Para conocer el origen de esta situación es necesario retrotraerse hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, exactamente hasta las Conferencias de Bretton Woods.
En estas conferencias a mediados de 1944, las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial redefinieron el sistema monetario internacional aplicando las teorías de Lord John M. Keynes y Harry D. White. El plan diseñado por ellos se basaba en que todas las divisas serían convertibles en dólares y sólo el dólar sería convertible en lingotes de oro a razón de 35 dólares por onzas para los gobiernos extranjeros.
Durante los años siguientes la Reserva Federal continuo con su política monetaria expansiva. Sin embargo, en el Viejo Continente y en Japón se aplicaron políticas más sensatas, por ello se recuperaron y la balanza comercial comenzó a inclinarse en contra de los Estados Unidos. Esos países se encontraron con que sus reservas nacionales se estaban llenando de dólares que habían obtenido a través de la exportación de sus productos a Estados Unidos y que perdían valor año ras año. Por ello empezaron a cambiar sus dólares a la Reserva Federal a cambio de oro. Pronto Estados Unidos se dio cuenta que si seguía por ese camino perdería todas sus reservas de oro. Así que, el 15 de agosto de 1971, por orden del presidente Richard M. Nixon, el dólar dejó de ser convertible en lingotes de oro incluso para gobiernos y bancos centrales extranjeros. Este fue el golpe definitivo al patrón oro.
Con está decisión se abrió el camino hacia unas divisas no respaldadas por oro, divisas cuyo valor se basaría en la confianza del mercado en la buena gestión de los bancos centrales. Estas divisas no respaldadas se conocerían como “moneda fiduciaria”(del latín fides que significa confianza) .La razón de que los Gobiernos prefirieran la moneda fiduciaria era muy sencilla, tal y como lo explicó Alan Greenspan en 1966
“El abandono del patrón oro ha permitido a los responsables del Estado del Bienestar usar el sistema bancario para expandir el crédito ilimitadamente. Ellos han creado reservas de papel en forma de bonos nacionales que, mediante una serie de complejos pasos, los bancos aceptan en lugar de activos tangibles y tratan como si de un auténtico depósito se tratara, es decir, como el equivalente de lo que antaño era un depósito de oro. El tenedor de un bono nacional o depósito bancario creado por reservas de papel cree que tiene un derecho sobre un activo real. Pero el hecho es que existen ahora más derechos que activos reales”
A partir de entonces, el último instrumento existente para controlar la tendencia natural de los gobiernos democráticos al sobregasto y a la sobreimpresión de papel moneda desapareció. Comenzó una nueva era en la que los bancos centrales comenzaron a adoptar unas políticas monetarias expansivas dirigidas a la estimulación de la economía a corto plazo mediante la fijación de tipos de interés reales negativos y apoyada por un sistema bancario privilegiado basado en la reserva fraccionaria que permitía crear masa monetaria de la nada, incumpliendo los principios generales del derecho. Está política monetaria expansiva y descontrolada conllevó que los agentes económicos se endeudaran a tipos de interés reales extremadamente bajos y durante ciertos periodos de tiempo incluso negativos. Esto provocó que muchas inversiones resultaran a simple vista muy beneficiosas, pero que sin embargo a tipos de interés de mercado no lo fueran. A corto plazo estimuló un crecimiento económico elevado y a su vez fue creando burbujas (o lo que es lo mismo, inflación de los activos) debido al gran aumento de la masa monetaria en circulación. Cuando el crecimiento se resentía bastaba una bajada de los tipos de interés, y cuando la inflación amenazaba una pequeña subida. Sin embargo, todo este aumento del crédito no fue financiado con un aumento del ahorro voluntario real (la tasa de ahorro en EEUU a finales de los 70 era del 10%, actualmente ronda el 1%), sino que fue financiado a través de dinero creado da la nada.
La mayor parte de las crisis provocadas por la expansión del crédito no respaldada con ahorro real fueron corregidas a través de políticas monetarias más expansivas (exceptuando a Paul Volker que llegó a elevar los tipos en torno al 20%). Sin embargo, lejos de solucionar el problema, lo que se estaban consiguiendo era aumentarlo.
Durante los años 90, lejos de corregir esta situación, se llevó al extremo. Durante el mandato de Clinton , los mayores cargos en materia económica Bob Rubin, Larry Summers (que por cierto estuvo la semana pasada en Madrid dando un discurso en el IESE) y Alan Greenspan orquestaron el establecimiento del dólar como moneda de reserva mundial. Fue el periodo continuado de tipos de interés más bajos de la historia.
La principal virtud del patrón oro es que limita las excesivas expansiones crediticias y reduce así el número y la extensión de las malas inversiones. El destierro del oro no supuso un progreso hacia la estabilidad monetaria, sino un suicidio.
Hoy en día las corrientes macroeconómicas preponderantes no prestan importancia a la función que desempeña el oro. Los economistas de estas escuelas recelan de su función, y opinan a que es una bárbara reliquia del pasado. Sin embargo, lo que parecen pasar por alto es, que en momentos de crisis o incertidumbre los agentes del mercado se afanan por comprarlo, debido a algo de lo que no parecen darse cuenta, que el oro ha sido y sigue siendo el dinero por excelencia. En mi opinión, el poder que tienen los Gobiernos bajo un sistema de dinero fiduciario, en el que pueden financiar guerras y otro tipo de gastos a través de darle a la maquina (en vez de subir los impuestos algo muy impopular), es tan grande que explica la marginación a la que los economistas que lo denuncian, así como de los políticos que lo critican y pretenden cambiarlo han sido sometidos (Ron Paul, senador del partido republicano es un claro ejemplo). Sin embargo, el impuesto que finalmente se va a pagar, va a ser el peor de todos los posibles, una hiperinflación y la destrucción de la moneda, con todas la consecuencia económicas y sociales que esto conlleva. Por ello creo que está crisis pasará a la historia como la crisis del oro, o en su caso, como la crisis del dinero fiduciario.