Manu oquendo
24/10/10 12:35
Ha comentado en el artículo Gobernadores de la Reserva Federal: necesitamos una hiper-hiperinflación
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Algunos de los colegas que han respondido a este breve y ominoso relato, sobre la inmenencia de un brote de hiperinflación, parecen hacerlo desde la perspectiva de traders profesionales. Una profesión que desconozco y que en mi ignorancia asimilo a un corredor de apuestas en un frontón.
Por mi parte lo he leido desde la perspectiva del día a día de la gente normal.
Sobre la hiperinflación tengo alguna experiencia porque trabajé cono ejecutivo de finanzas de una compañía grande en Brasil durante los años 70 y recuerdo que un día tuvimos una larga reunión con Blumenthal, entonces secretario del tesoro USA, interesado en entender cómo se vivía y se gestionaba en dicho entorno.
Durante aquellos años la inflación mensual rara vez bajó del 10 o del 12%. Es algo que una mente europea o norteamericana que no lo haya vivido en plena inmersión no tiene recursos para manejar. Es el equivalente de pasar de conducir un coche en autopista a hacerlo en una avioneta ligera o de andar en bicicleta por las calles de tu urbanización a encontrarte de repente con la escota y la orza en las manos intentando entrar en puerto con viento a ráfagas, tráfico de buques y oleaje. A todo se hace uno pero necesitamos entrenamiento. Y desde entonces siempre he sentido un enorme respeto por las mentes de los economistas brasileños y argentinos capaces de manejarse en aguas turbulentas como si tal cosa. También por aquellas amas de casa.
La hiperinflación a la que me refiero es un fenómeno complejo que se maneja habitualmente con corrección monetaria mensual de activos y pasivos.
Es una forma de mantener una carta de navegación en la cual el piloto pueda hacerse una idea de su posición relativa, su posición real y su progreso. A lo mejor esto es parecido a la vida de un trader con posiciones abiertas pero no lo se.
Por otra parte en aquella época el mundo tenía un cierto respeto por la seriedad de los gobiernos occidentales y, muy especialmente, por sus monedas. El dólar servía como carta de navegación complementaria al pasar todos los meses de cruceiros nominales a cruceiros corregidos monetariamente y de éstos a dólares. Desde entonces, me temo, una buena parte de aquel respeto se ha ido desvaneciendo.
La llegada del Fiat Money es un fenómeno de extraordinaria importancia que no ha recibido la atención que merece por ser un acto esencialmente de poder que se ha intentado no divulgar en exceso. El poder político se siente restringido por el oro y un buen día decide que el “Poder Político es Sagrado” y tiene derecho a más poder y comienza a imprimir moneda sin referencia a nada externo al propio poder. Durante unos años los orgasmos del poder deben de haber sido majestuosos.
Pero resulta que ese acto creador del "soberano de facto" ha tenido un efecto que en algunos lugares cuidadosos con sus datos históricos es medible y conocido.
En Inglaterra tienen datos de inflación desde 1260 y en USA el Census Bureau los tiene desde 1800. En ambos casos se observa una extraordinaria estabilidad de precios hasta mediados de la década de los 60 y principios de los 70 del siglo XX. Son las fechas que, como recordaréis, marcan el final del oro como soporte monetario.
Es decir, puestos a hablar de hiperinflación también nosotros tenemos mucho de lo que hablar porque la hemos sufrido como ninguna otra generación en la historia occidental. Cómo ha pasado desapercibido es un misterio de la relatividad pero ha pasado. Entre 1965 y 1995 los precios ingleses se dispararon desde 3 veces su nivel en el siglo XIII hasta 70 veces. Las mismas curvas USA señalan idéntico fenómeno.
En 1971 recordamos que el barril andaba a unos 5 ó 7 $ (no recuerdo con precisión) y la onza de oro a unos 44 $. Ayer el oro hizo a 1350 $ y el barril alrededor de 80 $.
Hay quien lleva comprando oro desde 1970 y todavía no ha parado.