un poco de lectura no os hará mal
Fuente:http://jaumepros.blogspot.com/2009/07/sobre-la-traduccion-de-los-nombres.html
"antes de ser declarado un estorbo radiofónico, Federico Jiménez Losantos se empeñaba en llamar Generalidad a la Generalitat (el diario El Mundo lo ha instaurado como norma). Mientras, desde otros medios, como en la COPE, algunos colaboradores a los cuales se les suponía un cierto nivel intelectual, presumían de llamar Jorge Puyol a Jordi Pujol. “¿No traducen ellos el nombre de nuestro monarca llamándole Joan Carles?”, decía indignado, hace unos años, un tertuliano radiofónico.
Dándonos una vuelta por algunos blogs y foros de Internet, es fácil imaginarnos la bilis que desprenden algunos, morados de ira, cuando se toca este tema. Y es que se pueden leer cosas realmente terroríficas y que “demuestran” que este hecho de la traducción de los nombres propios del español al catalán, es una prueba contundente de como son realmente los catalanes.
Esta polémica reconozco que siempre me ha sorprendido. Y es que a mi en el colegio (toda mi escolarización fue en español) me enseñaron desde bien pequeñito que los nombres propios no se traducían. Y no se hacía por una cuestión normativa de la propia lengua española. ¿Me engañaron? Parece ser que no.
Según la Real Academia de la Lengua: “Los nombres propios de otras lenguas no hispanizados se escriben como en la lengua original —no es necesario distinguirlos gráficamente— y tampoco están sujetos a las reglas de la ortografía española”. Entonces, ¿Por qué Generalidad?
Sobre los nombres proios de persona, la doctora Ana M. Vigara Tauste, que es profesora titular del Departamento de Filología Española III de la Universidad Complutense de Madrid, apunta que, en democracia: “Uno de los criterios en los que se alcanzó consenso muy amplio con cierta rapidez fue en el de respetar escrupulosamente la escritura original de los antropónimos (o nombres propios de personas) extranjeros, así como catalanes, gallegos y vascos. Por lo tanto, ¿es correcto llamar a Josep-Lluís Carod-Rovira, señor José Luis? ¿Y Jorge Puyol a Jordi Pujol? En español, no lo parece.
Hay que reconocer, no obstante, que cuando se trata de toponimia, en español la cosa es bastante confusa. Con todo, Virgilio Moya, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria expresa lo siguiente: "los topónimos se suelen dejar como están en su lengua original, o lo que es lo mismo, se transscriben o transliteran a no ser que tengan una adaptación ya arraigada en la lengua". Lérida, Gerona o La Coruña, cuando hablamos o escribimos en español, no deberían molestar a nadie. En cambio, San Baudilio por Sant Boi, o San Cucufate por Sant Cugat, estan fuera de toda lógica.
Por otro lado, y volviendo a los antropónimos, el catalán sigue sus propios criterios ortográficos. Al fin y al cabo es otra lengua con su normativa específica. En este sentido, la Universitat Oberta de Catalunya, recuerda que aunque “por regla general, los nombres propios de persona no se deben traducir”, sí debe hacerse siempre que se trate de “nombres de reyes, príncipes, y papas” y pone algunos ejemplos: “el príncep Felip de Borbó, la reina Isabel II d'Anglaterra, el papa Joan Pau II”. Queda claro que Joan Carles I es, normativamente, del todo correcto.
En el caso de los topónimos, tampoco hay lugar para la duda. Excepto aquellos lugares que no tienen traducción al catalán (Dos Hermanas, Villaconejos, Cienpozuelos...), la UOC apunta que “se traducen siempre los nombres de las ciudades y de los pueblos que tienen un uso tradicional en catalán”. Zaragoza es, para los catalanes, Saragossa; que es el modo correcto.
Así pues, queda claro que la traducción o no de los nombres propios de ciertos personajes así como los topónimos, es una cuestión que queda contemplada lingüísitcamente tanto en el español como en el catalán, no coincidiendo exacatamente en sus criterios.
Quien quiera ver otra razón que no sea de tipo lingüísitico, es muy libre de hacerlo, aunque, evidentmente, anda muy equivocado. Tanto como lo están Federico Jiménez Losantos, el diario El Mundo y muchos otros medios y personas representativas de un nacionalismo mucho más visceral que, curiosamente, conocedor de su propia lengua.