El problema es doble, para Cataluña: la mala gestión de los pseudo-políticos que sólo se preocupan de la poltrona y de chupar como vampiros, y el desmesurado déficit fiscal respecto el resto del Estado (10,4% del PIB de Catalunya, caso único en todo el mundo). En ningún caso el problema estriba en la protección de la lengua y culturas del propio país.