Muy buen artículo, si señor. Aunque, para mi gusto, no se ha hecho hincapié suficiente en como, en el caso de tratarse de las cajas de ahorros, ese abuso de confianza ha sido mucho más sangrante.
Al hablar de la banca en general no suele distinguirse entre los dos tipos de entidades que la forman (o la formaban, porque uno de ellos pràcticamente ha desaparecido): los bancos y las cajas de ahorro.
Los bancos son entidades lucrativas, que tienen como único objetivo conseguir el mayor beneficio posible. Y con eso está dicho todo. Es importante cuando uno trata con ellos que lo tenga muy en cuenta, y se ate bien los machos para evitar que el negocio sólo sea bueno para una de las partes: el banco.
Las cajas de ahorro son, o eran, otra cosa. Nacieron y se desarrollaron con unos fines tan distintos a los bancos, que bien puede afirmarse que eran justo los contrarios.
Ello puede perfectamente constatarse en el decreto fundacional de la Caja de Ahorros de Madrid, que fué la que sirvió de modelo para el resto de las cajas de ahorros de España, decreto aparecido el 25 de octubre de 1838 que transcribo en parte a continuación (por cierto, el nombre completo de la Caja es “Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid”):
“Persuadida por cuanto me habéis expuesto, de lo conveniente que sería establecer en Madrid una Caja de Ahorros en la que
puedan las clases menos acomodadas depositar sucesivamente cortas cantidades, percibiendo réditos, con facultad de retirarlas siempre que les convenga;
deseosa de mejorar la suerte y las costumbres de estas clases tan dignas de mi maternal solicitud, estimulando su laboriosidad, economía y previsión, he venido en decretar, como Reina Gobernadora, en nombre de mi augusta hija la reina doña Isabel II:
“Artículo único: Se establecerá en Madrid una Caja de Ahorros y de previsión…”
Cita tomada de la “Historia de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid”, de Manuel Titos Martínez y José López Yepes. Página 98. Se halla disponible en INTERNET, en la dirección:
http://www.fundacioncajamadrid.es/Ficheros/CMA/ficheros/F-edic-historiacaja-1.PDF
Las personas del pueblo hemos confiado ciegamente en nuestras Cajas de Ahorro. Como confiaron nuestros padres y nuestros abuelos, sin se tenga noticia de que nunca fueran traicionados.
Por otra parte, tampoco tenía sentido que trataran de conseguir mayores beneficios a cualquier precio, incluso a costa de engañarnos. No pertenecían a unos accionistas a los que hubiera que tener contentos distribuyendo suculentos dividendos.
Por eso he dicho que el abuso de confianza ha sido mucho más grave, mucho más sangrante, en el caso de las cajas de ahorro, que cuando se trata de los bancos.
Saludos cordiales