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Entrevista con Pepe Mari Arranz, Presidente del Gobierno. De mi novela ... Premio "Noble"...

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Entrevista con Pepe Mari Arranz, Presidente del Gobierno. De mi novela ... Premio "Noble"...
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#1

Entrevista con Pepe Mari Arranz, Presidente del Gobierno. De mi novela ... Premio "Noble"...

A las catorce y cinco llegamos al “Palacio de la Moncleta”. Mari Carmen se había puesto para la ocasión un traje de chaqueta de Mássimo Butti color fucsia que me dejó sin palabras cuando la vi. El pantalón marcaba su anatomía espectacularmente, ya que la longitud de sus muslos y la redondez de su tafanario formado entre dos caderas que semejaban los arcos de la diosa Diana, le daban el aspecto de otra diosa.

La chaqueta ajustada a la cintura, con cuatro botones cruzados, le conferían el busto de una adolescente; no sé qué sujetador llevaba que parecía que no llevaba, ya que su pecho se erguía desafiante como si nada lo retuviese. Minerva, Artemisa, Afrodita o Deméter hubieran sentido envidia de la esbeltez de Mari Carmen.

—¿Qué miras tan embobado? —Sus palabras me sacaron de mis abstracciones.

— Qué estás arrebatadora Mari. Vas a causar impresión en “La Moncleta”.

Me puse un traje azul marino, corbata granate, camisa blanca y zapatos de piel color negro. Me asombré de que no tuviera ni una brizna de caspa en las hombreras, cosa habitual en mí debido a mi grasoso cuero cabelludo y frondosa cabellera negra con algunas canas por las sienes que ocultaba con Jus for Men. Los zapatos relucían como el sol al amanecer en el lago de las Hespérides. Obra de Mari Carmen, seguro, porque el servicio del Hotel nunca me había dejado la ropa y los zapatos con este esplendor.

El presidente y la primera dama nos esperaban en el pórtico de la entrada al palacio.

—La gloria de las letras en mi casa. ¡Cuánto honor! —Así me recibía el presidente a la vez que me daba un abrazo.

—Honor el mío, señor Presidente, que el primer ciudadano y primera ciudadana inviten a este pobre “juntaletras”, es un privilegio.

La mirada que le echó a Mari Carmen, parecía que los ojos se le salían de sus cuencas.

—¿Y esta distinguida dama? Camilo.

—La diosa de mis letras, Presidente, Mari Carmen, la creadora de mis éxitos literarios, la que me condujo por la senda de la cultura, la que….

—No le haga caso Presidente. —Me cortó Mari Carmen— Sólo Camilo, y nada más que él, ha sido quien ha conseguido sus laureles.

—Encantado Mari Carmen. Estás en tu casa.

—Gracias Presidente.

—Mi señora, Ana. —Nos presentó el presidente a su esposa doña Ana Garrafa.

Comimos un excelente arroz con bogavante.

—Presidente, felicita a la cocinera de mi parte, excelente arroz. —Le dije mientras tomábamos café y copa en la salita de reposo.

—La tienes aquí delante. —Dijo señalando a Ana —Ella es la creadora de la receta.

—Te felicito Ana.

—Gracias Camilo.

—¿Y a ti que te ha parecido, Carmen? —Le dijo Pepe Mari.

—Muy rica la paella; lástima que la línea no me permita comer más.

—Pero si estás en tu línea —Matizó el presidente.

—Porque me cuido, que si no…

—Camilo.

—Dime Ana.

—Disculpa que sea tan directa…

—Nada que disculpar.

—Apenas se ha publicado nada sobre tu entrevista con el Santo Padre.

—Es que era una… digamos…charla privada, nada oficial.

—Pero… ¿Se puede saber lo que tratasteis el Santo Padre y tú?

—Ana está estudiando teología. —Terció José Mari —De ahí su interés en la materia.

Mari Carmen estaba expectante. Observaba en la primera dama como un gesto de desaprobación.

—Lo que sí te digo Ana, que el Papa es una persona de una etopeya tan clara y diáfana, que transmite paz y confianza.

—Ya le advertí a Camilo de la bondad del Papa. —Dijo Mari Carmen— corroborando mis palabras.

—¿Qué opinó el Santo Padre sobre tu teoría de que Dios no ha hecho al hombre, sino todo lo contrario? —Me soltó Ana sin avisar.

Mari Carmen pegó un respingo en la silla.

Pepe Mari, parecía como ausente, se le veía más preocupado en asuntos del día y de la tierra.

—Veo Ana, que has intuido el tema que tuve con el Papa.

—Normal Camilo, tus declaraciones sobre el génesis ha causado bastante estupor en la fe cristiana. —¿Cómo se te ocurre esa absurda teoría del que el hombre ha creado a Dios?

—No dije exactamente eso, Ana. —Dije, ¿qué el hombre ha creado a sus dioses?

—¿Y no es lo mismo?

—¿Los dioses paganos han creado a los hombres?

—No, ¡desde luego que no!

—Entonces convendrás conmigo, a Zeus, Apolo, Ares, Atón y una lista de dioses paganos los han creado los hombres, no esos dioses.

—Bueno, pero todo sabemos que eso en mitología.

—Lo sabemos hoy, ayer eran dioses merecedores de culto y sacrificio por sus templos.

—Entonces Camilo: ¿No crees que el Dios del Cristianismo no ha creado la vida y el universo?

—Como dogma de fe, no, no lo creo. Y como ciencia, es imposible la creación de un universo por arte de magia.

—¡Cómo qué por arte de magia!  —Replicó Ana un tanto airada.

—Tenemos constancia y evidencia, que el hombre desde que puso el pie en este planeta ha construido todo lo que se asienta sobre el mismo, como también es evidente que el mundo no lo ha construido él. Y de aquí parte el misterio de su existencia ¿Cuál es su génesis? ¿Quién, y para qué se ha creado la vida racional e irracional aquí? Para el hombre es un misterio, y como los misterios están fuera de la lógica del pensamiento humano, no le ha quedado más remedio que creer que existe un poder por encima, y lo llama divino. Y por esa discapacidad ha creado los mitos y las religiones que den respuestas a lo que es incapaz de relacionar con la física o la lógica de su pensamiento.

Ana quedo un tanto perpleja ante esta teoría, por lo que expuso con todo el énfasis las suyas.

—¿Y por qué es tan difícil crear que existe lo divino, entendido como una fuerza superior a lo humano, si la realidad es evidente?

—La realidad Ana, es que el ser humano todavía no ha descubierto el ser de su existencia, pero esa realidad no demuestra la divinidad de un dios creador.

—Entonces, —Preguntó Ana— ¿Quién ha creado al hombre?

—Pregunta obvia para los creyentes. Según la fe católica, Dios.

—Y para ti, Camilo, ¿Quién le ha creado?

—No lo sé, pero de creer en algo, creo que la vida proviene de la materia, de la física, no de la doxa.

—Dos personas inteligentes, dos conceptos totalmente distintos sobre la creación. —Dijo el presidente. — Lo cual siguen las cosas como estaban. —Dirigiéndose a Mari Carmen. —¿Qué opinas tú, Carmen?

—Yo quisiera creer, pero para creer en aquello que no se ve hace falta la fe, y para mí la fe de halla en los hechos del hombre. Por eso te pido Presidente, que seas “el dios” que arregle los problemas de aquellos millones de españoles que necesitan vivir dentro de la dignidad humana, no divina.

—Muy sutil tu respuesta Carmen, y con unan gran carga de profundidad. —Dijo el Presidente.

—Ves José Marí, —Dije yo— si tuvieras también el poder divino además del humano que te ha concedido el Pueblo, seguro que en seis días arreglabas España, y el Mundo también. Y el séptimo a descansar.

Ana Garrafa torció el morro de una forma tan clara, que dejó en evidencia su reprobación ante mi exposición, la cual la calificó de irónica e improcedente.

—Ana, enseña el palacete a Mari Carmen mientras Camilo y yo intentamos arreglar España.

—Camilo.

—Dime Presidente.

—Me han sorprendido tus conceptos vertidos sobre la Democracia Española.

—Verás José Mari: los conceptos fundamentales que deben regir una democracia son inalterables e innegociables, pero cuando esos conceptos no son aceptados por segmentos políticos, la democracia se tambalea.

—¿Y cuál son tus conceptos?

—Los mismos que los tuyos, Presidente, conceptos unitarios e inequívocos de nación. Si fuerzas políticas no tienen claro lo que es la Nación Española desde hace más de cinco siglos, la Democracia tiene una enorme grieta.

—Estoy de acuerdo Camilo, pero…

—¿Es negociable la identidad de España? Presidente.

—No, no es negociable, la Carta Magna lo deja muy claro, pero…

—Cuando la Carta Magna, “para esos” es papel mojado, la Democracia Española tiene otra profunda grieta.

—¡Coño Camilo! Deja que yo repare esas grietas.

—¿Cómo? ¿Atendiendo como lógicas y legítimas las aspiraciones de los que quieren cambiar la Constitución?

—La democracia es negociación, Camilo.

—¿Negociación o diálogo? —Le interrumpí.

—Bien, vamos a llamarlo diálogo. En democracia todo se puede dialogar.

—¿Y también todo se puede negociar? Presidente.

—Digamos que se puede negociar dialogando.

—¡Trampa! Presidente, ¡trampa! En una democracia al retortero existen los trileros. En una seria y consolidada no se puede enajenar conceptos imperecederos.

—Hombre Camilo, que no hay nada eterno, todo es susceptible de cambio y reformas.

—De acuerdo. Pero los cambios se hacen conforme a lo establecido en la ley, o…¿por las pelotas y los ovarios de los y las inconformistas?

—Lo que te puedo asegurar Camilo, que mientras yo sea presidente, los cambios se harán conforme a las leyes.

—El problema para ti y tu partido, es que existen grupos que se limpian el trasero con esas leyes. Ya lo verás. —Y lo peor...

—¡Pero es que hay algo peor? Camilo.

—Sí Presidente, hay algo mucho peor.

—Dime de una puñetera vez que es lo peor. —Me dijo algo alterado.

—La identidad de la Derecha que representas.

Los ojos del Presidente se abrieron como platos. —¡Explícate!

—El estigma de la Derecha de hoy.

—Sigo sin entenderte.

—Sírveme otra copa de ese excelente destilado y te lo explico. —Verás. La Derecha Española sigue estigmatizada por el Franquismo.  Y lo peor: que lo seguirá estando por varias décadas más. El síndrome del Franquismo es el mayor argumento de la Izquierda Radical, a la que la Constitución Española la dado carta de identidad.

—Para…para.. Que don Santiago Mofletes, se está portando de una forma ejemplar.

—No me refiero a don Santiago, me refiero a la joven izquierda que está por venir. Don Santiago está dando ejemplo de acatar la Constitución de 1978.

—Mira Pepe Mari: la Derecha hoy, y durante décadas como te apunté antes, para la Izquierda que viene será siempre Franquista, y yo te aseguro que, por mucho que intentéis ser demócratas, ¡Jamás! os lo van a reconocer. ¿Sabes por qué?

—¿Por qué?

—Porque nunca os van a considerar demócratas. Y es el argumento de mayor peso que tienen para convencer.

 —¿Y por qué lo crees así?

—Porque la figura de Franco sigue pesando en millones de ciudadanos, y pasarán muchos años para que se desprendan de esa losa que les produce verdadera aversión a todo lo que les recuerde al Caudillo. Y vosotros les recordarles el pasado que les fue tan hostil.

—¿Qué solución ves a ese problema?

—Dos.

—¿Cuáles?

—El primero, que tú, al frente de esa Derecha, reneguéis públicamente de la figura de Franco y pidáis perdón por los crímenes que dicen que cometió. Y a hacer la travesía del desierto durante años.

—¡Pero estás loco, Camilo! —¡Qué culpa tengo yo! —¿Y la segunda solución?

—Qué seáis la Derecha que os achacan. ¿No sois los herederos de Franco?

—¡Claro que no lo somos, Camilo? ¿Acaso lo dudas?

—Yo no, pero ellos sí. Y si ellos os ven así, que os vean de verdad.

Quedó el Presidente pensativo pero no dijo nada.

—¡Qué! ¿Ya habéis arreglado España, —Dijo Ana, que regresaban del “tour palaciego”?

—Según Camilo, esto no tiene arreglo. —Dijo José María.

—Ponle de asesor tuyo, marido. —Dijo Ana.

—Hemos de marcharnos, amigos, la charla muy amena, y el arroz quitaba las penas.

                 —Ha sido un placer, Carmen y Camilo, aquí dejáis dos buenos amigos.

                               A las 20:45 horas, el chofer del presidente nos dejaba en el Hotel.

                 —¿Qué te han parecido los anfitriones? Carmen.

—Muy majos y muy sencillos. Ella un poco reticente.