazo son absorbidas o directamente desaparecen. Nadie invertiría su capital si en el Banco le dieran un 10%, y con una empresa generara un 8% de rentabilidad. Es el principio del capitalismo, y parte de los cimientos del liberalismo económico.
Por último como anécdota, recuerdo una de las epidemias más rimbombantes del actual siglo. Estaba yo terminando en mi primera Universidad cuando en 2007 salió a la luz un mal llamado “encefalopatía espongiforme”, más conocido como el mal de las “vacas locas”. Esta enfermedad fue situada principalmente en UK, donde se sacrificaron más de 2 millones de reses y se destruyeron miles de toneladas de carne. Recuerdo el miedo en España a comer hamburguesas, aún a sabiendas de que los animales no habían sido afectados, e incluso que había gente que no quería ir al McDonald’s por un miedo irracional que se encontraba en otro país. Pues bien, un buen amigo aprovechó que las carnicerías y los restaurantes tenían demasiada oferta de carne de ternera para ponerse literalmente las botas a comer hamburguesas a mitad de precio, mientras los demás, pobres estudiantes, le mirábamos con una mezcla de envidia y estupor, mientras degustábamos nuestros rancios bocadillos de atún enlatado. Sobra decir que mi amigo hoy en día goza de una salud excepcional, un bolsillo acaudalado y es padre un una familia numerosa y fantástica.
No sabemos que pasará en un futuro, ni como nos afectará el Coronavirus, o si la III Guerra Mundial se desarrollará en twitter o en Marte, lo que si sabemos, amigos a ciencia cierta, es que en las grandes crisis, es de donde surgieron las grandes fortunas…
Un fuerte abrazo!!!
Fdo. Emilio Gómez (@emgocor)