¡Hola, Perikyto! Gracias por tu reflexión. Desde el punto de vista filosófico y del camino de vida humano, te apoyo. Sin embargo, cuando hablamos de dinero y de inversiones, no estoy tan de acuerdo. Nietzsche entendía algo que el 99% de los inversores nunca comprenderá: la diferencia entre quien acepta su destino y quien lo crea.La pregunta ¿desearías repetir infinitamente tu vida como inversor? suena devastadora. La mayoría no podría responder "sí" con alegría. Han vivido décadas en pánico constante, vendiendo barato y comprando caro, persiguiendo modas, confiando en "gurús". Si su vida de inversor se repitiera eternamente, sería un infierno, no una afirmación.Pero quien construye capital estratégico, hereditario, con disciplina de largo plazo, quien ignora el ruido y ejecuta con convicción, ese sí puede afirmar su vida de inversor plenamente. Porque cada decisión, cada momento de duda superado con disciplina, cada crisis navegada con estrategia en lugar de pánico, construye algo que trasciende su propia vida: un legado que libera a las siguientes generaciones.La metáfora del Krakatoa es buena, pero la conclusión requiere matiz. El hijo tiene razón, "un palillo flota". Pero algo que muchos olvidan es que no todos los palillos flotan igual.Algunos son de madera podrida: portfolios concentrados en una sola moneda local, en un solo país emergente, en una sola clase de activo. Esos se astillan con la primera ola.Otros, en cambio, son de bambú reforzado: diversificación internacional real, exposición a múltiples monedas fuertes, activos descorrelacionados. Esos no solo flotan, sino que navegan.La cuestión no es si te quedas en el puerto (eso es cobardía) o si sales al mar abierto (eso es romanticismo peligroso). Sino qué clase de embarcación estás construyendo.Porque sí, la tormenta viene. Siempre viene. El Krakatoa erupciona cada cierto tiempo en diferentes formas: 1929, 1982, 2000, 2008, 2014, 2020. El ciclo es eterno, como bien dice Nietzsche.Pero quienes construyen capital hereditario estratégico no huyen al puerto ni se lanzan temerariamente al mar. Construyen barcos que pueden navegar cualquier tormenta y transmiten a sus hijos los planos de construcción.Esa vendría siendo la diferencia entre el inversor promedio y el Übermensch: uno reacciona a cada crisis con pánico renovado. El otro sabe que las crisis son parte del ciclo eterno, las anticipa, las prepara, y las convierte en oportunidades de construcción patrimonial.El palillo flota, sí. Pero el barco bien construido hace algo mejor: lleva a tu familia al otro lado de la tormenta con el patrimonio multiplicado.A mi ver, esa es la vida de inversor que merece repetirse eternamente.