Nos despertamos este lunes 12 de mayo como campeones del mundo. Anoche sufrimos contra Holanda el “stress test” más importante que recuerda España en su historia.
Los holandeses dieron más guerra de lo esperado y no fue hasta el minuto 117 cuando Iniesta, ese pequeño gran jugador, consiguió abrir el marcador y traer la copa a Madrid por primera vez en la historia.
La final en sí nos dejó muchos detalles que tendrán más relevancia en España que en otros países: la emoción de ver un barcelonista dedicar el gol más importante de su vida a un periquito que nos dejó antes de tiempo, ver que el primer abrazo después del silbido final haya sido entre el capitán del Real Madrid y el del FC Barcelona, grandes campeones en sus propios deportes como Rafa Nadal o Pau Gasol apoyando a la selección in situ y, cómo no, la familia Real mostrando su apoyo correspondiente como viene siendo habitual en las grandes citas.
Pero, además, parece que desde que vencimos a Paraguay para pasar a semifinales nuestra economía se ha contagiado de la euforia causada por nuestra selección.
Durante unos días se olvidará la crisis del ladrillo, el paro, las bajadas de rating, las huelgas y los linchamientos políticos a los que nos tiene acostumbrado esta profunda crisis.
Ya estábamos en el punto de mira de toda la prensa internacional, sea por la presidencia Europea, por formar parte de un acrónimo tan desagradable como el de PIIGS, por la deuda pública, por el paro….pero los focos han tomado un giro positivo importante con el laurel de la selección.
En primer lugar, la subasta sindicada de letras del tesoro de la semana pasada fue todo un éxito ya que se vendieron un 20% más de lo anticipado. Un dato esperanzador. Incluso nuestro IBEX tan rebelde se ha empeñado en tener un rally alcista volviendo a superar los 10.000 puntos y anotando seis sesiones seguidas al alza, las mismas, que partidos ha ganado nuestra selección.
La selección de Del Bosque, Iniesta, Xavi, Villa, Casillas, Piqué y cía ha hecho mucho más que ganar un mundial (que no es poco), han conseguido lo máximo que se puede pedir a un equipo que representa un país: reavivar el sentimiento de patriotismo y unidad, pero además ha creado esperanza. Esta selección nos ha ofrecido un escapismo temporal de los problemas económicos y culturales que estamos atravesando. Sería bonito decir que la victoria de anoche vaya a instaurar el positivismo en nuestra sociedad y que esta ola de “victorias” sirva como punto de inflexión.
Desafortunadamente todos sabemos que los problemas fundamentales de España seguirán allí cuando el país se despierte de la resaca de la victoria mundialista. Seguimos con la tasa del paro en el 20%, el FMI seguirá pensando que nuestro PIB caerá un 0,4% este año, las principales entidades de nuestro país seguirán apostando más por la expansión a países extranjeros y nuestro IBEX seguirá siendo el índice más hipócrita e impredecible de la Eurozona.
Demos las gracias a la selección por conseguir el hito más importante de la historia de nuestro deporte y, sobre todo, por dejarnos disfrutar del paralelismo de la euforia que nos debe empujar hacia tiempos mejores.