El día bien, Caro escudero.
Estoy en casa. En compañía de Pavarotti & Barry White en una versión que hicieron conjuntamente de la canción-My first, my last, my everything-(adoro esta canción) que suena de fondo y de mi güisqui.
Tienes razón, Caro, ciertamente la felicidad de grandes cosas pequeñas que se reconocen mucho más deprisa. El encanto de la cotiniedad de los días, con sus breves momentos.
Te cuento, vamos hablar de mi libro. (jajajaa se me ríen hasta los huesos)
Tengo el prólogo y el epílogo escrito. Unas 160 páginas escritas (lo tengo inacabado y a falta de corregir aunque tengo que continuar escribiendo) Hago un monólogo, bueno, exactamente es más bien un diálogo, el interlocutor es el mar. A él le voy hablando de la vida, ya sabes, alegrías que quedan dentro, ternura inventada, pasiones, afectos, abandonos, sexo, vejez, enfermedad, perdidas, en fin, un reconducir. Aunque el mar siempre me contesta lo mismo; la vida es lo que tenemos, lo que somos y también lo que dejamos pasar.
Hay que embriagarse siempre como decía Baudelaire, ya sea de vino, de poesía o de virtud. Pero embriagarse...la soledad huraña del cuarto, la ebriedad ya atenuada, despertarse y preguntar al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntemos qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestará ¡Es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del tiempo.
Es necesario que vuelva de a París, vagabundear por sus calles, pero esta vez no beberé champagne, francés, naturalmente. Seguiré con mi güisqui, aunque no sea tan chic.
Caro, ten buena noche:-)
PD otro día hablaremos de la generación del 27 :-)