A solo una semana de finalizar el primer semestre, una de las conclusiones que podemos sacar, sin lugar a dudas, es que ha sido un semestre muy intenso, marcado principalmente, pero no solo, por las sucesivas idas y venidas de ese gran disruptor que es Trump. Pero, pese a la aparente calma de esta última semana, en la que las bolsas han mostrado una gran indiferencia frente a cualquier noticia, e incluso frente a los mensajes de la Fed, sería, en nuestra opinión, un error pensar que la segunda parte del año va a ser más tranquila.
Más bien, nuestra impresión es que los inversores, siguiendo la pauta marcada por la Fed y otros bancos centrales como el BCE, se han tomado un respiro, un compás de espera, para reflexionar y fijar sus posiciones en un contexto en el que los interrogantes son, si cabe, mayores que los que había a principios de año. Ese “impasse” ha impedido a las bolsas superar los máximos anuales, haciendo buena la previsión con la que finalizábamos nuestro anterior comentario, pero tampoco las caídas han sido significativas y, de hecho, el S&P se mantiene en las inmediaciones de los 6.000 puntos, y en Europa tanto el Dax como nuestro Ibex, que son los dos índices europeos que más suben en el año, se mantienen a menos de un 5% de máximos anuales, que en el caso del Dax son, además, los máximos históricos de todos los tiempos, marcados el pasado 5 de junio.
En ese contexto de espera y reflexión, el Eurostoxx ha bajado un 1,1% en la semana, el Dax un 0,7% y el Ibex un 0,4%. En Estados Unidos, el S&P 500 ha bajado un 0,2%, el Dow ha subido en la semana un 0,02%, y el Nasdaq ha subido un 0,2% en la semana. En el año, el Eurostoxx sube un 7%, el Dax un 17% y el Ibex un 19%, y en EE.UU. el S&P sube en el año el 1,5%, el Nasdaq un 0,7% y, sin embargo, el Dow Jones baja un 0,8% desde el uno de enero. Esta situación de los índices europeos y norteamericanos es bastante notable, ya que supone mantener unos niveles muy dignos en un entorno bastante complejo, en el que a los aranceles de Trump se ha unido la ley presupuestaria americana (Big Beautiful Bill), que anuncia un déficit disparado y un fuerte crecimiento de la ya abultada deuda, y se han unido, además, los conflictos bélicos, que si hasta ahora eran dos (Ucrania y Gaza), ahora son tres, al añadirse la guerra de Irán. Si había expectativas de que Trump acabase con las guerras de Ucrania y Gaza en pocas semanas, tal y como él mismo había anunciado en campaña, esas expectativas ahora no solo están rotas, sino que, además, EE.UU. se acaba de unir en la noche del sábado a la guerra de Israel con Irán.
Nada de eso ha sido capaz de alterar a las bolsas, que, como decíamos, permanecen en niveles históricamente altos, aunque es verdad que tampoco han podido romper máximos. La realidad es que en las negociaciones comerciales abiertas los avances han sido muy limitados, y parece difícil que Trump pueda firmar antes del 9 de julio, que es la fecha límite, acuerdos comerciales con Japón (Trump, de hecho, dice que el primer ministro japonés está priorizando el interés nacional, limitando con ello los avances), Canadá o la Unión Europea, a la que Trump acusa de no haber ofrecido un “trato justo”. Lo esperable es que haya prórroga, tal y como ha dicho el secretario del Tesoro, Scott Bessent, para aquellos países que negocien de buena fe, es decir todos.
En lo que a la Fed respecta, Trump tampoco ha conseguido que rebaje los tipos de interés, y aunque el miembro de la Fed Christopher Waller dijo el viernes en una entrevista en la CNBC que la bajada de tipos podría ser tan pronto como en julio, ese mismo día Mary Daly, presidenta de la Fed de San Francisco, contradecía a Walter, al afirmar en el mismo medio que sería más apropiado bajar en otoño que hacerlo en julio. Es decir, la Fed no acaba de ver claros los efectos de las políticas de Trump, y prefiere esperar, tal vez pensando que en algún momento se puede producir una crisis en los mercados que haga necesaria una actuación. Esa actitud exaspera a Trump, que no deja de presionar a Jerome Powell, llegando incluso al insulto, al calificarle abiertamente de “estúpido”.
Pero tal vez lo más inquietante sea el giro que dio Trump en mayo en materia de gasto público, déficit público y deuda pública. La ya mencionada “Big Beautiful Bill” ha consagrado el descontrol fiscal de la administración Trump, dejando atrás los compromisos anunciados al iniciar su mandato de reducir el déficit a un 3%. El programa DOGE, pilotado inicialmente por Elon Musk, ha pasado a mejor vida. La aceptación de un gasto público desbocado y de un déficit del 7% como algo normal puede conducir, como venimos reiterando en los últimos comentarios, a una crisis de deuda que sería realmente inquietante. Más inquietante aún en un escenario como el actual de escasez de oferta de capital a largo plazo en comparación con la enorme demanda de capital a largo plazo provocada por la transición energética, la transición digital (IA), la relocalización de industrias y el incremento notable de los gastos de seguridad y defensa en el mundo.
Tal vez eso explica que el dólar, pese a la inestabilidad geopolítica, que normalmente impulsa al alza al dólar, y pese a estar bastante claro que no hay alternativa al dólar como moneda de reserva, no acabe de remontar, y no es capaz de bajar de 1,15 con el euro. Y, asimismo, el temor a una eventual crisis de deuda explicaría la cautela de la Fed y de otros bancos centrales como el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra o el Banco de Canadá, que esta última semana han mantenido los tipos de interés, quedándose “on hold”. Es verdad que los bancos centrales de Suiza, Suecia y Noruega sí han bajado los tipos un cuarto de punto esta última semana, pero en los tres casos hay razones particulares para hacerlo. Da la impresión, por tanto, de que los bancos centrales también han entrado en periodo de espera y reflexión.
¿Cuáles son las implicaciones de todo lo anterior para las carteras de inversión? Tal vez la principal es que estamos ante cambios muy profundos que tan solo acaban de empezar. En la primera parte del año ha habido varias pautas de comportamiento de los inversores, que apuntan en una cierta dirección, pero todavía no son líneas claras. La primera ha sido el movimiento de dinero desde las muy sobrevaloradas bolsas norteamericanas a las bolsas europeas. En la misma línea ha habido un movimiento desde las también sobrevaloradas grandes tecnológicas hacia sectores más defensivos, más “locales” y menos expuestos a los riesgos de la guerra comercial, como por ejemplo los bancos, las eléctricas, las “telecos” o las empresas de defensa.
Esos movimientos iniciales dan muestras de agotamiento, en parte porque su recorrido potencial puede estar agotado. Las compañías de defensa cotizan con multiplicadores de beneficios estratosféricos (el PER de Rheinmetall supera las 90 veces beneficios) y el dividendo de los Bancos, eléctricas o “telecos” va a ser menos atractivo si hay que pagar más para comprarlas. En el último mes hemos visto, por ejemplo, como BBVA ha recortado un 4%, BNP un 4,3%, Unicredit un 2,1%, Intesa un 1,4%, Deutsche Bank un 3%, ING un 5,4% e incluso el gigante alemán de defensa, Rheinmetall, que el pasado viernes entró en el selectivo Eurostoxx para sustituir a Kering, ha caído un 1,2%. Es decir, vemos ya un cierto cansancio en los valores que habían protagonizado la rotación desde las bolsas americanas.
Pero la sustitución progresiva de activos estadounidenses parece una tendencia estructural, de largo plazo, y lo que podemos pensar es que otros valores europeos, hasta ahora menos favorecidos, o de bolsas emergentes seguirán recibiendo el dinero que salga de EE.UU. o que deje de ir al mercado norteamericano.
Esta semana, sin duda, las bolsas se van a fijar sobre todo en la guerra de Irán, que ha escalado con la entrada en acción de Estados Unidos el pasado sábado. Hay algunos datos económicos relevantes como los PMI preliminares de junio, la confianza del consumidor de la Conference Board y, sobre todo, el deflactor de gastos personales de mayo en Estados Unidos (PCE deflator) que en abril se situó en un 2,1% y que habrá que ver si se ha seguido moderando. Hay también algunos resultados como los de Nike, FedEx o Micron. Pero la máxima atención estará en la guerra de Irán y en la evolución de la guerra comercial.
Seguimos sin ver argumentos para que las bolsas intenten romper, de momento, los máximos, sobre todo con datos como la caída de las ventas minoristas en junio que conocimos hace unos días, y sí que hay riesgo de caídas si la situación en Irán empeora. Hasta el inicio de la temporada de publicación de resultados del segundo trimestre, que puede ser un catalizador al alza, nos sumaríamos al compás de espera que parecen marcar los bancos centrales y las propias bolsas.
Más bien, nuestra impresión es que los inversores, siguiendo la pauta marcada por la Fed y otros bancos centrales como el BCE, se han tomado un respiro, un compás de espera, para reflexionar y fijar sus posiciones en un contexto en el que los interrogantes son, si cabe, mayores que los que había a principios de año. Ese “impasse” ha impedido a las bolsas superar los máximos anuales, haciendo buena la previsión con la que finalizábamos nuestro anterior comentario, pero tampoco las caídas han sido significativas y, de hecho, el S&P se mantiene en las inmediaciones de los 6.000 puntos, y en Europa tanto el Dax como nuestro Ibex, que son los dos índices europeos que más suben en el año, se mantienen a menos de un 5% de máximos anuales, que en el caso del Dax son, además, los máximos históricos de todos los tiempos, marcados el pasado 5 de junio.
En ese contexto de espera y reflexión, el Eurostoxx ha bajado un 1,1% en la semana, el Dax un 0,7% y el Ibex un 0,4%. En Estados Unidos, el S&P 500 ha bajado un 0,2%, el Dow ha subido en la semana un 0,02%, y el Nasdaq ha subido un 0,2% en la semana. En el año, el Eurostoxx sube un 7%, el Dax un 17% y el Ibex un 19%, y en EE.UU. el S&P sube en el año el 1,5%, el Nasdaq un 0,7% y, sin embargo, el Dow Jones baja un 0,8% desde el uno de enero. Esta situación de los índices europeos y norteamericanos es bastante notable, ya que supone mantener unos niveles muy dignos en un entorno bastante complejo, en el que a los aranceles de Trump se ha unido la ley presupuestaria americana (Big Beautiful Bill), que anuncia un déficit disparado y un fuerte crecimiento de la ya abultada deuda, y se han unido, además, los conflictos bélicos, que si hasta ahora eran dos (Ucrania y Gaza), ahora son tres, al añadirse la guerra de Irán. Si había expectativas de que Trump acabase con las guerras de Ucrania y Gaza en pocas semanas, tal y como él mismo había anunciado en campaña, esas expectativas ahora no solo están rotas, sino que, además, EE.UU. se acaba de unir en la noche del sábado a la guerra de Israel con Irán.
Nada de eso ha sido capaz de alterar a las bolsas, que, como decíamos, permanecen en niveles históricamente altos, aunque es verdad que tampoco han podido romper máximos. La realidad es que en las negociaciones comerciales abiertas los avances han sido muy limitados, y parece difícil que Trump pueda firmar antes del 9 de julio, que es la fecha límite, acuerdos comerciales con Japón (Trump, de hecho, dice que el primer ministro japonés está priorizando el interés nacional, limitando con ello los avances), Canadá o la Unión Europea, a la que Trump acusa de no haber ofrecido un “trato justo”. Lo esperable es que haya prórroga, tal y como ha dicho el secretario del Tesoro, Scott Bessent, para aquellos países que negocien de buena fe, es decir todos.
En lo que a la Fed respecta, Trump tampoco ha conseguido que rebaje los tipos de interés, y aunque el miembro de la Fed Christopher Waller dijo el viernes en una entrevista en la CNBC que la bajada de tipos podría ser tan pronto como en julio, ese mismo día Mary Daly, presidenta de la Fed de San Francisco, contradecía a Walter, al afirmar en el mismo medio que sería más apropiado bajar en otoño que hacerlo en julio. Es decir, la Fed no acaba de ver claros los efectos de las políticas de Trump, y prefiere esperar, tal vez pensando que en algún momento se puede producir una crisis en los mercados que haga necesaria una actuación. Esa actitud exaspera a Trump, que no deja de presionar a Jerome Powell, llegando incluso al insulto, al calificarle abiertamente de “estúpido”.
Pero tal vez lo más inquietante sea el giro que dio Trump en mayo en materia de gasto público, déficit público y deuda pública. La ya mencionada “Big Beautiful Bill” ha consagrado el descontrol fiscal de la administración Trump, dejando atrás los compromisos anunciados al iniciar su mandato de reducir el déficit a un 3%. El programa DOGE, pilotado inicialmente por Elon Musk, ha pasado a mejor vida. La aceptación de un gasto público desbocado y de un déficit del 7% como algo normal puede conducir, como venimos reiterando en los últimos comentarios, a una crisis de deuda que sería realmente inquietante. Más inquietante aún en un escenario como el actual de escasez de oferta de capital a largo plazo en comparación con la enorme demanda de capital a largo plazo provocada por la transición energética, la transición digital (IA), la relocalización de industrias y el incremento notable de los gastos de seguridad y defensa en el mundo.
Tal vez eso explica que el dólar, pese a la inestabilidad geopolítica, que normalmente impulsa al alza al dólar, y pese a estar bastante claro que no hay alternativa al dólar como moneda de reserva, no acabe de remontar, y no es capaz de bajar de 1,15 con el euro. Y, asimismo, el temor a una eventual crisis de deuda explicaría la cautela de la Fed y de otros bancos centrales como el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra o el Banco de Canadá, que esta última semana han mantenido los tipos de interés, quedándose “on hold”. Es verdad que los bancos centrales de Suiza, Suecia y Noruega sí han bajado los tipos un cuarto de punto esta última semana, pero en los tres casos hay razones particulares para hacerlo. Da la impresión, por tanto, de que los bancos centrales también han entrado en periodo de espera y reflexión.
¿Cuáles son las implicaciones de todo lo anterior para las carteras de inversión? Tal vez la principal es que estamos ante cambios muy profundos que tan solo acaban de empezar. En la primera parte del año ha habido varias pautas de comportamiento de los inversores, que apuntan en una cierta dirección, pero todavía no son líneas claras. La primera ha sido el movimiento de dinero desde las muy sobrevaloradas bolsas norteamericanas a las bolsas europeas. En la misma línea ha habido un movimiento desde las también sobrevaloradas grandes tecnológicas hacia sectores más defensivos, más “locales” y menos expuestos a los riesgos de la guerra comercial, como por ejemplo los bancos, las eléctricas, las “telecos” o las empresas de defensa.
Esos movimientos iniciales dan muestras de agotamiento, en parte porque su recorrido potencial puede estar agotado. Las compañías de defensa cotizan con multiplicadores de beneficios estratosféricos (el PER de Rheinmetall supera las 90 veces beneficios) y el dividendo de los Bancos, eléctricas o “telecos” va a ser menos atractivo si hay que pagar más para comprarlas. En el último mes hemos visto, por ejemplo, como BBVA ha recortado un 4%, BNP un 4,3%, Unicredit un 2,1%, Intesa un 1,4%, Deutsche Bank un 3%, ING un 5,4% e incluso el gigante alemán de defensa, Rheinmetall, que el pasado viernes entró en el selectivo Eurostoxx para sustituir a Kering, ha caído un 1,2%. Es decir, vemos ya un cierto cansancio en los valores que habían protagonizado la rotación desde las bolsas americanas.
Pero la sustitución progresiva de activos estadounidenses parece una tendencia estructural, de largo plazo, y lo que podemos pensar es que otros valores europeos, hasta ahora menos favorecidos, o de bolsas emergentes seguirán recibiendo el dinero que salga de EE.UU. o que deje de ir al mercado norteamericano.
Esta semana, sin duda, las bolsas se van a fijar sobre todo en la guerra de Irán, que ha escalado con la entrada en acción de Estados Unidos el pasado sábado. Hay algunos datos económicos relevantes como los PMI preliminares de junio, la confianza del consumidor de la Conference Board y, sobre todo, el deflactor de gastos personales de mayo en Estados Unidos (PCE deflator) que en abril se situó en un 2,1% y que habrá que ver si se ha seguido moderando. Hay también algunos resultados como los de Nike, FedEx o Micron. Pero la máxima atención estará en la guerra de Irán y en la evolución de la guerra comercial.
Seguimos sin ver argumentos para que las bolsas intenten romper, de momento, los máximos, sobre todo con datos como la caída de las ventas minoristas en junio que conocimos hace unos días, y sí que hay riesgo de caídas si la situación en Irán empeora. Hasta el inicio de la temporada de publicación de resultados del segundo trimestre, que puede ser un catalizador al alza, nos sumaríamos al compás de espera que parecen marcar los bancos centrales y las propias bolsas.
Artículo escrito por Juan Carlos Ureta, presidente de Renta 4 Banco.
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Artículo originalmente publicado en r4.com. El presente artículo de opinión no presta asesoramiento financiero personalizado. Ha sido elaborado con independencia de las circunstancias y objetivos financieros particulares de las personas que lo reciben. El inversor que tenga acceso al presente artículo de opinión debe ser consciente de que los instrumentos a que el mismo se refiere pueden no ser adecuados para sus objetivos específicos de inversión, su posición financiera o su perfil de riesgo ya que éstos no han sido tomados en cuenta para la elaboración del presente artículo de opinión, por lo que debe adoptar sus propias decisiones de inversión teniendo en cuenta dichas circunstancias y procurándose el asesoramiento especializado que pueda ser necesario. Los datos han sido elaborados por el autor / es con la finalidad de proporcionar información general a la fecha de elaboración y está sujeto a cambios sin previo aviso. Este artículo está basado en informaciones de carácter público y en fuentes que se consideran fiables, pero dichas informaciones no han sido objeto de verificación independiente por cualquiera de las entidades del Grupo Renta 4 por lo que no se ofrece ninguna garantía, expresa o implícita en cuanto a su precisión, integridad o corrección.
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